Viaje a Shambhala: Fusión con la Hermandad Galáctica


Quiero compartir con tod@s el capítulo séptimo del libro "Viaje a Shambhala", que creo no os dejará indiferentes, escrito por Anne y Daniel Meurois-Givaudan.
Ambos a lo largo de sus vidas han compartido experiencias en que la realidad de otras dimensiones son un hecho y no una quimera;
sus vicisitudes con esta otra realidad les ha llevado a encontrarse con diferentes tipos de seres, ya sea de aquellos que han pasado al “otro lado” tras lo que denominamos muerte, como a quienes habitan otros mundos y otras dimensiones.
En el libro Viaje a Shambhala (disponible en librerías) nos relatan que viajan físicamente al Himalaya donde un monje budista tibetano les adentra en otra dimensión de este mundo, Shambhala, donde aquellos que hemos denominado “maestros” ―aunque ellas y ellos viven sin títulos pues no se cansan de manifestar que son llanamente nuestros hermanas y hermanos― conviven y dedican su existencia a que podamos, como ellos ya han logrado, despertar y convertirnos en los seres que Somos en realidad.
Tomaros unos minutos...

Capítulo VII
Fusión con la Hermandad Galáctica

Detrás del Hermano con la vista baja, una puerta ancha y alta, parecida a la de los viejos templos mogoles, presenta sus dos grandiosos batientes a las miradas. Sobre un camafeo azul hay pintados finos arabescos de oro. Sus trazos nos sugieren algún camino iniciático por los meandros del espíritu y del corazón humano. Los contemplamos con el alma vacía ante tanta complejidad o quizá tanta lógica pura y verdadera.
Mientras, la pequeña asamblea de Seres vestidos de azul se desarticula. Cada una de las miradas que la componen se posa en nosotros, una tras otra, acompañada de una ligera sonrisa o una pequeña inclinación de la cabeza que parece decir «sí, sí...»
Sí, saben..., ¡no cabe duda de que saben que en nosotros, como en todos los que se abren, a veces se produce la extraña sensación de olvidarlo todo y de no entender ya lo que se va a exponer ante el otro!

Por fin Morya abre los párpados y posa la pupila clara de sus ojos en los nuestros. Es un desafío y una invitación a seguirlo al mismo tiempo. Entonces da media vuelta, se aleja algunos metros y con una presión enérgica de ambas manos abre de par en par los batientes de la gran puerta.
De inmediato experimentamos la sensación de estar al aire libre. Bajo la amplia cúpula traslúcida, la atmósfera se convierte en la de un jardín bañado por la limpidez de un rayo de sol matinal. Flotan perfumes delicados, fugaces pero persuasivos, como pequeños elfos que quisieran arrastrarnos en su danza.

«Venid, Hermanos», dice simplemente nuestro guía, adentrándose en el universo que nos invita...
Es un universo apasionado de blancura, y sin pensar, animados por una profunda alegría, damos algunos pasos escoltados por los diez Seres vestidos de azul. Uno de ellos viene a posarnos la mano en el hombro. Ese contacto tiene algo familiar, quisiéramos definirlo pero nos resulta absolutamente imposible, una energía parece anular nuestra voluntad de volver la cabeza en su dirección. Seguramente no era más que un deseo... y ese deseo anestesia.
Damos unos cuantos pasos más y es difícil describir con palabras lo que perciben nuestras almas en ese instante. Caminamos por una especie de bruma lechosa que, al contacto con la piel, produce la sensación suave de la seda. Esa percepción se vuelve más densa, hasta el punto que nos parece rozar paredes de mármol pulido. Y ese olor, tan suave, que apaga la sed como el agua de manantial... La virginidad de este lugar es total. Ahora pensamos en una luz solidificada. Sin embargo, nada deslumbra, nada interpone un velo borroso en ninguna dirección. Al contrario, nuestras trece siluetas se destacan perfectamente en este lugar.
De pronto algo pasa; es la certidumbre absoluta de entrar de lleno en un bloque helado. Es casi un dolor, y no obstante despierta una especie de dicha dormida, el recuerdo fugaz de una serenidad perdida, de un hogar olvidado.
Alguna energía se transforma en nosotros, nos moldea... No hemos visto que pasara nada, la propia luz sigue inmutable, pero en un abrir y cerrar de ojos todo se despliega de manera muy diferente en la atmósfera sutil. Se ha levantado un decorado. Es el de una inmensa estancia cuyo techo relativamente bajo está sostenido por una infinidad de columnas en espiral. Pasamos de prisa entre ellas. Están dispuestas en grandes círculos concéntricos cada vez más agrupados en torno a algo que hace pensar en una enorme peonza de cristal o de cuarzo. Es el único material que evoca en nosotros algo familiar. El suelo, el techo, las paredes, las espirales de las columnas que ascienden como volutas tienen las aparentes características de un metal en el que se hubiera imbuido una luz predominantemente naranja. En cuanto a la sensación de frío intenso, ha desaparecido, disipada de inmediato por los componentes de la sala que desprenden una agradable calidez.
«Todo ello constituye los elementos de un verdadero cerebro... Una especie de focalizador», expone brevemente uno de los Seres vestidos de azul.
Su aspecto nos llama en especial la atención. Su estatura es superior a la media, y sus cabellos muy rubios caen en largas mechas hasta el centro de su espalda. También observamos que es el único en llevar un cinturón blanco...
Acabamos de recorrer más de doscientos metros por la sala, y nuestro pequeño grupo llega ante una escalera cuyos peldaños son simples pastillas color azafrán, escalonadas en suave pendiente. Las subimos detrás del Hermano Morya, pero medimos nuestros pasos ya que este acto provoca una sensación turbadora. En efecto, nos parece no subir sino bajar y quizás incluso, por un instante, no movernos del sitio. Esta vez se confunde nuestra noción de arriba y abajo. Nuestra turbación aumenta aún más, mientras que nuestros guías, impasibles, no hacen ningún comentario.
Sin embargo, recordándonos una forma de realidad tranquilizadora, llega a nuestros oídos el ruido de un salto de agua, un poco agridulce. Parece llegar de un lejano horizonte al que nos acercamos muy rápidamente. De repente, todo cambia, como si saliéramos de una habitación cerrada. Los peldaños azafrán quedan en alguna parte detrás de nosotros, las percepciones sonoras difieren... ¡y la luz...!

Por encima de nosotros, detrás de lo que parecen colosales cúpulas acristaladas, centellea la Vía Láctea. Nos detenemos, cautivados por la belleza de ese cielo de terciopelo azul profundo; parpadean millones de estrellas rojas, verdes, amarillas, doradas... Otras tantas manos que se tienden. No sabemos si debemos dejar brotar nuestra emoción entre todos los Seres que están a nuestro lado. ¿Nos atreveremos a reír o a llorar de alegría?
Otras miradas buscan las nuestras, y se demoran en ellas, y nuestras preguntas, nuestros secretos huyen, nuestro corazón se vacía y se llena de una confianza nueva...
Sólo ahora podemos descubrir la suave claridad que nos rodea. Tiene la discreción y las promesas de un alba apenas naciente y, curiosamente, podemos movernos en ella como en pleno día.
Estamos en un gigantesco jardín interior, en el que una abundante vegetación se escalona a distintas alturas bajo grandes cúpulas traslúcidas. A primera vista contamos una decena de jardines colgantes, de múltiples esencias; sus tonalidades son armoniosas, su yuxtaposición sabiamente orquestada. Al acercarnos, cada árbol, cada planta, cada flor suscita la convicción íntima de ser la prolongación exacta del vegetal vecino. Todo en ellos casa: los colores, las formas y a veces también su despliegue. Pero el ruido del salto de agua no nos ha dejado. Bajo una pared de roca rosa medio cubierta de musgo, un chorrillo claro y plateado salta algunos metros más abajo hasta un pilón natural. Parece que se ha reconstituido aquí una especie de microcosmos. Hasta la vida animal está presente en él; unos aleteos y el vuelo de algunos pájaros blancos majestuosos nos dan prueba de ello.

«Hermanos, detengámonos aquí un instante», propone el gran Ser de la cabellera de ébano, volviéndose hacia todos nosotros.
«Para contribuir a la rectificación de miles de errores y miles de mentiras, nos parece urgente proporcionar a los habitantes de la Tierra cierta cantidad de datos nuevos relativos a las civilizaciones del Espacio y a sus vehículos. Desde hace algunas décadas, en este planeta se han transmitido y luego desarrollado demasiadas herejías tendentes a reducir la tasa vibratoria de las conciencias humanas. Hay que reaccionar, Hermanos, ya que la mutación de las almas y de los cuerpos también pasa por ellos. ¡Los seres galácticos se encargan de drenar tanto Amor hasta el corazón de los habitantes de la Tierra! Os lo ruego, dejad de convertirlos en personajes míticos o robots grotescos, máquinas de metal de las que se puede contar hasta la última tuerca. Éstos existen, os lo afirmo, pero no tienen anclaje en este sistema solar. No intervienen para nada en la energía de Shambhala sino que siguen inconscientemente el juego de las fuerzas oscuras.
»Sabed ya, amigos, que os encontráis aquí en lo que se podría llamar acertadamente una nave del Espacio, una nave-nodriza capaz de transportar en su interior y en su aura a decenas de miles de seres bajo su forma pesada o sutil.
»Es evidente; hace mucho tiempo que esta nave espera aquí, espera cierta fecha, o más bien sobre todo cierto despliegue de conciencia capaz de soportar con toda serenidad y fructíferamente una verdadera conmoción psíquica. La hora de su puesta en marcha estará en función del propio hombre, ya que no predeterminamos ningún calendario. Tal como os decía, no hagáis de ella una máquina de metal o de cualquier material trabajado con sabiduría.

»Es muy simple: en este momento estáis en el seno de una realización de lo que se podría llamar "la energía psíquica", aunque
este término siga siendo aproximativo. Esto significa que todo lo que veis y tocáis es la condensación de una energía mental que descansa en un haz permanente de luz espiritual.
No se trata de una creación de los Hermanos de Venus sino de la Hermandad galáctica entera.
»Esta nave se parece en algunos aspectos a un egrégore, cuya característica es el resultado directo de las calidades de corazón y de las capacidades mentales del pueblo de nuestro sistema solar. Sintetiza así un término medio, y por consiguiente se puede manifestar en diversos planos de conciencia, incluido el más involucionado de nuestro universo. Comprended bien que ha sido concebida mediante un planteamiento inverso al que se utiliza en la Tierra.
»Desde hace mucho tiempo, el hombre ha adquirido la certidumbre de que para crear en un campo que califica de tecnológico debe aguzar al extremo su instrumento mental, estructurar sus engranajes conforme a una lógica particular. Después, en el acto de la puesta en práctica propiamente dicho, hace intervenir capacidades de amar y de querer sujetas a sus posibilidades intelectuales de abstracción.

»Éste es el origen de su error. La nave aquí presente es la consecuencia de un planteamiento exactamente opuesto.
»Los seres que la han concebido han empezado por desarrollar cierto rayo desde el nivel de su corazón. Semejante rayo, debéis saberlo, no tiene nada en común con una visión de la imaginación.
»Es una fuerza activa, perfectamente visible al ojo único, dotada de su propio color y de una dominante sonora. Es el instrumento de partida que contiene en germen, y concentrados ya por la fuerza de Amor de la que procede, todos los conjuntos y subconjuntos que el mental dispondrá a continuación.
»Si las civilizaciones humanas desean crear la vida en lugar de alimentarse de ella, tarde o temprano deberán proceder así o de modo análogo. Esto exige una madurez del espíritu escasa en este planeta, ya que se irradia en el hombre cuya voluntad de creación no es egótica sino que corresponde a la imperiosa necesidad de armonizarse con los esquemas de vida desarrollados por la Naturaleza en su expansión perpetua.
»Hermanos, Hermanos, arraigad esto en vuestro corazón: avanzáis en un rayo
del Espíritu, en una mera objetivación de la luz divina. Conforme a las voluntades que la dirigen y mantienen, esta nave puede expandirse o reducirse casi al infinito. Será tan fácilmente visible para los seres humanos bajo la forma de una pequeña esfera de fuego como bajo la apariencia de un gigantesco disco de radiaciones fulgurantes.
»¿Quién puede dar una dimensión al Espíritu?
»¡El propio Amor sólo puede vivir si se supera perpetuamente!
»Decid a los hombres que son capaces de semejantes realizaciones. Les tendemos la mano por poco que no quieran aferrarse a ella, es decir, que acepten intentar comprender realmente, y sobre todo que estén decididos a dar. Mis Hermanos de las Estrellas han visitado este planeta miles de veces, conocen sus rincones mejor que los propios hombres.


En el futuro ofrecerán su presencia y su ayuda de forma cada vez más ostensible,pero nunca, nunca jamás y contrariando algunas esperanzas, proporcionarán una sola fórmula o un solo plano a los investigadores. En verdad no hay ni fórmula
ni plano sino un Yo que hay que conquistar y del que deriva hasta la menor de las creaciones.


»Mirad esta bóveda estrellada sobre nuestras cabezas. Es la que los hombres pueden contemplar en este mismo momento. Su visión os muestra bien cómo esas esferas espaciales luminosas que son las naves pueden servir de esclusa entre las múltiples dimensiones de existencia. Hacen las veces de puente y consiguen manifestar su presencia simultánea en diversos lugares de conciencia. Así pues, sus repentinas desapariciones en los cielos no son en general sino cambios instantáneos de estados vibrato rios. Por lo tanto, actualmente estamos manifestados en el reino de Pedro y en el de Juan, lo que significa que tenemos una realidad tangible en el plano físico y en los dos mundos superiores del Éter, ya que éstos corresponden más o menos a la zona de concretización de Shambhala.
»Por lo tanto, los hombres deben aprender a no hablar más de máquinas o de aparatos, Hermanos. Las naves son como burbujas suspendidas en el tiempo entre los mundos. Por amor, son creación en la Creación. Sin embargo, no veáis en ellas copias del Gran Todo sino una de sus nuevas expansiones, una prolongación que quiere crecer más aún.
»No os lo oculto, la actual investigación científica terrestre debe ser desactivada en gran parte. No sirve a la ley armónica del Uno, su finalidad está en la realización de ideales de poder. ¿Quién comprenderá alguna vez que el verdadero poder, la fusión con la fuerza de Vida, es fruto del supremo abandono y no de una carrera?
»¡Observad el agua! Desde su creación por comunión de diversas moléculas hasta su evaporación bajo la acción del fuego, os ofrece el espectáculo permanente del movimiento liberador y generador.
»Tenéis que saber y repetir, amigos, que la esperanza del Señor Maitreya, el Cristo, es que cada hombre y cada forma de vida individualizada concurran para hacer de la Tierra una verdadera nave, una esfera de siete y luego doce cuerpos armonizados, un jardín que ya no sea campo de experimentación o de satisfacción de los apetitos sino una explosión de alegría y de Amor. No es esperar demasiado, permitidnos estar seguros de ello. Para lograrlo, el precio de ninguna vida será demasiado elevado. Por esta flor que va a abrirse no regateamos nuestras fuerzas y llamamos a todas las voluntades a la transmutación.»

Guiados por las palabras del Ser con la larga túnica blanca, hemos caminado por un ancho sendero. Serpentea con suavidad entre las flores y la vegetación. Bajo la bóveda estrellada, bajo las cúpulas que nos devuelven sus reflejos, creemos visitar un invernadero gigante. Pero el suelo está constituido por un material predominantemente amarillo ocre que tiene la apariencia de un grueso fieltro en el que nuestros pasos se hunden con placer. Hemos olvidado hacernos preguntas, y está bien así. Si pudiera prolongarse esta desconexión de las fastidiosas costumbres analíticas humanas...
¡Disfrutar la paz, tal vez sea eso!

Ante el Hermano Morya, que sigue caminando, grandes pájaros parecidos a cacatúas se frotan el pico en el suelo y apenas si se apartan. ¿Qué hacen aquí? ¿También ellos son guías del mundo animal? Y todas esas plantas... ¿Por qué este lugar privilegiado? Las preguntas reanudan su ronda...
Entonces, uno de los Seres vestidos de azul que seguramente ha captado la madeja de nuestros pensamientos se ha vuelto hacia nosotros y ha posado una mano en su pecho.
«La circulación de las energías está libre de toda frontera —dice suavemente—. El pensamiento es una energía con el mismo título que las demás. Debe moverse para evitar desecarse, pero hay que saber sujetar sus riendas. Su dominio es una de las tareas más sutiles impuestas al alma encarnada... Detener la carrera mental no equivale a dejar de ser, Hermanos, tampoco es la búsqueda de una cobarde ataraxia... Aquí, en nuestros corazones, la suspensión de los pensamientos engendra una burbuja de silencio, una forma de revolución interna. Así nos unimos más estrechamente al Espíritu; lo que para algunos significa un "no-ser", para nosotros, en realidad, es alimento. El océano de inconsciencia que el alma adolescente teme a veces es un eterno surgimiento de olas de luz.

»Detenedlo todo, amigos, y escuchad el potente aliento de las oleadas de amor que rompen en vuestras playas profundas.»

Nuestro caminar toca a su fin, nos ha conducido hasta uno de los ángulos del inmenso invernadero. Su arista es redondeada y sus paredes netamente curvadas hacia dentro difunden una luz de un violeta pálido y diáfano.
Ante nuestro pequeño grupo surge ahora un impresionante rayo blanco vertical. Es un haz de energía que golpea el suelo, ya que a su contacto bailan minúsculas crepitaciones de reflejos plateados. El propio haz parece tan grueso como un chorro de leche continuo. Seguramente tiene más de tres metros de diámetro. La impresionante estatura del Hermano Morya se sumerge en él sin vacilar y nos atrae como por un fenómeno de imantación.
Todo se borra, el jardín y su follaje, las grandes cúpulas estrelladas. ¡Qué frescor! Hemos penetrado en una especie de vacío color de luna, un espacio vacuo entre dos mundos. Nos invade una sensación de lluvia microscópica infiltrándose hasta el trasfondo de nuestro cuerpo, llevándoselo y levantándolo hacia alguna otra realidad. Ha aparecido la misma pequeña presión en la boca del estómago, y en un instante se ha vuelto a desvanecer.
Una gran sala nos ha abierto sus paredes; acabamos de nacer en su seno. Es una gran habitación totalmente azul, redonda y tan apacible... Una mesa, circular también, adorna el centro. La tonalidad blanca de su superficie produce un efecto casi hipnótico en este universo azul. Su sobriedad está tan llena de vida... Pero lo que resulta realmente subyugante es la radiación de toda la estancia. ¿Cómo es posible que semejante profusión de ultramar y de cobalto no agreda a la vista? Semejante calidad de azul sería totalmente insoportable en la Tierra...
Tras nuestros guías damos algunos pasos en este nuevo universo. Muy pronto la vista encuentra placer en ello y descansa como en un baño regenerante. Pero no tenemos tiempo de saborear este minuto; queriendo quizá romper toda costumbre, el Hermano Morya viene hacia nosotros, nos coge las manos y las mantiene enérgicamente entre las suyas. Este contacto produce en nuestras almas el efecto de una verdadera descarga, y el sonido de su voz lo prolonga y lo vuelve todavía más conmovedor.

«Hay tanto, tantas cosas que decir, tantas cosas que quisiéramos ofrecer a los hombres, tantas cosas también que las explicaciones y las palabras pueden destruir...
»¿Cómo hablaros de la Luz eterna y de sus colores que cicatrizan el alma? Esta Luz, este azul, este blanco y otras mil tonalidades que descubriréis aquí son en cierta forma las matrices primordiales o los arquetipos de los que propone la naturaleza terrestre densificada. El propio sol físico no es sino el reflejo deformado de otro sol infinitamente más auténtico y generador de una vida más fecunda.
»La calidad de los rayos solares es lo que vuelve imposible la explosión efectiva del espectro primordial de colores en la materia.
»El astro diurno, Hermanos, sólo expone a los hombres el lado de su cara que
son capaces de soportar y de utilizar. Su polaridad y sus efectos se invierten según los estados de conciencia de la forma de vida de los que los reciben
. Es uno de los motivos por los cuales las nociones de positivo y de negativo deberían ser eliminadas de vuestros lenguajes; las eras las han sobrecargado de acepciones moralizantes.
»La Hermandad galáctica que ha concebido esta nave utiliza el más y el menos, el sol y la luna con el mismo amor, sabiendo que se puede transmutar el uno en el otro según los estados vibratorios de los cuerpos y los efectos pretendidos. No veáis en este aserto la simple aplicación de una lógica derivada de la noción de la relatividad. La relatividad comprendida por los cerebros humanos puede producir seres desengañados.
»Desde hace millones de años, vuestros Hermanos de Venus y de otros lugares aprenden a dominar los conceptos del bien y del mal, de lo positivo y de lo negativo. Lo consiguen no implicándose como jueces en el problema. Han adoptado la posición del fiel de la balanza, la del Creador.


Por la sencilla razón de que han comprendido de verdad que son el Creador en vías de realización y de identificación. De acuerdo con esta ley, florecida en sus corazones, unen estrechamente sus esfuerzos a los de Shambhala a fin de regular los ciclos terrestres lo mejor posible aportándoles un poco de sal, un poco de levadura, mucho Amor.


»Debo deciros que hace largo tiempo han tenido que intervenir muchas veces de forma enérgica en grandes movimientos de civilización tocantes entre otros a China, Oriente Medio y el pueblo de América Central. No busquéis otras explicaciones a la caída de ciertas dinastías. La espiral evolutiva así lo ha requerido a mis Hermanos. Sin embargo, no veáis en estos actos golpes infligidos por la espada del resentimiento ante una armonía, no respetada. La noción de castigo no es concebible entre quienes se han forjado a sí mismos para recibir el gran don de Amor cósmico.
»Vuestros Hermanos han tenido que actuar por respeto al devenir del hombre, porque no actuar era debilidad. A su imagen, a imagen también de Aquel que nos llama a fundirnos en Él, aprended a no alimentar resentimientos hacia quien ejecuta un acto contrario a la evolución luminosa. No es a él a quien hay que combatir sino a la fuerza de oscuridad de la cual sólo representa momentáneamente el instrumento, a menudo inconsciente, por impotencia o total ignorancia.
»Amigos, decidlo bien, la inconsecuencia es lo que alimenta y engruesa la negrura. No se lucha contra hombres sino contra pulsiones que los hacen agitarse como marionetas.
»La solución reside en la reconversión de la energía que origina esas pulsiones. Si vuestro amor no sabe operar semejante transmutación, el rayo de oscuridad resurgirá bajo otras formas quizá más insidiosas. Las lidias verbales y otras demostraciones de poder no os serán de ninguna utilidad. La ofrenda de Amor puro e incondicional bajo su rostro más noble y, finalmente, el manejo del Verbo verdadero son las únicas fuerzas consoladoras y reparadoras...
»Todos los planetas de vuestro sistema solar se han unido para aplicar esta ley. Una ley, amigos, que no lo es en el sentido en que los humanos pueden comprenderlo. Es el motor y la base de toda vida y no una manifestación arbitraria de sus emanaciones.

»En adelante, la nave Tierra no puede seguir manteniéndose al margen de la gran flota crística. Falta una nota en el arpa celeste o, más bien, una de ellas está desafinada. Pero ningún director de orquesta agitará ninguna varita mágica. Sabed que quien ama el instrumento por el cual existe, se ha incorporado íntegramente en él a todos los niveles. Aprended a escuchar, a ver, a sentir y recibiréis el modelo armónico que os pertenece desde siempre.
»No es por cierto a la Tierra en tanto que ser vivo a quien interpela la Hermandad Galáctica, sino a cada hombre, a cada mujer. La sintonización del planeta pasa necesariamente por la sintonización del corazón de estos últimos. Proclamadlo cuanto podáis, el bálsamo no vendrá de Venus, de nosotros ni de otra parte, ni siquiera de Kristos; surgirá como una gavilla de la voluntad de transparencia y de cristalización de la raza humana entera.
»Para hacer restallar el látigo de esta verdad, miles de Hermanos del Espacio se han encarnado hoy en esta tierra. Nadie debe buscarles. En realidad son similares en
todo punto o casi a los hombres, con sus debilidades y sus imperfecciones personales. Recordad bien la importancia de este detalle, ya que los Seres de la galaxia no son dioses sino, como cada ser humano, criaturas en evolución. Pueden fallar y han aceptado ese riesgo... Algunos caen. Hay que darles las gracias por ello. Reflexionad, amigos... Pedid a los hombres que se encarnen en el cuerpo de un animal a fin de hacer evolucionar su reino... Cuántos sabrán decir "sí"... Eso es el amor... No es sólo dispensar un ejemplo o una enseñanza magistral, es aceptar hablar la lengua del que es más pobre que uno, del hermano pequeño que descubre solamente un punto restringido del horizonte.
»Hay grandeza y auténtica nobleza en ese olvido de uno mismo. No os confundáis, todos los de Shambhala y de los mundos de luz han conocido y a veces conocen esos estados no de servidumbre sino de Servicio.
»Ninguna fuerza podría borrar del corazón de los Mayores el recuerdo de los tiempos en que en otros universos llevaban aún la máscara de simples mendigos.
»Ninguna fuerza podría hacer olvidar que un día un dedo ha aparecido ante nosotros, hiriéndose tal vez para señalar el sol.
»Hoy hay más de diez mil venidos del sistema solar a vestir la túnica humana. Os lo repito, no los busquéis y que no se busquen. No nacería ninguna fuerza de esta búsqueda, salvo la de probables fantasmas. Qué importa lo que se piensa haber sido, lo que se es ni lo que uno se imagina reconocer. Sólo cuenta en qué sabemos convertirnos y la suma de escorias que se acepta triturar en uno mismo. ¡Una única calidad de turba permite que se abran ciertas flores!
»Los diez mil son otros tantos fertilizantes silenciosos. Su llegada a la Tierra se ha acentuado en estas tres últimas décadas, a la vista del caparazón de inconsciencia humana. Mis Hermanos de Venus, de Júpiter y de Mercurio que presiden esta acción la han juzgado preferible a la que recurre a quienes llamáis "grandes contactados". Los seres humanos a quienes habíamos encomendado la difusión mediante contactos precisos y repetidos durante los dos primeros tercios de este siglo han encontrado demasiados obstáculos en su camino. Obstáculos debidos a la crueldad de los suyos, y también a veces a sus propios egos. En adelante, su papel predominante ha tocado a su fin. Han aceptado desempeñar la función de detonadores, con todos los riesgos que eso comportaba.
»Sabed que es la primera vez que puedo expresarme tan claramente sobre este tema. He insistido en hacerlo con el asentimiento de la Jerarquía entera a fin de atajar una multitud de preguntas, y porque llega la hora de tender puentes y más puentes, cada vez más límpidos, cada vez más decisivos, entre las Estrellas y la Tierra, entre el agua de renovación y su receptáculo. Para terminar con el tema y antes de que os haga comprender mejor el cuerpo de esta nave de Paz que nos acoge, voy a dejar hablar a mi Hermano sobre la actual forma de proceder por la que se elabora la fusión con la Hermandad Galáctica.»

Con estas palabras, la voz del Ser de cabellos de azabache parece quedar suspendida en el aire, como un eco o una vibración que labra nuestras conciencias. Entonces, en silencio, avanza hacia nosotros la silueta de la larga cabellera rubia. Su suave túnica azul descubre sólo dos pies descalzos que parecen rozar apenas el suelo. Hay en este Ser algo inexpresable que evoca la agilidad del felino y la dignidad del faraón. Sus ojos, que desde el principio se han clavado intensamente en nosotros, son de un gris muy pálido. Su brillo difunde una dulzura poco corriente.
¿Quién eres, amigo, Hermano? ¿Qué horizontes has recorrido? No contestarás a estas preguntas, lo sabemos. Tus ojos y tus brazos medio separados, como dispuestos a abrazar, son ya de por sí todo un discurso que apunta a lo esencial...
Una risa tan discreta como inesperada ha brotado de su pecho, llegándonos de lleno al corazón. Pequeño instante de emoción, de alegría y de amor compartidos...
«Hermano, Hermana, escuchadme ahora. Desde este momento hay que dejar de lado la ciencia ficción, los monstruos tecnológicos, las conexiones electrónicas, los rayos láser y demás generadores de energía más o menos ponderable.
»Los carteles indicadores del Espacio que representamos nosotros actúan de forma muy diferente. No tenemos ninguna necesidad de esa batería de artificios. Ninguna necesidad, ya que hemos aprendido que el Espacio que separa los mundos es ante todo un Espacio interior. Por lo tanto es nuestra propia energía la que nos lleva hacia los demás, y nuestro verdadero trabajo se realiza ahora en el corazón de miles de grupos que suscitamos en la Tierra. Por grupos, queremos decir reuniones informales de hombres y mujeres cuya voluntad está labrada para cabalgar esta onda de paz. Como se os ha anunciado, el tiempo de las asambleas ocultas y de los grandes misioneros se extingue progresivamente. En adelante, sembraremos la Tierra con ayuda de multitud de canales. Por múltiples detalles de todo tipo, lo solicitamos a las almas que emiten un tipo de armónico específico y cuya aura se proyecta con fuerza y transparencia lejos de su corazón.
»Entended con esto que no elegimos a nadie. Cada uno se elige o más bien cada uno nos atrae, con frecuencia inconscientemente, cuando la luz que se eleva en volutas a su alrededor ha adquirido suficiente fuerza. Todo ser se presenta entonces como un receptáculo seguro y como un emisor potencial. A partir de ese momento se constituye muy pronto a su alrededor una pequeña familia espiritual, cuya limpidez será proporcional a la suya. Uno de los aspectos de nuestro trabajo actual consiste en impulsar una enseñanza que impida una estructuración de estas familias espirituales. En la mayoría de los casos, la inobservancia o la mala comprensión de este influjo desemboca en la rápida creación de agrupaciones cerradas, intolerantes, jerarquizadas, en las cuales el ego humano se hincha y se relaja.
»Comprended que queremos sembrar en todos los espíritus una noción de
verdadera fraternidad. La era de los maestros y de los discípulos, de los misioneros y de las masas populares fanáticas debe quedar atrás
. Deseamos que todo el mundo pueda recibir... y que los que ya recogen la llamada emitida por la luz no la utilicen como una prerrogativa. Así pues, las pequeñas familias que se crean —o con frecuencia se recrean— aquí y allá no deben adornarse con ninguna apelación. La fuerza que esperamos de ellas sólo puede proceder de su carácter informal. ¡No se echa abajo lo que es inasible!


El mundo aprenderá a prescindir de rituales, y cada cual se convertirá en sacerdote de la Presencia Permanente. Ésta es nuestra esperanza, y el sentido de nuestro don a la humanidad.


»Mi Hermano Morya ha insistido en el aspecto no tecnológico y energético de las naves como ésta. Tal vez, sin embargo, os preguntéis cuál es el significado de su existencia, ya que nuestros cuerpos pueden trasladarse por sí mismos a través del Espacio y de ciertas frecuencias del Tiempo. Su creación nos ha permitido una aproximación tranquila y anónima a los seres humanos. También les ha proporcionado un soporte de observación y de reflexión lo bastante impersonal para la germinación de algunos conceptos. Esto representa el primer aspecto de la cuestión. El segundo encuentra su respuesta en el hecho de que ningún ser representa el punto máximo del Conocimiento y de la Perfección. Aunque os parezca que estamos lejos del hombre, tenemos necesidad de evolucionar, y nos son imprescindibles ciertos soportes de estudio con miras a la comodidad.
»Utilizamos la energía en sus formas sutiles y densas como el místico recita un mantra y luego una oración. De hecho, el espíritu, el alma y el cuerpo no presentan oposición, ya que cada uno de ellos contiene en sí a los demás. La tarea de la raza humana actual consiste exactamente en fundirlos mediante el dominio y la radiación de su corazón. Esto pasa, claro está, por la supresión de todas las fronteras. No se trata sólo de abrir un estado de espíritu planetario, como afirman algunos. Se trata también, y sobre todo, de alejarse de la noción de "terrestralidad". Debéis amar a la Tierra como a una nodriza que os ofrece su sustancia vital, pero eso nunca deberá impedir que os sepáis los hijos del cosmos.
»El Océano de las estrellas es el fluido vital del Sin Nombre. Las aguas matriciales de su aspecto material llaman inexorablemente a todos los soles en marcha por el camino de la Vida...
»Amigos, esperamos a la Tierra en el seno de la Hermandad Galáctica, no para incluirla en un movimiento sino para ayudarla a alcanzar una órbita en la que dispondrá de sí misma, consciente del edificio de la Verdad.
»Para ello, a veces nos reunimos en esta sala o en lugares parecidos en otras naves. Nuestra principal preocupación en torno a esta mesa es limitar la acción de algunas influencias procedentes de diversos puntos de la galaxia. No podemos esconderos que existe una especie de Hermandad de lo Oscuro ajena a nuestro sistema solar y cuyos objetivos revelan todavía un carácter típicamente egótico.
»Sobre todo, no os confundáis sobre el significado de mis palabras. No queremos convertir a los seres que la componen en una representación de la fuerza del mal. Lo que podéis llamar fuerza del mal no será nunca más que uno de los rostros de la energía cósmica mal utilizada por el libre albedrío de las formas de vida que disponen de ella. Nuestros Hermanos de lo Oscuro no son nuestros enemigos. No los consideramos como tales, al menos no en el sentido en que el ser humano admite este término. Si así fuera, también a vosotros podríamos concebiros como enemigos. Son criaturas en evolución, sumidas todavía en un reino tecnológico, muy cercanos a este planeta por la motivación de sus dirigentes. No los veáis en todas partes, no emitáis ningún pensamiento de odio hacia ellos, no los imaginéis como agresores potenciales. Aún no son más que alumnos egoístas de la Gran Corriente Única. Sabed simplemente que existen y utilizan métodos de sensibilización copiados de los nuestros.
»Por lo tanto, ojalá podáis comprender, Hermanos, que cada palabra brotada de las Estrellas no es necesariamente palabra de Paz o de Luz aunque su entonación lo deje creer. De esta verdad no debe nacer la desconfianza sino más bien el discernimiento. ¡Tantas mariposas se queman las alas en contacto con una luz que aún es sólo un fuego calcinante! Amad a vuestros amigos de la Sombra por la oportunidad que os brindan de forjaros una espada de limpidez y de clarividencia. Si caéis, dadles las gracias por esa suerte inesperada que os curte en el sendero de la Búsqueda. Así sabréis cuál es el abismo vertiginoso que separa la afectividad del Amor.
»En nombre del pueblo que me ha formado os pido simplemente que no os abráis a las fuerzas que os prometen el Grial de la humanidad en bandeja de oro o bermellón. No hay más mesías que el corazón del hombre... Así se debe entender el mensaje de las Estrellas y de vuestros Hermanos del Diez-y-Siete.»

Con estas palabras, el Ser de la larguísima cabellera rubia ha juntado las manos sobre su pecho. Algo más florece en él, podemos sentirlo. Sus ojos centellean, y es como si murmuraran a cada uno de nosotros: «Toma la Paz a manos llenas... No es un regalo del Cielo. Es un tesoro que te pertenece eternamente, y cuya huella cristalina te recuerda...».
Nuestro pequeño grupo se ha puesto de nuevo en marcha, y ahora seguimos al Hermano Morya fuera de la sala azul. Una serie de anchas puertas de medio punto nos descubre numerosas salas. Sus formas, su disposición y su luminosidad apenas entrevistas suscitan extrañas sensaciones en nosotros. En todas partes, los coloridos a la vez tónicos y suaves evocan una fuerza fabulosa. A medida que avanzamos nos parece recorrer en realidad las franjas de un arco iris. Es un baño de juventud para la vista y para el alma. En muchos lugares aparecen espesos follajes, mostrando, por si aún fuera necesario, hasta qué punto se ha infiltrado la naturaleza hasta aquí a fin de unirse a las líneas so-brias que constituyen la nave.

Están lejos de las imágenes sofisticadas de las pantallas de plexiglás; resultan irrisorias las terminales surcadas por relámpagos y los miles de botones parpadeantes de nuestras películas futuristas. Todo está casi vacío. Apenas si observamos algún objeto extraño, pero tan lleno de presencias indefinibles...
Nuestro avance silencioso se ha prolongado hasta una estancia circular, menos amplia que las precedentes, bañada en un débil resplandor violeta. En su centro descansa sobre el mismo suelo una semiesfera transparente, lisa como cuarzo. Su destello suave y en perpetuo movimiento tiene algo mágico... Un Ser espigado está ligeramente inclinado sobre ella. Él también luce una larga cabellera color miel. A nuestra llegada se ha vuelto con lentitud y ahora descubrimos un rostro muy joven, de una belleza casi ascética..., un singular equilibrio de fragilidad y de potencia.

«Aquí estáis...», parece decir discretamente con un ligero gesto de los párpados...


Ángel Khulman