EL SECRETO DE TIAMAT: Capítulo 37 - La guarida del acantilado



Apertura Polar Sur “El Anillo”

Aquella perspectiva surrealista de la apertura polar volvió a removerles las entrañas al grupo. Marvin se encontraba realmente mal y durante unos minutos tuvo que detener la marcha. La esfera de luz que pareciera entender la situación, se solidarizó y pacientemente esperaba unos metros más adelante.

Sus cuerpos no acabaron de acostumbrarse a aquella nueva percepción de la realidad. Se sentían extraños y como fuera de lugar. No conseguían comprender que les ocurría.

Al fondo de la llanura, donde observaron lo que parecía una especie de bruma, se dirigía la esfera de luz. Por un momento pensaron en abandonarla, ya que a medida que avanzaban empeoraba gradualmente su estado físico.

—Creo que nos han preparado una emboscada —dijo fatigado Marvin.

Nadie se atrevió a contradecirlo, ya que todos se encontraban en el mismo estado que él. En ese momento deseaban volver a la masa rocosa.

—Debemos seguirla —ordenó haciendo uso de su instinto Eddie.

Nadie mostró rechazo a la decisión de Eddie, pues su disposición fue siempre determinante para lograr la supervivencia, lo que le había hecho ganar con creces la total confianza del grupo.

A medida que se acercaban, la bruma, aunque no era demasiado espesa, se hacía cada vez más evidente. Detrás quedaba la verde llanura, acompañada del Sol con un ángulo mucho menor. Los pocos árboles desperdigados ya casi no se apreciaban. La vegetación desaparecía de la vista cuanto más avanzaban hacia la bruma, hasta convertir poco a poco su terreno fértil en una superficie plana y rocosa de color grisácea. El nuevo paisaje representaba la cima de la cordillera de un gigantesco desfiladero, similar al Cañón del Colorado, y asomándose unos metros por encima, como si de una taza de té caliente te tratase, lo cubría una especie de atmósfera creada por minúsculas partículas de vapor de agua; atmósfera que ascendía de las enormes profundidades de las que un descontrolado y enorme rápido fluía con furor. Casi dos mil metros de altura distaban inquietantes desde donde ellos ojeaban con gran expectación.

La esfera de luz permanecía justo al borde de la cima, cerca de un saliente escalonado, indicándoles por donde debían continuar. Descendió por estrechas y húmedas plataformas formadas irregularmente en la pétrea pared. Ellos la siguieron individualmente, cuidándose de posibles resbalones y caer al abismo. La vertiginosidad se hacía imponente, de la misma forma que lo era el eco que producía un vacío profundo, ya que el supuesto sonido que debía originarse en las aguas bravas no alcanzaba la altura suficiente para ser escuchado, tan solo un ligero murmullo. Además de su profundidad, el propio viento que la reinaba se encargaría de limpiar cualquier residuo acústico. En la vertical opuesta de la cordillera, que se distanciaba unos diez kilómetros, se podía apreciar cómo se precipitaban, aleatoriamente, diferentes cascadas, algunas de ellas desde la misma cima y muchas otras en perforaciones naturales de la pared rocosa; eran como blancos y largos hilos que parecían enhebrarse en los portentosos e infinitos muros.

Al fin, después de descender unos setenta metros, alcanzaron una superficie más amplia donde la esfera de luz se detuvo por unos instantes, momento que aprovecharon para tomar aliento. Sus cuerpos seguían extraños, la sangre que corría por sus arterias parecían ir a menor velocidad de lo normal, por lo que el pálpito del corazón se hacía más lento. Del mismo modo una sensación de inestabilidad causaba en ellos un continuo estado de desconcierto. Los ojos no terminaban de educarse a la nueva visión que tenían justo delante emergiendo hacia arriba; no era otra cosa que, el otro lado de “El Anillo”, con la continua sensación de que de un momento a otro se les caería encima. El cielo exterior se redujo a una circunferencia, y ésta se hacía más pequeña a la vista a medida que iban avanzando.

La criatura luminosa, que hasta ese momento les producía cierta reticencia, se hacía cada vez más familiar. Casi sin darse cuenta, se había convertido en su faro en la inmensidad de un océano por explorar; su guía y compañera de viaje hasta entonces. Se desplazó lentamente hacia un recodo y giró a la izquierda. Ellos no la perdían de vista. Justo detrás les esperaba una pequeña terraza natural de varios metros, precedida de una gran abertura en la pared que daba acceso a una cueva de unos quince metros de diámetro. Ésta se detuvo en la entrada. Al fondo, en la penumbra, una figura humanoide estaba sentada en posición de loto. La esfera se dirigió a la figura, se suspendió sobre ella y lentamente descendió hasta fundirse en una espiral que penetró por la cabeza. Los cuatro quedaron atónitos mientras observaban la insólita escena desde la entrada. Aquello pareció aportarle una especie de energía; un extraño halo luminiscente se formó alrededor de su cuerpo. Entonces, abrió sus grandes ojos castaños y se incorporó tranquilamente y con la misma facilidad que un muchacho, pues su fisonomía era como la de un anciano de al menos cien años. Su rostro era amable, con un brillo muy especial en la mirada, cubierto casi por completo de una gran barba plateada, que parecía hacer juego con su largo cabello. Una túnica marrón oscura era lo único que cubría su delgado cuerpo, con una cuerda vegetal que la ataba a su cintura. Los pies calzaban un trozo recortado de lo que aparentaba ser corteza de árbol; unas cuerdas lo sujetaban a los tobillos.

El anciano extendió los brazos hacia ellos y dijo dulcemente:

—¡Bienvenidos hermanos! Acercad vuestros cuerpos y abrazadme.

Eddie, aunque un poco receloso, fue el primero que se acercó y lo rodeó con sus brazos. Su cuerpo estaba tenso, pero, a medida que percibía la energía cálida, agradable y acogedora que desprendía aquel ser, los músculos fueron relajándose por completo.

De la misma forma, el anciano fue abrazándolos a todos, como si los conociera de toda la vida. Incluso aquello pareció calmarles la fatiga e inestabilidad que padecían, además de los trastornos estomacales.

—Celebro con gran alegría que hayáis llegado sanos y salvos —dijo el anciano con entusiasmo.

—¡Sí! ¡Gracias a esa luz de…! —apuntó aún desconcertado Eddie, mientras señalaba en el aire una figura redonda con el dedo.

El anciano, al ver el gesto confuso de Eddie, expresó sonriente:

—Os vi un poco perdidos y quise orientaros.

—¿Qué quisiste…? ¿Quiere usted decir que esa esfera de luz es…? —preguntó Eddie sin atreverse a terminar la frase.

—Sí, soy yo —contestó—. Es mi conciencia.

—¿Su conciencia?

—Es algo que aún no estáis preparados para llegar a entender. Pero no precipitéis vuestra curiosidad. Os lo explicaré después detenidamente y de manera que podáis asimilarlo —expuso de forma sosegada—. Por cierto, mi nombre es Ciak.

—Nosotros somos…

—No os molestéis —interrumpió sin dejarlo terminar—. No hace falta que os presentéis. Sé quiénes sois, cómo os llamáis y para qué habéis venido. Os hemos estado esperando durante mucho tiempo. Por favor, acompañadme.

El anciano se dio media vuelta y traspasó la pared de la cueva como por arte de magia. Los cuatro se quedaron boquiabiertos.

—No temáis, es sólo una ilusión mental. Una proyección holográfica. Por favor, entrad en la roca —escucharon desconcertados desde el otro lado.

Eddie frunció su rostro y miró a sus compañeros, luego se acercó a la pared rocosa. Alargó su brazo, y con cierto escepticismo introdujo poco a poco su mano dentro de la roca. «¿Cómo es posible?» murmuró contrariado.

Al ver que su mano entraba sin dificultad y sin ningún dolor, introdujo su brazo lentamente, después el hombro, y un sentimiento de curiosidad le cautivo enormemente. «¿Qué habrá detrás?» pensó. Al fin, introdujo su cuerpo por completo y desapareció de la vista de sus compañeros que quedarían inmóviles y petrificados como los Guerreros de terracota.

Desde el otro lado, la voz de Eddie les tranquilizó, y de uno en uno, con la curiosidad de unos niños pequeños, comenzaron a atravesar la pared de la cueva hacia un lugar desconocido e insólito para ellos. Una vez traspasada la roca, examinaron sus cuerpos esperando que todo estuviera en su sitio, y una risa nerviosa brotó entre todos, incluso contagiando al anciano Ciak, que por otra parte parecía gozar siempre de muy buen humor.

Habían accedido a otro entorno completamente distinto. La iluminación parecía emanar mágicamente de los poros de la superficie blanca y redondeada de techos y paredes. Era un habitáculo de cinco metros de diámetro que parecía hacer las veces de distribuidor. Los ángulos rectos no existían por ninguna parte, y aquella sinuosidad de formas daba un aspecto acogedor y tranquilizador. Una zona plateada en la pared delimitaba la puerta hacia el exterior, por donde ellos habían accedido. Otros tres accesos, esta vez físicos, con pasillos de algo más de un metro de profundidad terminaban de definir el interior del habitáculo.

Ciak, incomprensiblemente, también había cambiado su aspecto en el instante de cruzar por aquella puerta. Aunque su indumentaria era similar, no así su textura y color, esta vez blanca y con un brillo radiante que la hacía especial.

Amablemente, les invitó a que soltaran las mochilas y a que pasaran por el primer acceso de la derecha; un extraño recinto esférico mucho más pequeño que el anterior. Lugar que estaba destinado a la meditación colectiva, aunque también usado para reuniones esporádicas. Por su perímetro había repartidos hexagonalmente seis orificios con formas de cápsulas, labrados en la pared, y de tamaño suficientemente grande y cómodo para una persona. Encontrándose a la altura aproximada de dos palmos del suelo, estas cápsulas estaban diseñadas de forma que cada individuo podía ver los rostros del resto de asistentes. En la zona superior de cada una de ellas, una especie de canalón se abría paso hacia el centro de la cúpula semiesférica del mismo recinto. Los seis canalones desembocaban a su vez en otro espacio labrado más pequeño, y también semiesférico, que parecía servirles de conexión para las seis cápsulas de meditación. Nuevamente, en su centro de unión, existía una perforación de unos cuarenta centímetros de diámetro que ascendía hacia el exterior hasta alcanzar y sobrepasar la cima de la cordillera.

Los cinco se acomodaron en el interior de cada una de estas cápsulas. Solo bastó unos segundos, cuando de manera inmediata, algo especial comenzaban a percibir sobre sus cabezas. De alguna forma, era como si estuviesen conectados entre sí. La quietud y el silencio que experimentaron eran tales que daba la impresión de que podían escuchar los pensamientos de cada uno, al tiempo que se impregnaban de un tremendo estado de paz, relajación y armonía.

—Nuestra hermana Izaicha me informó que veníais de camino —comentó apaciblemente Ciak—. Estoy seguro que ella os comunicó bastante sobre vuestra misión. Pero os he traído a este lugar para satisfacer vuestras inquietudes. Habéis logrado alcanzar con éxito otra fase más de vuestro propio viaje. El entendimiento está ávido de nuevo conocimiento. Ahora estáis preparados para recibir cierta información que antes no debíais saber. Haced las preguntas adecuadas de manera inteligente, sólo queda tiempo suficiente antes de que los Dracontes se acerquen demasiado.

—¿Eres otro ser reptiliano al igual que Izaicha? —preguntó Peter antes de que Eddie pudiera abrir la boca.

—No —sonrió Ciak—, soy completamente humano, como vosotros. Muy pocas veces hemos sido vistos. Nos llaman de diferentes maneras; “Los más Ancianos”, “Hombres de las Túnicas”, “Ancianos Maestros”… Una entre las muchas funciones que desempeñamos es la de preservar la historia de la humanidad del planeta Tierra. Somos una pequeña familia que desde hace millones de años vive entre el mundo intraterreno y la superficie del planeta; es decir, en ciudades subterráneas repartidas por todo el mundo, algunas de ellas conectadas entre sí. A diferencia de vuestra civilización, nuestra evolución a lo largo de la historia siempre fue continua y ascendente. Nunca tuvimos que comenzar de cero.

Eddie, con miles de preguntas por hacerle, sintió curiosidad por una:

—¿Qué quiso decir cuando dijo que la esfera de luz era su conciencia?

El anciano volvió a sonreír.

—Todos los seres que habitamos este universo disponemos de lo que se denomina conciencia, o también podemos referirnos al alma —explicó Ciak—. La mayoría de los seres humanos de la superficie no lográis acceder a ella, y los que pueden no lo llegan a hacer por completo. Es largo de explicar, pero para vuestro entendimiento debéis saber que existen otros seres de fuera de este planeta que, por servicio a sí mismos, se han asegurado de que no recordéis quienes sois realmente. No así nosotros, ya que la evolución espiritual nos ha permitido, mediante la meditación profunda, salir del cuerpo físico y viajar por todo el planeta sin necesidad de transporte tecnológico. Podemos desplazarnos a cualquier zona del planeta a la velocidad del pensamiento. También podemos reunirnos físicamente en lugares similares a este para unificar nuestras conciencias, potenciándola en una sola, con el objetivo de ayudar enérgicamente al planeta cuando sea requerido. El cuerpo es simplemente un instrumento para poder tener experiencias físicas, no es lo único, ni tampoco lo más importante del ser humano.

—¿Sabe usted algo sobre los Dracontes? ¿Puedes explicarnos qué son? —Eddie seguía acumulando preguntas en su cabeza.

—¡Los Dracontes! —exclamó el anciano—. Afortunadamente, en las galerías subterráneas evitasteis a uno de ellos, ¿recordáis? Creo que no será necesario que os lo describa. Cuando supieron de nuestro plan, soltaron algunos de ellos para eliminaros —instantáneamente, los cuatro se miraron con espanto—. Son seres híbridos creados con fines militares por una especie de organización secreta que gobierna la superficie. Están elaborados a partir de una modificación genética sobre una raza alienígena reptiliana llamada Alfa Draconiano, ésta, procede de la constelación de Draco, de un planeta conocido por el nombre de Alfa Draconi.

»Los draconianos visitaron el planeta hace dieciocho años, en 1940. Hitler recibió a los grises, sus súbditos, dándoles la bienvenida. Entre ellos firmaron acuerdos de cooperación negativamente trascendentales para la humanidad de la superficie, y para el propio planeta; conocimiento y material tecnológico a cambio de sustentar sus necesidades, como podían ser las propiedades de la genética humana, entre otras cosas.

»Los grises son razas procedentes de diversos planetas. Los draconianos clonaron algunas de ellas con el propósito de utilizarlos para servirles, al igual que los Dracontes. De ellos se puede decir que son medio robots al servicio de sus creadores.

—Aún no sabemos con exactitud qué debemos hacer. ¿Cuál es nuestra misión? —cuestionó Eddie confundido. Sus compañeros también lo estaban. Aunque el escepticismo del comienzo había sido anulado casi por completo, no les cabía en la cabeza pensar que ellos pudieran hacer algo en beneficio de la humanidad—. Se supone que vinimos para encontrar los restos de una expedición desaparecida.

—Eso fue solo una justificación para intentar desviar la atención —explicó Ciak—. Realmente muy pocos lo sabían. Incluso los familiares de los desaparecidos lo creyeron realmente. Los propios inversores pensaron que veníais a rescatar alguna fórmula secreta, o a descubrir algún hallazgo científico que les hiciera multimillonarios. Todo se trazó muy cuidadosamente para no levantar sospechas y, si acaso las hubiera, adelantamos intencionadamente una semana vuestra fecha oficial de partida. Sabíamos que tarde o temprano se darían cuenta. Tristemente, se ha producido una baja muy importante; se trataba de una gran persona que nos apoyó para que esto fuera posible. Ahora vuestro principal objetivo es llegar al mundo intraterreno de Agharta. Una vez allí, nuestros hermanos os informarán qué hacer. Mientras tanto, lamento no poder deciros nada más sobre esto.

Eddie no se pudo imaginar ni por un momento que la baja de aquel hombre al que hacía referencia Ciak fuese precisamente la persona que lo contrató, el Doctor Clarence Sandoval. Durante meses, seres intraterrenos habían estado contactando con él tanto en sueños como telepáticamente. A10 también fue contactado de esa manera y, causalmente, hicieron que ambos se encontrasen. Entre ellos prepararon el terreno para la expedición perfectamente planeada por los múltiples contactos que ambos mantenían con estos seres.

—Entonces… —infirió Peter, que hasta ese momento estuvo intentando asimilar toda la conversación—. Por lo que puedo deducir, la humanidad está bajo el control y manipulación de esta raza alienígena draconiana.

—Me temo que sí —afirmó el anciano—. Es por eso que existen otras razas benevolentes, además de las autóctonas del planeta Tierra, que desean ayudaros sin llegar a intervenir directamente, y respetando siempre la ley universal del libre albedrío.

—Somos nosotros como seres independientes y universales los que debemos liberarnos por nosotros mismos —dedujo Peter.

—Efectivamente.

—No lo entiendo —dijo confundido Norman—, ya que vosotros, entonces, estaríais rompiendo esa misma ley.

—Veréis… en vuestro caso es un poco más complejo. Hay algo que aún no sabéis, pero que comprenderéis perfectamente cuando llegue el momento. Realmente no estamos rompiendo la ley, porque seréis vosotros mismos como humanidad los que dispongáis de la libertad de decidir si ser independientes o continuar como hasta entonces. Nosotros solo estamos ayudando a abrir una ventana por la que podáis ver más allá de vuestra realidad. De no ser así, jamás podríais elegir libremente. Puesto que otros seres han intervenido en vuestra evolución, negándoos esa realidad, en definitiva, vuestro libre albedrío. Si en la orilla del mar —quiso poner un ejemplo clarificador el anciano Ciak— os encontráis un pez encerrado en una pecera, y pudierais de alguna manera explicarle que más allá existe todo un océano lleno de vida, ¿le negaríais la opción de que pudiera elegir libremente? Pensad que en este caso nunca estaríais infringiendo su libre albedrío, sino todo lo contrario.

—Siento una curiosidad —expuso Marvin, atento a todo lo que se hablaba—. ¿Exactamente de qué manera está siendo influenciada la vida humana en la superficie del planeta?

—Querido hermano, todo viene de muy atrás en el tiempo. Para que lo entendáis tengo que contaros algo antes. Como ya os adelantó nuestra hermana Izaicha, la evolución del ser humano no fue del todo natural. Fuimos modificados genéticamente con el propósito de acelerar el proceso evolutivo de la raza. La historia es realmente larga y complicada, pero en este corto tiempo que disponemos trataré de explicarla lo más clara y breve posible.

»La Tierra, en sus comienzos llamada Tiamat por nuestros hermanos reptilianos autóctonos, que como sabéis viven en el interior del planeta, fue visitada y ambicionada por muchas civilizaciones extranjeras. Diversas confrontaciones y alianzas dieron lugar en aquellos tiempos; Orión, que fue la primera en encontrar Tiamat, se alió con Alpha Draconi, ésta, como trato de favor por dicha alianza, ocupó con varios asentamientos Tiamat, por supuesto, contra la voluntad de sus ya habitantes reptilianos autóctonos, que nada pudieron hacer para expulsarlos del planeta.

»Más tarde, un proyecto creado por la Confederación Galáctica, llamado Integración de Polaridades, que consistía en crear civilizaciones en todos los planetas que pudiesen encontrarse deshabitados o poco habitados por vidas inteligentes, concedería a Nibiru el derecho de llevarlo a cabo en este planeta. Aquello hizo que Nibiru y Draco se enfrentasen por gobernar Tiamat. Tras un terrorífico ataque por parte de Nibiru, que aniquiló todos los asentamientos draconianos y casi toda la vida que habitaba en la superficie del planeta, dio lugar a que la raza reptiliana autóctona se refugiase en el interior de Tiamat.

»Una vez que Nibiru tomó el control, procedió a realizar tal proyecto, basándose en la creación de vida inteligente y que ésta evolucionara de manera rápida. Mientras lo hacían, descubrieron gran cantidad de oro, al parecer imprescindible para mantener la atmósfera de su planeta-nave Nibiru. Con motivo a este proyecto genético, los Anunnaki[1], tal y como fue nombrado por las ancestrales escrituras, tuvieron que vivir sobre la superficie de Tiamat durante un largo periodo de tiempo, necesitando gran cantidad de mano de obra. Para ello, emplearon al ser que resultó del proyecto genético, es decir, a los llamados por ellos Lulus, que significa trabajador primitivo en lengua Nibiruana. Pero sobre esto os informarán ampliamente más adelante.

[1] Según la mitología sumeria, el origen del nombre Anunnaki hace referencia a los hijos del dios Anu. “Los seres que del cielo descendieron”; concretamente a la civilización de Nibiru. Con el tiempo, esta palabra se usaría erróneamente para todas las razas de extraterrestres que visitaron la Tierra desde tiempos inmemoriales.

»A partir de entonces y hasta que se marcharon del planeta fuimos sus esclavos y sus sirvientes. Sin embargo, para cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde; el Homo-Sapiens comenzó a prosperar enormemente sobre la superficie, a decidir y pensar libremente por él mismo. Teníamos un poder innato en nuestro interior, una capacidad de creación increíble, nuestra evolución avanzó mucho más deprisa de lo que pensaron los Anunnaki. Pero lo más importante, no era el poder de creación, sino la luz que mostrábamos en nuestro interior, algo que ni ellos mismos poseían, una energía que nos posibilitaba estar en el otro extremo de la polaridad, en la del amor. Ellos no la tenían, al menos la gran mayoría, ya que sus características emocionales y sentimentales no les permitían desarrollarla. A diferencia nuestra, disponían de una mente mucho más desarrollada, pero su corazón carecía de esa energía especial que nos hacía diferentes a ellos.

»Después de que cumplieran con su proyecto genético y, sobre todo, cuando ya consiguieron explotar la mayor parte de los yacimientos de oro, abandonaron el planeta, no antes sin dejarnos su cultura y sus grandes monumentos tecnológicos repartidos por todo el mundo.

»Pero como os comenté antes, hace tan solo dieciocho años, en 1940, Draco regresó, esta vez para vengarse. Trajeron consigo sus súbditos, los grises, y apoyados por algunos renegados reptilianos autóctonos firmaron con Hitler acuerdos de cooperación. Traicionando al dictador, los draconianos obtuvieron su ansiada recompensa. La humanidad de la superficie quedó bajo el control total de esta raza extranjera. Con su avanzada tecnología y, sobre todo, con su capacidad mental para desarrollar sistemas de control, crearon un medio en el que recluir en una matrix a todos los seres de la superficie del planeta. La conciencia humana fue bloqueada, atrapada en sus redes, cautiva en una especie de granja diseñada por ellos, donde el ser humano de la superficie se encuentra bajo una constante manipulación mental; el odio entre vosotros, las continuas guerras, el terrorismo, el miedo, la inseguridad… toda esta energía negativa está concebida con un único propósito: alimentarlos.

Aquella verdad de la que Ciak hacía referencia les entró como un rayo en lo más profundo de su ser. Comprendieron enseguida que la humanidad se encontraba oprimida bajo las pezuñas de una gran bestia, y que ésta podía saciar su apetito cuando y cuanto quisiera.

El anciano Ciak hizo una pequeña pausa para que pudiesen asimilar aquella dura realidad.

—¿Para qué sirvió exactamente el Proyecto de Integración de Polaridades? —preguntó Eddie—. ¿Cuál fue su finalidad, además de crear civilizaciones en los planetas deshabitados?

—Bueno, esa es también una respuesta extensa, que trataré de resumirla lo máximo posible. Pronto los Dracontes encontrarán vuestro rastro y se aproximarán demasiado.

»Hubo un tiempo en que —continuó explicando—, debido a las infinitas exploraciones interplanetarias, las civilizaciones negativas y positivas iban tomando zonas alejadas del cosmos, tanto que las polaridades tendieron a separarse demasiado y a recogerse en sí mismas; esto motivó que nuestro universo comenzara a detener su evolución, así como a dejar de fluir con normalidad. El juego de Integración se detuvo, por lo que el retorno a la Fuente también se inhabilitó. Y con el propósito de que las almas no quedasen estancadas decidieron reiniciar el juego de Integración. Esto se fundamenta en crear civilizaciones en diversos planetas de nuestro cúmulo de galaxias, donde el bien y el mal se viesen enfrentados entre sí, y de esa forma producir la experiencia necesaria para el proceso de ascensión del alma, permitiendo de esta forma volver a iniciar el camino hacia la Fuente.

—¿Entonces, la muerte realmente no existe? —cuestionó Peter. Su mente científica aún era reticente a creer ciertas cosas.

—La muerte no existe tal y como vosotros la conocéis —afirmó el anciano—. Sólo el cuerpo desaparece. Dependiendo de las experiencias y lo que haya aprendido en el mundo físico, el alma continúa su recorrido ascendente. Para subir de nivel deberá cumplir una serie de requisitos, sin los cuales repetirá experiencias físicas hasta que lo consiga.

—Por favor Ciak, ¿podríamos de alguna forma saber acerca de nuestras familias? Estamos preocupados por ellos —preguntó Eddie.

—Se encuentran bien. Justo antes de que os encontrara en el bosque, les hice una visita sin que ellas notaran mi presencia. Cuando llegue el momento recibiréis instrucciones para garantizar la seguridad de vuestras familias y la vuestra propia.

—¿”Justo antes”? ¿Cómo es eso posible? —sentía curiosidad Peter.

—Como ya dije, con mi orbe puedo desplazarme a la velocidad del pensamiento —explicó el anciano—. Es la esfera luminosa que os acompañó hasta aquí. Algún día, los seres humanos de la superficie también podréis hacerlo. Para eso, tendréis que salir de la matrix y luego crecer espiritualmente.

—¿A vosotros no os afecta la matrix? —quiso saber Eddie.

—No. Nuestra evolución espiritual nos permite evitarla. A nosotros ya no nos pueden hacer daño.

—¿Por qué vivís en cuevas subterráneas? —preguntó Norman.

—Cuando nuestros antepasados aún eran esclavos mineros de los Anunnaki, muchos de ellos, escapando de sus opresores, aprovecharon las galerías subterráneas para crear pequeñas ciudades y vivir en ellas, incluso las ampliaron y extendieron por todo el planeta. En un principio fueron pequeños asentamientos, y luego crecieron en poblaciones más extensas. Con el paso del tiempo, su potencial interior fue desarrollado. Nuestros adelantos científicos y tecnológicos se supieron complementar con la evolución espiritual. Aprendimos a sanarnos, a alimentarnos del prana[2], y poco a poco, de esa forma conseguimos reducir el envejecimiento del cuerpo físico. Mi edad es de ochocientos treinta y cuatro años —concluyó el anciano.

[2] Según la Ciencia Kun-Li, Prana es la energía Cósmica Primaria del Universo. 

Ante eso, no pudieron evitar el mirarse entre ellos. En sus rostros se dibujaron gestos de sorpresa. Ciak, de carácter bastante risueño, tampoco pudo contener una pequeña sonrisa en su cara. Marvin, al igual que el resto, quedó completamente fascinado, pero por su cabeza le rondaba algo que le preocupaba. Le espantaba el sólo hecho de pensar que tuviesen que volver a enfrentarse con algún Draconte. Lo pasó realmente mal en la galería subterránea y temía que sus compañeros descubrieran su debilidad, viniéndose abajo su imagen de tipo duro y confiado.

—Si los Dracontes llegasen hasta aquí, ¿cómo os defenderíais? —preguntó intentando disimular su temor.

—No tendríamos que defendernos —dijo el anciano—. Cerraríamos las puertas holográficas evitando que accedieran por ellas. Podemos hacer que el mismo sistema holográfico no solo aparente una imagen física, sino que forme parte de la sólida estructura de su alrededor, texturizándose con idénticas propiedades.

Aunque la respuesta fue satisfecha no tranquilizó su inquietud para cuando nuevamente tuvieran que emprender el camino.

—Me agradaría continuar hablando con vosotros —comentó Ciak—, pero creo que ha llegado el momento de que sigáis con vuestra misión. Es probable que los Dracontes descubran vuestro rastro, debéis marcharos antes de que eso ocurra. Mis hermanos os han preparado un concentrado natural vitamínico. Lo encontrareis en unos recipientes individuales dentro de vuestras mochilas. Os aportará suficiente energía durante todo el trayecto. Mi consejo es que por el momento no toméis nada sólido.

Después de que bebieran un sorbo del complejo vitamínico, Ciak los acompañó hasta la salida de la cueva. El sol acababa de ocultarse tras la apertura polar. La luz se hizo más tenue y resultaba difícil divisar el otro lado de “El Anillo”. Un abrazo muy cálido fue la forma con la que, físicamente, el afable anciano se despidió de ellos.

Regresaron sobre sus pasos hasta la cima de la cordillera ascendiéndola trabajosamente. Allí, cientos de esferas luminosas los esperaban a modo de despedida. Era una forma de darles ánimos y energía suficiente para que continuasen su complicada andadura. Los cuatro, detenidos al borde de la cordillera, quedaron literalmente impresionados. Aquellas esferas sin necesidad de hablar les estaban brindando apoyo y amor incondicional, y ellos lo percibieron al instante. Sus miradas comenzarían a brillar de contenida emoción. Todas las esferas menos una, salieron como un resorte disparadas hacia el horizonte; un segundo después, la última, igualmente partiría.

FIN de la PARTE SEGUNDA (El Anillo)

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© Jorge Ramos, 2019