EL SECRETO DE TIAMAT: Capítulo 44 - El libro polvoriento y misterioso



Boston (Massachusetts)

Club Bilderberg, pero… ¿Qué movía realmente a sus integrantes? ¿El dinero…? ¿El poder…?, o… ¿quizás algo más retorcido? Pero la pregunta más inquietante fue: ¿quiénes eran en realidad los que estaban detrás de todo este misterioso escenario? La información iba acumulándose en sus cabezas como las piezas desordenadas de un gran puzzle, y aquello las dejó consternadas durante unas horas. No sabían cómo actuar, ni mucho menos a quién acudir para pedir ayuda, y eso les hizo caer en un profundo desasosiego. Sus compañeros sentimentales se encontraban en medio de una trama en la que no eran en absoluto conscientes, y se aterrorizaban por el solo hecho de pensar en la posibilidad de no volverlos a ver.

—Me da la impresión que hemos perdido una gran oportunidad —expresó Kat.

—¿A qué te refieres? —preguntó Mary.

—Al señor A10. Debimos sacarle más información.

—¡Vino a advertirnos y no lo creímos lo suficiente! —expresó con remordimiento Ángela—. Pero de alguna forma consiguió hacernos reaccionar, que abriésemos los ojos. Si esto es lo que nos ha tocado vivir tendremos que afrontarlo de la mejor manera; creo que es lo que intentaba decirnos. Para hacernos más fuertes debemos adquirir más conocimiento. Me temo que no nos cabe otra que profundizar más en este asunto. Por nuestras parejas tenemos que seguir luchando unidas.

Aquellas palabras expresadas en lo más profundo de su alma hicieron de alguna forma espolear a Kat y Mary.

Kat, aunque se mostraba algo abatida, no estaba dispuesta a perder a Norman. Su infancia había sido ya lo bastante dura como para perder a otro ser querido. No entraba en sus planes abandonar a las primeras de cambio.

—¡Estoy de acuerdo! —exclamó saltando de su asiento para ponerse en pie—. Seguiremos investigando cueste lo que cueste. Ellos harían lo mismo por nosotras. Comenzaremos apuntando todo lo que hemos averiguado.

Mary tampoco iba a rendirse, así como así. Se incorporó igualmente, y como si estuviera deseosa de comenzar expresó:

—Dijiste que la mayoría de personas que forman parte del Club Bilderberg son miembros de una orden que se hace llamar Illuminati, ¿no es cierto?

—Así es.

—Sabéis de mi pasión por la lectura. He leído en algunas novelas que hacen referencia a esta orden —explicó—. Quizá si indagamos un poco más sobre esto saquemos algo en claro.

—¿Que sugieres que hagamos? —preguntó Ángela.

—Bueno, en primer lugar, buscar información sobre la orden Illuminati.

—Me parece una buena idea —dijo bastante más animada Kat— podríamos visitar alguna biblioteca pública.

—A lo mejor no será necesario —comentó Ángela—. La lectura también era una de las mayores aficiones de Eddie. Desde su juventud ha coleccionado cientos de libros de toda clase. Disfrutaba como un niño cuando le regalaba uno por su cumpleaños.

—¿A que esperamos entonces? Busquemos esa maldita orden—. Kat poseía la habilidad de cambiar el estado de ánimo muy rápidamente. Durante buena parte de su vida había tenido que luchar contra muchos factores que emocionalmente desequilibrarían a cualquier persona, y eso le había permitido desarrollar una especie de defensa psicológica. Sin pretenderlo, se hizo resistente ante ciertas adversidades.

Desde el salón, por una puerta que se encontraba a la derecha de la chimenea, accedieron a una coqueta estancia que Eddie y Ángela acondicionaron para la lectura y la música. Un espacio agradable para la relajación y el ocio. La habitación, en la que predominaba el ambiente cálido de la caoba, cubría una superficie casi cuadrada; ocho metros de largo por siete de ancho. Nada más entrar, disponía a la izquierda de una mesita baja con dos cómodos sillones, presidido por un pequeño armario con un tocadiscos; justo en esa pared había una ventana cerrada. El ángulo recto que formaba la pared de la derecha con la del fondo, se revestía desde el suelo hasta el techo con una gran estantería de la misma madera repleta de libros. Por último, una mesa de estudio ovalada con cuatro asientos terminaría de amueblar el resto de la estancia.

—¡Por el amor de dios Ángela! —exclamó Mary, sorprendida por la inmensa cantidad de libros—. Esto es maravilloso. No sabía que os gustara tanto la lectura —dijo mientras ojeaba cada una de las estanterías.

—Bueno… realmente… casi todos son de Eddie, yo solo tengo quince o veinte —comentó sonriendo—. Ya sabes que lo mío es la buena música.

—Un buen lector daría lo que fuese por tener esta biblioteca —añadió Mary.

—¡Sí! Aunque ciertamente aún no se los ha leído todos. No cabe duda que su abuelo lo debió querer muchísimo. La gran mayoría de ejemplares los heredó de él. Era una persona muy idealista. Eddie fue el único nieto que tuvo y lo aficionó a la literatura. A menudo me contaba que, de pequeño, su abuelo le narraba historias y aventuras que vivió cuando joven, era su gran pasión, y a Eddie le fascinaba escucharlo. Cosa que su abuelo no pudo hacer con su propio hijo, o sea, mi suegro, él era más conservador.

—¿Podemos echar un vistazo? —preguntó de manera respetuosa Kat.

—Por supuesto. Adelante por favor. Como podéis comprobar se encuentran ordenados alfabéticamente, por columnas, comenzando siempre desde arriba. Aquí tenéis una banqueta por si la necesitáis —concluyó señalando una pequeña escalera de madera de dos tramos, desgastada por el tiempo.

Kat se fue directamente hacia la columna de la letra “i”. En su mente rechinaba, una y otra vez, la palabra Illuminati que encontró en los archivos de la agencia. Mary por su parte hizo lo mismo, pero en libros que ya había leído, o aquellos que le resonaban por alguna causa. Ángela se limitó a observar y a ayudarlas a poner aquellos más interesantes sobre la mesa. Pero era como buscar una aguja en un pajar. Al cabo de un buen rato, y después de indagar entre varios cientos de ellos, nada encontraron que realmente les llamara la atención. Casi todos los libros eran novelas de ficción, otros de ciencias, y también algunos ensayos.

De repente, Ángela recordó que su marido almacenó aquellos libros que no eran clasificables alfabéticamente en la última columna de la estantería.

—Chicas, ¿servirán algunos de estos? —preguntó señalando hacia una zona del armario sin examinar.

Kat miró por encima con extrema atención. Había varios libros en donde su título comenzaba por un número. Pero sus ojos se desorbitaron cuando observó uno de ellos un poco más grande que los demás. En su lomo estaba escrito “666 Circle” «¡el número de la bestia!» musitó sorprendida. Su edición, aunque delicadamente ejecutada, no aparentaba haber usado medidas estándar. Puso su dedo índice sobre su lomo, y tiró con fuerza para atraerlo hacia ella. Parecía querer resistirse, pero después de varios intentos consiguió sacarlo de su lugar.

Con un tacto aterciopelado y algo pegajoso, sus tapas estaban fabricadas de piel, quizás oscurecidas por el paso de los años, aunque en buen estado; no obstante, presentaban algunos signos de desgaste. Al abrirlo aleatoriamente y curiosear su interior, percibió que se trataba de una obra enciclopédica, sin bien para nada convencional, aun así, y de igual forma, su información se ordenaba alfabéticamente. Un extraño aroma embriagador pero agradable y suave a la vez inundó parte de la habitación, era como si su contenido, de alguna forma, quisiera llamar la atención.

Apoyada sobre la mesa, rápidamente intentó buscar la palabra clave. Solo le bastó un par de ojeadas.

—¡Aquí está! —exclamó excitada Kat, antes de leer en voz alta:

“Orden Illuminati”

Derivado del latín Illuminati (iluminados). Miembros de la orden de los iluminados (Illuminatenorden). Sociedad Secreta fundada en 1776 por el jesuita Adam Weishaupt (1748-1830) en Babiera, Alemania.

Tras varios años de captación de importantes miembros de otras logias, la sociedad secreta se hizo con las mentes más brillantes de aquellos años. De esta manera, consiguió reclutar a muchos masones e infiltrase en otras logias de importancia. Su símbolo inicial fue el mochuelo de minerva. Con el tiempo, se le atribuiría el ojo panóptico (ojo que todo lo ve), representado en el billete de un dólar, en la cúspide de una pirámide dentro de un círculo iluminado. En la parte superior de la misma se encuentra la frase “Annuit Coeptus”, cual latín significa:


“Anunciando el nacimiento de”

Bajo la pirámide se puede leer la frase “Novus Ordo Seculorum”, siendo su significado:

“Nuevo Orden Mundial”

Justo en su base, se encuentra escrito en números romanos “MDCCLXXVI”, que traducido sería 1776, año de la independencia de los Estados Unidos, y también el año en el que se fundó la orden Illuminati.

Por otra parte, la pirámide está compuesta por trece escalones, el mismo número que se puede contar en las hojas y frutos de la rama y las puntas de flechas que sostiene en sus dos garras el águila de la derecha del mismo billete. Igualmente, trece son las estrellas que se ven sobre él, y trece también las barras verticales y horizontales que tiene en el escudo de su pecho.

Trece es el número simbólico que con frecuencia aparece en el billete de un dólar. Pudiendo atribuirlo a la cantidad de estados que se independizaron de Inglaterra, para formar lo que hoy se conoce como los Estados Unidos, pero igualmente también se podría aplicar a que es el número de los masones para la transformación.



—¡Dios mío, es cierto! —exclamó impresionada Mary, mientras examinaba con atención el billete que sacó de su bolso.

—¡Espera, esto parece interesante! —interrumpió Kat para continuar leyendo:

En sus primeros años de fundación, y después de que el estado persiguiera a los miembros de la orden, junto a varios intentos de abolición y de prohibir su práctica, la organización evolucionó radicalmente mostrando su lado más oscuro, secreto y ocultista, extremando su objetivo, que no era otro sino implantar un Nuevo Orden Mundial, a cambio de coartar toda libertad del ser humano. Para ello crearían una agenda en la cual se redactarían los futuros acontecimientos de la humanidad, entre ellos, y uno de los más importantes, era el de controlar y manipular todos los estamentos públicos y privados, siendo la gran mayoría eliminados. Otro fue el de diseñar tres grandes guerras mundiales que dieran lugar al derrocamiento de los antiguos regímenes, y al debilitamiento de las actuales religiones. Dos de estas guerras ya se han producido…

—Creo que ya es suficiente, se me está empezando a revolver el estómago —dijo con el rostro descompuesto Ángela.

Justo en ese momento le empezó a faltar el aliento, de modo que, se dirigió hacia la ventana y la abrió de par en par. Si bien el sol parecía ocultarse tras un acolchado cielo gris, de repente, entró la confortable luz de la mañana, al tiempo que purificaba el ambiente que comenzaba a ser denso en la habitación.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Kat.

—No te preocupes, es otra crisis de ansiedad. Sólo necesito un poco de aire.

—Siéntate en esta silla —le ofreció Mary, acercándosela a la ventana.

—Gracias. Esto me está superando chicas. No puedo creer lo que está sucediendo.

—Cálmate. Todo saldrá bien —tranquilizó Kat, soltando de golpe el libro sobre la mesa.

Pero Mary no pudo resistir la tentación y lo cogió entre sus manos.

—Es un autor anónimo —dijo mostrando extrañeza—. Debéis oír esto. El autor parece confesarse en la introducción del libro:

Como autor anónimo de esta obra, no puedo agradecer a nadie el haberla escrito, ojalá nunca hubiese hecho falta. Pero muestro mi más sincero arrepentimiento y mi lamento desde lo más profundo de mi alma inmortal, haber sido miembro de esta oscura orden, y participar de los más atroces pensamientos en contra de la libertad humana. Cuando lo hice, jamás pensé que aquellos actos llegaran tan lejos.

Todo se oscureció aún más tras el increíble acontecimiento acaecido en 1947, en Roswell, Nuevo México. Algo inimaginable, incluso para las mentes más abiertas, ocurrió en aquel lugar. Ese conocimiento solo lo poseen los poderes jerárquicos más absolutos de la organización que ahora controla el mundo. Una mano invisible comenzó a dirigirla, y a partir de entonces, todo se transformó. Cuando supimos de los planes secretos, algunos intentamos abandonar la orden, pero ya no fue posible; el ejemplo con varios compañeros muertos en extrañas circunstancias fue suficiente. Otros, por el contrario, extrañamente parecieran disfrutar de la nueva energía.

Es por todo esto que desde el anonimato escribo esta obra; las palabras, los símbolos, las numeraciones, los rituales y demás artimañas ocultistas pretendo que con orden y esmero sean recogidas en ella, mostrando su auténtico significado. Mi objetivo no es otro sino contribuir desde dentro de la bestia a desvelar sus secretos, e intentar por todos los medios que no se lleven a cabo sus malévolos planes contra la humanidad.

Existen evidencias que demuestran que Adolf Hitler ya disponía de este conocimiento. Incluso los que lo derrocaron también. Sin embargo, a un humilde servidor se le escapan cosas difíciles de entender, pero aún más de digerir.

Ante lo expuesto, remito mis conocimientos a todo aquel que posea este libro en el espacio y tiempo que sea, anhelando que pueda ser difundido por todos los rincones del planeta y que sirva por el bien mismo.

“O Dios, universal y omnipresente,
en ti recaigo y en ti estoy…”

Anónimo


—Parece que se encontraba muy afligido cuando lo escribió —comentó Ángela.

Kat asintió.

—¡Fijaos, en la última página parece que hay escrita una nota! —exclamó Mary.

Y de seguido comenzó a leerla:

Nota del autor:

De esta obra tan sólo se auto editaron cinco ejemplares, de los cuales se repartieron estratégicamente cuatro de ellos, por consiguiente, el último se lo adjudicó un servidor.

En algún lugar del planeta. Enero - 1949



—Hace tan sólo nueve años de eso —comentó Kat algo sorprendida.

—Ahora comienzo a entenderlo todo —meditaba Ángela en voz alta—. Este libro, como casi todos los que veis en las estanterías, perteneció al abuelo de Eddie. Falleció hace tres años. Su esposa, una mujer encantadora, decía que a raíz de una reunión que habitualmente mantenía con sus amigos empezó a comportarse de manera muy extraña. Según ella, desde entonces vivió triste, llegaba a casa con la mirada perdida, y a veces decía cosas muy raras. Pensaron en llevarlo a un psicólogo, pero él decía que no estaba loco, que lo dejaran en paz. El doctor no encontró nada fuera de los parámetros normales de comportamiento. A mí en particular, y por lo poco que pude conocerlo, me pareció un señor muy agradable y sensato. Pero todos decían que desde aquel día su personalidad parecía haberse transformado, que ya no mostraba la frescura y sonrisa en su rostro de la que era natural.

—Entonces… No es de extrañar que llegaras a conocer al que fue autor de esta obra —dijo asombrada Mary.

—Aunque el libro dice que existen otros cuatro ejemplares —comentó Kat—. Es posible que no fuera él quien lo escribió.

Ángela no acababa de creerse todo lo que estaba sucediendo. Confundida mientras meneaba la cabeza dijo:

—No lo sé. Pero por lo que se deduce de todo esto es que con total probabilidad el abuelo de mi esposo perteneció a la orden Illuminati.

—Pudo haber conseguido el libro por accidente —explicó Kat.

—Es cierto —añadió Mary, tratando de tranquilizar a Ángela.

Kat volvió a tomar el libro, lo cerró y ojeó la misteriosa portada:

—Intento comprender el motivo por el que al autor tituló su obra de esta forma: “666 Circle”. ¿Circulo de la bestia? ¿Círculo de Satanás? —se preguntaba en voz alta.

—He leído mucho al respecto —explicaba Mary—. No sabemos cuál fue el motivo, pero al parecer su simbolismo, según la fuente, tiene diferentes interpretaciones: algunas lo relacionan con el número del hombre, con la sabiduría, la prosperidad; otras por el contrario dicen que representa la materialidad, la vibración baja y densa del ser humano. Es utilizado como un símbolo de poder. Aún recuerdo el versículo 13:18 del Apocalipsis que dice:

“En esto consiste la sabiduría: el que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de un ser humano: seiscientos sesenta y seis.”

—Esperad chicas porque esto es muy curioso —interrumpió Kat, intentando buscar algún significado—. Tanto si multiplicamos sus tres cifras como si las sumamos, el resultado sumatorio de sus números es el 9.

6x6x6 = 216 → 2 + 1 + 6 = 9

6+6+6 = 18 → 1 + 8 = 9


—¡El 9! ¡Eso es Kat, acabas de encontrar el mensaje oculto del título! —exclamó sorprendida Mary.

—¿Qué quieres decir? —dijo desconcertada.

—Que el número 9, según antiguas culturas, representa la perfección, la verdad absoluta, la espiritualidad del ser humano.

La habitación se sumergió en una bruma de misterio. Y las tres se miraban confundidas.

—Ojalá estuviese aquí el señor A10 —expresó Ángela después de una profunda espiración.

De repente, a través de la ventana, escucharon el frenazo en seco de un automóvil; inmediatamente después, la puerta del mismo cerrarse; y a continuación, derrapar las ruedas para alejarse de allí.

Kat agarró el arma que llevaba siempre consigo y salió corriendo de la habitación hacia la ventana del salón.

—Parece que no hay nadie —dijo mientras observaba tras las persianas.

—¿Quién pudo haber sido? —preguntó inquieta Mary.

—Miraré afuera —saltó Ángela—. Quizás haya sido algún repartidor con algo de prisa.

En el exterior no advirtió nada relevante, sólo el periódico enrollado y tirado sobre los escalones de la entrada, lo cogió y avanzó unos metros hacia el pequeño buzón de correos. Dentro, un solitario sobre blanco sin sello ni remitente alguno. «Que extraño» pensó. Entró en casa con relativa tranquilidad y se apresuró a abrirlo ante la presencia de Mary y Kat; de su interior extrajo un trozo de papel en el que había escrito un misterioso texto:

«Almas libres amistosas salen de oscuras cuevas escondidas, habiendo orbitado raros acontecimientos, sin enfrentamientos ni miedos, iluminarán cada aposento sobre Ávalon.
Como los ángeles, reapareceremos en nuestros cielos enardecidos».


Sobrecogidas, quedaron varios segundos en silencio.

—¡Dios...! ¿Qué querrán decirnos con esto? —preguntó Ángela.

—A mí me produce escalofríos —comentó Mary.

Volvieron a leerlo una y otra vez, intentando encontrar algún significado a dicho escrito.

—No entiendo nada —comentó Ángela—. Es posible que se hayan equivocado de buzón.

—No lo creo —expuso pensativa Kat, examinando cada letra del mensaje—. Esta carta tiene una nota oculta.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Mary.

—Alguien intenta comunicarse con nosotras.

Kat comenzó a apuntar palabra por palabra en el margen del periódico, subrayando al mismo tiempo la primera letra de cada una de ellas.

—¡Ya lo tengo! —exclamó excitada—. ¡Es un mensaje cifrado!

«A las doce horas en mi casa»
«Clarence»


—¿Cómo has podido averiguarlo? —preguntó con admiración Mary.

—Bueno, a mi padre adoptivo le gusta mucho la criptografía, él me inició en este tipo de comunicación. Al principio fue como un juego para nosotros, nos divertíamos enviándonos mensajes cifrados.

—Chicas, pero… el Doctor Clarence fue asesinado ayer —expresó Ángela desconcertada.

—Quizá lo escribió antes de morir —añadió Kat.

—¿Y si es una encerrona? —dudó Mary.

—¿Qué sentido tendría cifrar el mensaje, y para colmo hacerlo firmar por el Doctor? —explicó Kat, negando dicha suposición.

La exposición de Kat fue suficiente para las dos, sin embargo, la situación les era incierta. Aún restaban varias horas para las doce. Pero tenían que darse prisa en decidir si asistir o no a la cita de la misteriosa carta codificada. Ensimismadas, continuaron dándole vueltas al mensaje cifrado. «Si el Doctor Clarence se molestó en prepararlo todo antes de morir» pensaban, «será porque algo importante debemos saber».




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© Jorge Ramos, 2019