El Conocimiento: 15 - La Torre Magdala


Escrito II
EL CONOCIMIENTO


15- La Torre Magdala

Un pequeño paseo por los jardines aledaños a la iglesia de Rennes-le-Château nos llevó hasta situarnos frente a una torre amurallada, que según nos contaba un vecino del lugar, fue ordenada construir a finales del siglo XIX por el mismo sacerdote que mandó restaurar la iglesia, Torre Magdala la llamó.
Se podía visitar, por lo tanto, decidimos entrar en ella. Denotaba ser un lugar de estudio y recogimiento. Sobrio, con unas librerías que aún conservaban algunos ejemplares en sus estantes, pero que al parecer no eran los que originalmente habían sido consultados por el sacerdote.

Una escalera de caracol nos trasladó a una segunda planta, una amplia terraza desde donde contemplamos toda la comarca. Nos quedamos ensimismados con el paisaje. Desde este punto la Tierra nos hacía sentir lo infinitamente pequeños que somos, unas simples criaturas del universo rodeadas de una naturaleza que nos invita a fundirnos en ella.
Los gorriones vestidos como antiguos monjes mendicantes alabando con su piar a la vida; los viñedos amamantándose de la tierra, prestos a ofrecernos su jugo en unos meses; los árboles incitándonos a elevarnos junto a ellos hasta el cielo.
Nuestras almas se sentían unidas con el entorno…

Un leve susurro y... la Madre Tierra comenzó a hablarnos:

—Como veis, mis pequeños — una dulce y suave Voz femenina parecía salir tanto del entorno como de nuestro interior—, no me presento bajo el manto de una virgen como hice en otro tiempo. Me estáis viendo a través de vuestros ojos, contempláis mi ropaje en la naturaleza que os rodea y, sobre todo, me sentís en la profundidad de vuestro ser.
—Cerrad los ojos y percibiréis una llama que arde en vosotros, que asciende desde mi esencia, desde lo más profundo de esta tierra, su núcleo, que sube por vuestra columna alumbrándoos en la oscuridad de vuestras noches. Una llama que crece día a día a través de las edades y que hoy a vosotros, a todos mis pequeños, está permitiendo que os sintáis más y más unidos, no sólo unos hermanos con otros, sino con todos mis hijos. Sí, con los que llamáis animales irracionales, con los árboles y demás plantas que pueblan este planeta, con los minerales que creéis inertes y con aquellos seres aún invisibles a vuestros ojos.
—Todo está vivo en mí, y está llegando el momento en que yo también despierto de mi ensueño.
—Un amanecer nuevo, una nueva era comienza y aunque algunas heridas tengo en mi cuerpo, nada podrá impedir que éste crezca. Vosotros me ayudaréis a sanarlas al igual que yo ayudo a sanar las vuestras.

Un breve silencio colmó el lugar y la Voz femenina continuó:
—No os dejéis llevar por el desaliento quedándoos sólo con el acontecer superficial ya que es necesario que se produzcan algunos cambios, pero nada que os haga pensar que la vida aquí desaparecerá. Haced oídos sordos a quienes anuncian un final apocalíptico, pues éstos solamente viven y sienten bajo el antiguo sistema del temor… Un sistema que tiene el tiempo contado.
—Mi llama arde cada vez con más poder, está ascendiendo y me elevará a mí con todas mis criaturas. Yo os protejo, pero ya es llegado el momento en que seáis dueños de vuestro propio destino. Aunque sigáis viviendo en el seno materno conoceréis que la vida trasciende los límites de mi cuerpo.
—Desde hace millones de años mis “hermanas” y yo intercambiamos la vida que nos habita, que somos, al igual que en vosotros vuestras células se intercambian de unos a otros. Nada habéis de temer, pues lo iréis experimentando según vuestra capacidad de entendimiento.
—Todo en el universo es comunión, no hay nada que viva aislado, esto sólo es producto del estado mental en que os sumisteis y del que estáis, estamos, emergiendo.
—Estamos ahora viviendo en una comunión cada vez mayor.

—Así, como tenéis una Madre y un Padre que se manifiesta ante y en vosotros, hay un modelo de Hija-Hijo, un ideal que está grabado a fuego en vosotros y que se manifiesta a través de las edades. Según crecéis, maduráis, le sentís cada vez más próximo, está en vuestros genes. La presencia de mi Hijo manifestada hace dos mil años volverá a vosotros para que crezcáis con Él y en Él en una nueva conciencia más incluyente, más amorosa y comprensiva de la Vida. Su presencia es sentida en el corazón de muchos de vosotros y cada día lo será aún más. Su comunión es vivida y conocida en quienes mi llama asciende y ha ascendido hasta fundirse en ellos con el Cielo.
—No veáis a mi Hijo independiente de vosotros, ajeno a vuestras vidas, como un ser lejano e inalcanzable. No penséis que Él sólo vendrá desde el exterior, olvidad esa visión infantil. Le contemplaréis en vosotros y os mostrará un rostro sin igual, un semblante que señalará el primer paso del siguiente peldaño de la humanidad donde se funden el día y la noche. Un rostro que será el vuestro y que… no olvidaréis.
—Mi Hijo sois todos.
—El Cielo y la Tierra se unen cada día un poco más.
—Yo, vuestra Madre, estoy en vosotros al igual que vuestro Padre lo está.
—Mis pequeños… ¡Ascended conmigo!
—¡Soy el Amor!

Y la Voz cesó.

Una fina lluvia empezó a deslizarse sobre nuestros cuerpos, sentimos su frescura penetrando como un bálsamo nuestras almas. El cielo no distingue y a todos nos impregna por igual con su savia.
Nos miramos y salimos de la Torre Magdala caminando sin prisas, empapados de Vida. Un rosal lucía sus mejores galas, sus flores con sus pétalos escarlatas al igual que llamas vivas destacaban en el jardín, recordándonos que aún hay mucho trabajo por hacer hasta que la llama de la Vida se instale en todos los corazones.

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Ángel Khulman