Meter baza, enmarañar, confundir, liar, despistar, todo vale para llevar a cabo el propósito; es decir, que la verdad se halle perdida bajo el caos y desorden de un montón de apestoso estiércol, y que el consumidor de esa verdad o, incluso, algún valiente e ingenuo durmiente con ánimos de investigar se sienta cada vez más agotado, sin una pizca de entusiasmo para seguir buscando.
Para la élite, la desinformación se trata del arma más “mortífera” de una guerra sigilosa y moderna que se libra en la actualidad, en un escenario cada vez más complejo de ser conquistado por el pueblo. La red es el principal campo de batalla, y existen verdaderos guerreros a sueldo, mercenarios sin escrúpulos que viven de ello. Mientras este hecho se produce el resto de mortales desconocedores de la realidad caminan como pollos sin cabeza por un laberinto que apenas tiene una salida: Despertar. Pero, con esta arma, ¿cómo es posible defendernos? ¿Cómo zarandear a los durmientes? Esta es la pescadilla que se muerde la cola. Pese a ello, tenemos que seguir actuando. Nuestra intuición va en aumento a medida que vamos adquiriendo conocimiento. Por lo tanto, la defensa que disponemos es la de informar, aumentando nuestro nivel de discernimiento. Seguro que habrá alguien receptivo a punto de iniciar su propio proceso personal.
Lo curioso de todo esto es que, en medio de la confusión y del caos, muchos de nosotros mismos, al igual que hace el escarabajo boñiguero, ayudamos a que el desconcierto generalizado crezca de una manera incontrolada, cuya desinformación es compartida por las múltiples redes sociales que “convenientemente” nos han puesto a nuestra disposición.
Y es que, cualquier información que no se ajuste a los estándares del sistema puede estar sujeta a alguna campaña desinformativa, ya sea haciendo uso de la ridiculización en los medios públicos, oficiales o no, o vertiendo sobre ella grandes dosis de falsedad. Con esta técnica, una Verdad, por muy real que sea, es muy fácil encubrirla, emparedarla, lapidarla para siempre. Basta con un simple proyectil bien dirigido, y el resto de la sociedad, ciega e idiotizada de diversas formas, se encarga de rematarla; digamos que hacemos gratuitamente de mercenarios contra nosotros mismos.
Sí, tengamos presente que somos un gran banco de peces a merced de depredadores que están al acecho de nuestros falsos movimientos, pero también de auténticos pescadores profesionales que esperan pacientes que caigamos en sus redes.
En absoluto quiero ser pesimista, pero hay verdaderos conocedores de este problema que dan por perdida a la raza humana. Y con perdida no quiero decir desaparecida, sino anestesiada ante la realidad. A pesar de ello, confío en que lleguemos a esa masa crítica necesaria para que la balanza gire en torno nuestra.
Comencemos pues, a discernir todo tipo de noticias, sobre todo las oficiales, ya sean etiquetadas de verdadera o de falsa, y no dar por sentado nada. Porque es probable que lo que aparenta ser “verdadero” no lo sea tanto, y en lo “falso” haya más mimbre de verdad de lo que podamos imaginar. La cuestión: no caminar por el sendero que te marcan como único válido, sino por el tuyo propio.
Ensil