EL SECRETO DE TIAMAT: Capítulo 15 - ¿Quién me susurra en los sueños?



Polo Sur - La Antártida

Escasos rayos de sol se dejaban entrever tras las ramas de los árboles, éstos parecían acariciar los cuerpos que yacían alrededor de un fuego moribundo. La luz del escenario era perpetuamente la misma, pero las sombras cambiaban en función del recorrido circular del sol, siempre inclinado. A su ritmo, continuaba el curso del río, nada le importaba el tiempo y tampoco nada lo hacía detener. El soniquete del agua que fluía veloz por la orilla, los cánticos lejanos de las diferentes aves intentando cortejar a una hembra, unido a la paz y armonía del maravilloso paraje, hacía rápidamente conciliar un profundo sueño. Peter fue presa fácil; último en realizar la guardia, completamente dormido quedó en mitad de la misma. Su cabeza reposaba plácidamente hacia la derecha.

El joven científico se hallaba a unos cinco metros del fuego, con la espalda apoyada sobre el tronco de un árbol. Abandonada sobre sus piernas, la libreta abierta llena de apuntes.

Como si de un eco se tratase, la voz de una hermosa mujer resonaba a través de sus neuronas. Ésta se acercaba hacia él con paso sereno. «¡Shsss! Peter —le susurró suavemente—, observa bien mi rostro. Cuando despiertes debes recordarlo. ¡Recuerda! ¡Recuerda! ¡Recuerda!».

De pronto, la mujer desapareció de su vista, y Peter despertó sobresaltado. «¡Imbécil! Te has quedado dormido» pensó.

Miró el reloj y comprobó que se había demorado unos minutos en despertar a los demás.

—¡Ehhh, bellas durmientes, es hora de levantarse!

Los tres se incorporaron refunfuñando. Se acercaron a la orilla a refrescarse la cara áspera por la barba de dos días.

—¡Joder, Peter! Tú siempre tan oportuno. Justo cuando me has despertado, estaba a punto de entrarle a una chica —dijo fastidiado Marvin secándose el rostro.

A Peter le hizo gracia y le preguntó:

—¿También has soñado con una mujer?

Inmediatamente, Norman sorprendido giró la cabeza por la pregunta que Peter le hizo a Marvin:

—Me parece que no habéis sido los únicos —dijo éste sonriendo—, yo también he soñado con una misteriosa mujer.

Eddie, al oír a sus compañeros, frunció el ceño y refiriéndose a Marvin preguntó indignado:

—¿Qué clase de mierda nos has dado para fumar? ¡Yo también he soñado con otra mujer!

—Te prometo que eran puros normales —se excusó Marvin confundido—. Puros habanos que suelo comprar para uso particular.

—No han sido los puros Eddie —explicó Peter—. Si recuerdas, al final no llegué a fumar nada y también he soñado con una mujer.

—¡Extraña coincidencia! —exclamó Eddie mientras se secaba.

—Tal vez fueron los peces que comimos —apuntó Peter—. Dada las particularidades del lugar, es probable que puedan contener alguna sustancia alucinógena.

—Pues si eso es cierto, no me importaría llevarme a casa unos cuantos ejemplares —interpuso Marvin bromeando.

—No deberías tener esos sueños adúlteros —reía Peter—. No olvides que estás comprometido con tu chica.

A aquella coincidencia no le dieron mayor importancia, después de todo no había ocurrido nada por lo que preocuparse.

Se dispusieron a partir, pero justo en el instante en que empleaban el resto de agua de las cantimploras contra los escasos rescoldos del fuego, una palabra comenzó a resonar en lo más profundo de sus cerebros, como si alguien les hablara mentalmente.

«¡Recuerda! ¡Recuerda! ¡Recuerda!», aquella voz se repetía de forma incesante en sus entrañas.

Los cuatro, como si sufrieran de una gran resaca, se echaron las manos a la cabeza. Sin saber que les estaba sucediendo quedaron aturdidos durante unos segundos. Mientras tanto, comentaban entre ellos sobre la misma palabra del sueño: «¡Recuerda!», que aparecía una y otra vez en sus cabezas. Empezaban a asustarse con la idea de estar enfermos, por lo último que comentó Peter sobre el pescado que comieron. Pero la palabra repetida «¡Recuerda!» y aquella bella mujer permanecía en sus mentes, como si grabada a fuego estuviese.

Sin embargo, un momento después una tremenda paz invadió su interior, cosa que les ayudó a tranquilizar los nervios de una manera extraordinaria.

De inmediato, un mensaje distinto y alentador comenzó a fluir por sus cabezas:

—«Confiad en mí, no tengáis miedo. Acercaos cincuenta pasos hacia el interior del bosque» —fue la frase que todos, incrédulos y con caras de circunstancias, oyeron mentalmente. Sin embargo, pudieron percibir en aquellas palabras una influencia relajante y pacífica.

Un gran desconcierto los abordó. Eddie, con cierta desconfianza de lo que pudiera ocurrir, les hizo señas para que empuñasen el machete. No obstante, aquella misteriosa voz no paraba de sonar en sus entrañas: «¡Confiad! ¡Confiad! ¡Confiad!», palabras que llegaban impregnadas de más paz y tranquilidad. Como si estuviesen arrastrados por ellas, no tuvieron más opción que acercarse sigilosamente hacia el interior del bosque. Cuanto más se acercaban, con mayor claridad percibían la voz interior, y aún mayor era la paz y tranquilidad que les transmitía.

—«Sentaos, por favor» —invocó la serena voz interior.

Aún con los machetes en las manos, y algo recelosos por lo que pudiera suceder, al fin se acomodaron sobre unos grandes trozos de rocas grises que, curiosamente, parecían estar dispuestos para ellos. Justo enfrente, a tan sólo tres metros se hallaba otro. Cubierta por toda clase de árboles, escasos rayos de luz ofrecían a la zona un ambiente algo sombrío y misterioso. Un lugar que al juzgar por su disposición daba la impresión que lo habían preparado para algún tipo de encuentro.

—No vais a necesitar esos machetes —dijo con voz alta y aterciopelada una enigmática mujer, vestida con un atuendo no menos insólito, justo detrás de ellos.

Esta vez fueron palabras claras y sonoras la que escucharon con sus propios oídos. Cosa que les produjo tal sobresalto que los hizo brincar de sus asientos, al tiempo que giraban sus rostros hacia ella.

La misteriosa dama, sin detener su lento paso y de una manera apacible, se dirigió al trozo de roca que quedó libre frente a ellos y lo tomó como asiento. Durante unos segundos, les dio tiempo a observar que se trataba de una mujer relativamente joven, pero con una actitud sorprendentemente madura, y que transmitía mucha seguridad en sus gestos. Ojos grandes y negros parecían brillar más de lo normal en su expresivo rostro, cuyo cabello largo y oscuro caía lacio a ambos lados. Las vestiduras eran simples y sin adornos, en apariencia bastante cómodas: pantalones anchos de color verdoso; blusa con forma redondeada en el cuello, también ancha y de un verdor más claro, que le cubría casi hasta las rodillas. Justo en la mitad, donde se supone que habría de ir la hilera de botones, tan sólo se perfilaba una franja oscura que aparentaba hacer la misma función.

Pero de repente, de la manera más increíble, sus vestiduras comenzaron a tomar el color de la roca a la cual estaba sentada, de modo que, extraordinariamente se tornaron de un color gris oscuro.

—Llevamos esperando este encuentro desde hace mucho tiempo —comenzó a hablar—. Más de lo que podáis imaginar.

—¿Eres tú la que ha puesto las voces en nuestras mentes? —preguntó Eddie impresionado.

—¡Sí! —contestó sin entrar en más detalles.

—¿La que entró en nuestros sueños? —siguió Peter.

La mujer asintió con la cabeza.

Entre ellos se miraron sorprendidos. No daban crédito a todo aquello.

—¿Qué haces aquí y quién eres? —inquirió Eddie.

—Para que lo entendáis con vuestras palabras. Soy una mensajera y protectora de la zona. Izaicha es mi nombre humano, y estoy aquí para comunicaros algo muy importante —contestó de forma explícita.

—¿Tu nombre humano? ¿Es que no eres humana? —preguntó Marvin.

—No lo soy.

—Entonces… ¿De dónde vienes? ¿Eres extraterrestre? —sentía tremenda curiosidad Peter.

—Soy más terrestre de lo que podáis ser vosotros. Pero no soy como vosotros.

—¿Por favor, puedes explicarte? —insistió Eddie.

—Quiero advertiros que seré muy breve contestando a vuestras preguntas. Para cumplir vuestro objetivo, necesitáis saber cierta información que os daré también de manera muy concreta. Por el momento, no me está permitido contaros todo, lo sabréis cuando lleguéis al final de vuestra misión.

¿Quién era esta mujer? ¿Por qué les estaba contando todo esto? ¿Qué tenían que ver ellos en todo este asunto? Tales eran las preguntas que los cuatro se hacían internamente.

—A partir de ahora —prosiguió Izaicha—, continuaré hablando hasta que termine de exponer lo que debéis saber. Podéis detenerme si necesitáis hacer alguna pregunta.

—¿Te envía alguien? —le cortó Norman—. ¿Cómo sabías que estábamos aquí?

—Desde que entrasteis en la zona —explicaba ella—, os hemos estado siguiendo con nuestras naves. Seguramente habréis notado nuestra presencia.

En ese momento recordaron las ilusiones ópticas que creían haber visto aún en las montañas, y el incidente en el río tras ver sobrevolar aquellos objetos.

—Debéis saber que sois los elegidos —proseguía—. Vosotros habéis sido los primeros seres humanos, fuera de la organización, en llegar a este punto. Nuestra Federación sólo nos permite ofrecer cierta información a aquellos que llegan hasta aquí, únicamente la precisa para que podáis continuar. A medida que os acerquéis al objetivo se os suministrará un mayor conocimiento. Para ello, el tiempo que disponemos es muy limitado, pues debéis saber que vuestras vidas corren peligro.

—¿Elegidos? —exclamaba Eddie—. ¡Nosotros no tenemos nada que ver! Sólo vinimos a buscar los restos de otra expedición.

—Ellos ya saben que estáis aquí —seguía explicando Izaicha—. Para deteneros han enviado a sus centinelas.

—¿Ellos? —saltó Marvin— ¿Quiénes son ellos?

Tras una pausa prosiguió la mujer:

—Es difícil explicaros eso en estos momentos. Para que podáis entender, existe una especie de gobierno en la sombra.

Los cuatro estaban tan desconcertados que creían estar aún en el sueño.

—Se trata de una organización secreta. No desistirán hasta encontraros, e intentarán por todos los medios acabar con vuestras vidas. Por eso el tiempo es vital. Debo darme prisa en daros esta información, pues el éxito de la misión depende de ello, y vuestro futuro también.

—No comprendo nada —interpuso Eddie—. ¿Por qué nosotros?

—Ya os lo dije. Sois los elegidos. Vuestro libre albedrío es lo que ha hecho que lleguéis hasta este punto. Otros grupos de exploradores no lo consiguieron porque sabían mucho más de lo que vosotros aún sabéis. Precisamente, vuestra ingenuidad os ha ayudado a lograrlo. Sé que ahora mismo no creéis ni una sola palabra de lo que os estoy diciendo, y en realidad eso es bueno para el devenir de vuestros acontecimientos en el futuro, pero muy pronto, os daréis cuenta, por vosotros mismos, de que es así como debe ser. Vuestro éxito será nuestro éxito también y el éxito de todos los seres y razas del planeta. Disculpad por la brevedad, pero ahora no puedo contar mucho más.

Mientras Izaicha hablaba, ellos creían que estaban ante las elucubraciones de una perturbada mental. «¡Esto no puede estar pasando! ¡No! ¡Esto no puede ser real!», pensaban.

—La realidad como vosotros la conocéis no es tal —proseguía ella mientras les leía la mente. Los cuatro se miraban con cierto escepticismo, pero al mismo tiempo sorprendidos por tan increíble habilidad—. Lo que veis, lo que sentís, incluso lo que creéis ser es el producto de una manipulación por diversos intereses. Vuestra civilización está siendo sometida a una grave adulteración por parte de una raza externa.

Izaicha dejó unos segundos para que pudiesen digerir todo aquello antes de continuar.

—Ha llegado el momento en que os tengo que revelar hacia donde os dirigís físicamente. Se trata de nuestro mundo. Un lugar jamás visto antes por el ser humano. Os estáis adentrando hacia el interior del planeta, hacia lo que algunos de vuestros pensadores han llamado la Tierra Hueca. Pasaréis a través de la llamada Apertura Polar Sur. Ahora debéis penetrar por ella y llegar hasta el interior para comprender vuestra nueva realidad. El humano siempre pensó que estaba solo en el universo, y que la Tierra era maciza, pronto veréis con vuestros propios ojos que no es así. En el interior habitamos dos razas completamente diferentes, cuya hermandad es absoluta: la aghartiana es una de ellas, y la otra reptiliana, a la cual yo pertenezco. Desde tiempos remotos, incluso antes de que vosotros los humanos existierais, vivimos de manera fraternal en nuestro mundo interno. Mi raza reptiliana es autóctona de la Tierra. Sobre este tema solo os puedo informar hasta aquí.

—Si es cierto que tu raza es reptiliana —saltó Peter algo angustiado—, ¿por qué tienes forma humana y no de reptil?

—Porque si me mostrase como realmente soy os horrorizaríais —contestó ella—. Nuestra evolución se encuentra adelantada cientos de miles de años de la vuestra. Eso nos ha permitido desarrollar las capacidades extrasensoriales y mentales, así como nuestras habilidades psicoastrales, que vuestro nivel evolutivo no os permite comprender.

—¡Demuéstranoslo y entonces te creeremos! —exclamó astutamente Eddie.

Izaicha no dudó un instante, se incorporó, y con paso firme se aproximó a ellos. El gesto inesperado de la mujer los hizo saltar de sus asientos. Y de inmediato se llevaron la mano a la zona del cinturón donde tenían enfundados los machetes.

—¡Entregádmelos! —exclamó suave, pero con decisión.

No sabían por qué lo hacían, sin embargo, no sin recelos les prestaron los machetes. Izaicha los agarró con extremo cuidado y uno a uno los fue colocando de punta encima de una de las rocas, haciéndolos girar sobre su propio eje durante varios minutos. Impactados los cuatro, quedaron sin poder articular una sola palabra.

Después, y mientras los machetes seguían girando sobre sí mismos, Izaicha acercó su rostro aún más hacia ellos y dijo:

—Ahora fijaos en mi cara.

Poco a poco, su faz comenzó a cambiar a un color verdoso y a transformar sus facciones a una textura escamosa; de la misma manera, las negras pupilas de sus ojos se ovalaron de arriba a abajo.

—¡Basta! ¡Basta! —exclamaba aterrado Peter —. ¡No es necesario más!

De nuevo se cruzaron las miradas sin dar crédito a lo que estaba aconteciendo. Sin embargo, sus mentes comenzaron a abrirse a otras posibilidades, aunque éstas fueran inconcebibles para sus viejas creencias.

Izaicha se volvió hacia su sitio y los machetes cayeron sobre la superficie de la roca haciendo un ruido metálico.

Ciertamente existe una frontera de profundidad abismal que el ser humano debe transitar cuando él mismo experimenta lo antitético; del más puro escepticismo al punto más extremo de la credibilidad sólo hay un paso. Tal fue el caso de Eddie.

—Está bien —dijo resignado—, creemos lo que dices. Pero esto es antinatural.

Probablemente, Eddie equivocó el término y quiso decir “sobrenatural”, no obstante, incluso este adjetivo va en función del conocimiento sobre la naturaleza. ¿No es natural, pues, el pulpo cuando se mimetiza con el entorno? ¿O cuando ciertos organismos vivos disponen de cuerpos luminiscentes? ¿Acaso es antinatural la propia evolución de la naturaleza? ¿No sería más antinatural ver correr la sangre entre hermanos a causa de las conquistas? ¿De niños hambrientos retorciendo sus cuerpos en la miseria mientras otros ostentan grandes fortunas? ¿No es antinatural que los puestos en los que la responsabilidad debe demostrar total lealtad al pueblo lo ocupen personas sin escrúpulos?

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Eddie.

—Únicamente continuar como lo estabais haciendo —contestó ella—. Mi función era sólo la de informaros llegados a este punto. Por vuestro bien y por el bien de nuestra futura alianza no os puedo contar mucho más.

—¿Alianza? —intervino Peter— ¿De qué futura alianza hablas? ¿Quiénes formarían parte de esa alianza?

—Nosotros —respondió—, las dos razas que vivimos en el interior de la Tierra, y también vosotros los humanos de la superficie. Para eso es necesario que el ser humano despierte a su auténtica realidad. Nuestra ley universal no nos permite intervenir, por lo que tendréis que hacerlo por vosotros mismos. Es la propia humanidad la que tiene que proceder por si misma, nada ni nadie debe inmiscuirse en su propio desarrollo evolutivo. El libre albedrío ha de ser respetado.

—Has hablado sobre una organización —recordó Norman—. Según tú, ellos saben que estamos aquí y pretenden eliminarnos. ¿Quiénes forman parte de esa organización? ¿Quiénes son? ¿Podría informarnos algo sobre este punto?

—Bueno, la contestación a esta pregunta es muy complicada teniendo en cuenta que debo responder de una forma concisa —comentó la mujer antes de realizar una pequeña pausa—… Debéis saber que todos los acontecimientos transcendentales que han tenido lugar en la historia de la humanidad han sido orquestados y dirigidos por “ellos”. Esta organización la integran varias sociedades secretas. Se trata de una especie de gobierno mundial que trabaja con una única finalidad: controlar y manipular bajo sus propios intereses, mientras actúan escondidos en las sombras y ocultos a los ojos de todo el mundo. Ellos no necesariamente son todos humanos.

—¿Intentas decirnos que algunos de los miembros de ese gobierno no son de la Tierra? —objetó desconcertado Marvin.

—Afirmativo. Y si la propia humanidad no comienza a despertar de su sutil manipulación, lo continuarán haciendo hasta que para vosotros sea demasiado tarde. Lo cierto, es que algunas de las figuras políticas más importantes saben lo que está ocurriendo, mientras venden fielmente sus corruptos y oscuros servicios a costa de su inmunidad, o incluso por grandes beneficios económicos y de poder.

—¿Cuál es el propósito de formar la alianza? —quiso saber Eddie.

—Hacernos más fuertes en nuestro propio planeta. Existen millones de razas ahí fuera, y no todas con buenas intenciones. Con nuestra tecnología conseguimos explorar buena parte del universo, y hemos detectado que existen razas muy rebeldes e itinerantes. Normalmente, éstas, casi nunca disponen de planeta propio, y viajan de un lugar a otro con naves nodrizas del tamaño de nuestro planeta, incluso a veces más grandes. Expandirse por todos los rincones del cosmos es la manera que tienen de evolucionar, pero a veces lo logran a costa de la destrucción o manipulación de otras civilizaciones menos avanzadas que ellas. Estas razas no respetan las leyes establecidas por la Confederación Galáctica. Es aquí donde tengo que interrumpir esta información, no puedo contar más.

—¿Por qué debemos llegar al interior de la Tierra? —inquirió Peter.

—El planeta —explicaba ella—, en contra de lo que podáis pensar, es un ser vivo al igual que todos nosotros. Dispone de su propio mundo interior del mismo modo que el resto de seres vivos. El ser humano no es diferente, también tiene un interior que tarde o temprano tendrá que explorar. Hubo un momento de la historia en que conocíais vuestra verdadera naturaleza; conocíais cual fue vuestro origen. Ahora habéis olvidado todo eso; no recordáis cual es el auténtico propósito de la existencia, ni tan siquiera quienes sois realmente. Habiendo suprimido todos vuestros sentidos, actuáis como robots programados. En estos momentos, vuestra civilización da mucha más importancia a lo superfluo, lo banal y lo material; únicamente mostráis interés en el poder sobre los demás. El conflicto entre naciones es un recurso demasiado usado en vuestra raza. Creáis fronteras para decidir qué os pertenece y qué no, de modo que os encontráis cada vez más divididos, fragmentados, dispersos en la nada como una isla en medio del océano; encerrados en un ego que crece por momentos. Vuestro interior se ve abocado al vacío, y poco podréis hacer si no comenzáis a deshaceros de vuestra manipulación para cambiar la visión de la existencia a la que pertenecéis. Para ello estáis aquí. Es necesario que viajéis al interior del planeta Tierra; desde allí volveréis a ver la esencia de vuestro ser. Despertaréis a la realidad, y seréis los emisarios, los mensajeros de la civilización humana de la Tierra. La humanidad necesita del conocimiento que adquiráis. A través de vuestros descubrimientos y experiencias la conciencia colectiva de los seres humanos comenzará a expandirse. Lograrlo depende de vosotros; de vuestra propia evolución en el recorrido; de la intención y de la voluntad que mostréis en ello. No será fácil, pero en el momento en que vayáis alcanzando las metas, se os ofrecerá más conocimiento.

Una pequeña luz parecía comenzar a iluminarles el interior; sin embargo, la respuesta a la interrogante que planteó Norman los dejó tremendamente desconcertados, abriéndoles una puerta inexplorada difícil de asimilar.

—¿Desde cuándo nos tienen manipulados?

—Esa es una pregunta que conlleva vertientes muy profundas —explicaba Izaicha un tanto pensativa—. Pero me temo que tendré que ser muy breve en la contestación. Sólo puedo anunciaros que vuestros biólogos y naturalistas no están del todo en lo cierto con respecto a la historia evolutiva de la humanidad. Hay algo que desconocéis: la vuestra no fue una evolución natural; la raza humana de la superficie de la Tierra fue intervenida genéticamente. Complejas y diversas razones llevaron a ello, cuya totalidad no daría lugar a conocer en el corto tiempo que disponemos. No obstante, para comenzar aclarando un tema que os confiere por derecho propio y que a lo largo de vuestro recorrido iréis descubriendo, habéis de saber que el motivo fundamental por el cual se llevó a cabo vuestra intervención genética fue la necesidad de una aceleración evolutiva. Por supuesto, los hechos son mucho más numerosos y extensos que todo esto; pero en estos momentos, por vuestro bien y el bien de todos es lo que puedo contar.

Al oír la respuesta, los cuatro quedaron literalmente petrificados sobre la roca, parecían formar parte de la misma.

De repente, a Eddie le surgió una preocupación que de inmediato trasladó a Izaicha:

—¿Corren peligro nuestras familias?

—Es algo que no podemos saber… —dijo la mujer desviando un instante su mirada hacia el terreno—. Sin embargo, pensamos que la astucia de esta organización no permitirá hacer daño a vuestras familias —tranquilizó—, ya que levantarían demasiadas sospechas. Aunque es un riesgo que debéis tener presente. En cambio, si os encuentran a vosotros —mantuvo un pequeño paréntesis—... utilizarán los medios de comunicación para explicar vuestra desgraciada desaparición, tal y como ha sucedido en otras ocasiones.

Ese fue un momento lúgubre y silencioso. Incluso parecía que el propio tiempo detuviese su respiración.

—Como ya os he explicado —aseguraba Izaicha—, nada ni nadie os obligará a acometer esta misión. Vosotros tenéis la última palabra. Si no es afirmativa, de inmediato seréis trasladados con nuestra nave a una región segura para que podáis regresar a casa.

Si un momento antes el tiempo parecía haberse detenido ante ellos, ahora eran sus venas por las cuales corría la sangre de una forma torrencial; el corazón les palpitaba como nunca antes lo había hecho. En el interior de un túnel oscuro y tenebroso se encontrarían enfrentados sus sentimientos, en cuyo punto central debía dilucidar el alma; pues, o bien intentaban acercarse al horizonte para encender la luz de la esperanza, o bien regresaban a salvo al calor de sus familias.

Aquel dilema sólo les demoró unos segundos.

A veces, una cosa tan profunda como es la iluminación de los ojos, basta únicamente para conocer qué emerge de dentro. ¿Es quizá que a través de ellos la conciencia se manifiesta?

Aquellas miradas, al unísono, confirmaron la respuesta. Y Eddie hizo de interlocutor:

—¿Cómo podremos protegernos de ellos durante el recorrido?

—Vuestra mejor arma es vuestro instinto —dijo Izaicha con firmeza—. Habéis llegado hasta aquí gracias a él. Seguid confiando en vosotros mismos y lograréis llegar al final. Ahora debo explicaros algo sobre la ruta que debéis tomar: en la entrada al cuello de la apertura polar sur existe una zona llamada “El Anillo”. Al igual que ocurre con la Antártida, la mayor parte de esta zona es iluminada por el Sol exterior durante los seis meses del periodo estival, por contra, esta zona comprendida en “El Anillo”, sí dispone del día y de la noche, muy similar a cualquier lugar exterior del planeta. En el tramo final de su recorrido, “El Anillo” posee una pequeña franja de cuarenta y cinco kilómetros nombrada como “Zona Oscura”. Debido a su disposición geográfica con respecto a los soles exterior e interior, esta zona jamás ha sido iluminada. Es la antesala a nuestro mundo, y está prohibido cruzar por ella a todo ser ajeno al Mundo Interno, a menos que sean exploradores humanos que estén autorizados por nosotros. Esa es una de nuestras funciones como protectores de la zona exterior de la apertura polar sur. Una vez lleguéis allí estaréis a salvo, para ello, todavía os falta por recorrer unos trescientos setenta kilómetros.

Ahora la perplejidad era el gran signo de sus miradas. Sus rostros mostraban cierta resignación y asombro ante tanta información de golpe, imposible de encajar por completo para cualquier mente aún no preparada. Izaicha se incorporó y, del interior de la franja oscura de su camisola, extrajo lo que parecía un plano doblado en cuatro partes. Su tacto era extremadamente suave y semitransparente, como de caucho, y muy flexible de manipular. En cada una de sus esquinas disponía de un punto de diferente color. Con un dedo tocó levemente uno de ellos y, como por arte de magia, apareció perfectamente dibujada la Tierra y su interior con sus aperturas polares. Les señaló la disposición de ambos soles; el sol exterior y el sol interno de la Tierra Hueca. De nuevo palpó otro punto de color y apareció un detalle ampliado del área en donde se encontraban situados —justo antes de la zona de “El Anillo”—, indicándoles, claramente, la “Zona Oscura” y la imposibilidad física de luz en ésta; pues, los rayos de ambos soles no llegaban a interceptar en ese tramo. Una zona que podía abarcar aproximadamente los cuarenta y cinco kilómetros comentados anteriormente por ella.


—Tomad esta carta de navegación —ofreció Izaicha cordialmente—. Yo misma la he configurado para vosotros. Os ayudará a comprender el camino que debéis recorrer. Para evitar futuros problemas, está programada de forma que, una vez lleguéis al destino marcado, se auto descomponga en materia orgánica; si no lo lográis en un tiempo prudencial, igualmente se corromperán sus partículas.

—¿Cómo pretendes —preguntaba desconsolado Eddie— que consigamos atravesar trescientos setenta kilómetros hasta llegar a la “Zona Oscura"?

Izaicha se encogió de hombros, y después argumentó de manera determinante:

—Por el futuro de la humanidad, por el vuestro propio y también por el futuro de la Alianza, debéis lograrlo.

De repente, justo cuando estaba terminando de hablar, se le comenzó a estrechar verticalmente las pupilas de los ojos. Izaicha quedó durante un breve instante sumida en un profundo pensamiento, para inmediatamente después informar de forma angustiosa:

—¡Desde la nave me comunican que un grupo de centinelas ha descubierto vuestro avión y se encaminan rápidamente hacia este punto! ¡Debéis marchar enseguida! Lo más probable es que hayan avisado a una de las bases más cercanas que tienen instaladas próximas a este lugar.

La tensión se podía masticar en ese instante.

Izaicha salió corriendo veloz hacia el sitio en donde ellos acamparon y la siguieron del mismo modo. Una vez allí, dirigió su mirada al cielo y, de manera fugaz, suspendida en el aire como un halcón observando su presa, apareció silenciosa la nave plateada sobre sus cabezas.

—¡Debéis apresuraos en partir! —exclamó Izaicha—. Siempre que tengáis que tomar alguna decisión, recordad buscar en vuestro interior. Esas fueron sus últimas palabras antes de que penetrara en el haz de luz de un metro de diámetro, que surgió del centro de la nave, y la absorbiera en un abrir y cerrar de ojos.

FIN de la PARTE PRIMERA (Hacia el horizonte cóncavo)

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© Jorge Ramos, 2019