EL SECRETO DE TIAMAT: Capítulo 45 - Tiamat



Apertura Polar Sur “Zona Oscura”

Su pecho, casi transparente, brillaba como un lucero en el cielo nocturno. Los tres mantuvieron, durante un buen rato, la mirada fija hacia el radiante corazón de Eddie: «¿cómo luchar contra eso?» se preguntaban desconcertados. Eran fruto de la desesperación al comprobar que no sabían reaccionar ante aquella extraña perturbación física que parecía alojarse en el interior de Eddie.

—Amigos, no preocuparos —tranquilizaba Eddie—. El ardor parece que está cediendo.

Efectivamente, momentos después, Eddie ya no experimentaba ese fuego dentro de su pecho. Comprobó que resistirse no era el camino y que, una vez más, soltar el miedo le hacía sentir bien. Sea lo que fuere, la sensación de quemazón había remitido por completo. No así el resplandor de su traslúcido pecho que parecía por momentos incrementar aún más su potencia. Poco a poco, se iba inundando en un océano de tranquilidad de saber que estaba en perfectas condiciones. Incluso podía percibir una paz que jamás antes había experimentado. Sus temores desaparecieron por completo abriendo las puertas de par en par a la confianza total de la providencia. Sin duda, algo en su interior había despertado.

—Aprovecharemos esta pequeña ladera para tratar de descansar aquí. Luego continuaremos la marcha —dijo de manera completamente tranquila y sosegada, como si nada le hubiese ocurrido.

Los tres estaban desconcertados ante la reacción de su compañero. A menudo miraban de reojo cómo le brotaba un brillo del corazón, incluso atravesaba su camisa: «¿cómo es posible que ni siquiera se encuentre preocupado?» se preguntaban perplejos. Soltaron las mochilas en el suelo y mientras tomaban un sorbo de aquel líquido que les proporcionó el venerable anciano Ciak, intentaban disimular la ansiedad por aquella insólita situación; el comportamiento sorprendentemente normal de Eddie los inquietaba aún más.

Era un sitio cómodo, sin demasiados árboles ni matorrales, donde se podía presenciar el falso cielo oscuro. El terreno descendía muy suavemente hacia el lado occidental. A lo lejos no veían más que ligeros destellos de luz, los mismos que hacían iluminar los alrededores cercanos. La temperatura era bastante cálida, y casi podían beber la humedad del ambiente. Según el plano de Izaicha, se encontraban justo en mitad del recorrido de la “Zona Oscura”, es decir, a unos veinte o veinticinco kilómetros de distancia de su salida. En aquella parte del embudo, la gravedad era aún menor y, como consecuencia, sus cuerpos eran más ligeros.

Todo continuaba iluminado por las misteriosas partículas flotantes que, de manera serena y cadenciosa, se desplazaban a su antojo de un lugar para otro, atravesando todo cuanto encontraban a su paso; era como si tuviesen vida propia. Los animales correteaban por los alrededores, y en el ambiente aún permanecía aquel aroma avainillado.

—Quizás… si durmieses un poco, Eddie —le sugirió Peter, intentado aportar alguna solución a lo que él creyó que podría ser un problema de salud de su compañero.

—No te preocupes, estoy perfectamente. Creo que nunca me he encontrado mejor.

—¡Oh, Dios! ¡Tu pecho, Norman! —gritó Marvin.

Su corazón también comenzó a envolverse de aquellas partículas luminosas, en un movimiento parecido al que hace los átomos alrededor de su núcleo. Norman se alarmó, y agarró la zona de su corazón intentando deshacerse de aquello. Inmediatamente, comenzó a sentir los mismos síntomas que Eddie.

—No tengas miedo, Norman, confía en mí —trató de calmarlo Eddie—. Pronto te sentirás bien y desaparecerá ese malestar.

Pero, tal y como terminó de decir la última frase, se acercó y puso la mano derecha en el pecho resplandeciente del impresionado Norman. Aquella acción lo tranquilizó de tal manera que calmó su ardor hasta el punto de hacérselo desaparecer.

—¿Cómo lo has logrado? —preguntó Norman, aliviado y sorprendido al mismo tiempo.

—No lo sé. Era como si supiera que debía ponerte la mano ahí.

Aquello hizo reflexionar a Eddie mientras miraba hacia su propio pecho, de modo que comenzó a intuir lo que estaba ocurriendo.

Acto seguido se dirigió a Peter, e hizo la misma operación con él. En un principio, Peter se incomodó un poco.

—Pero… yo no tengo nada —susurró al tiempo que se ponía nervioso por momentos.

—Confía en mí —repitió Eddie.

De la misma forma, colocó su mano sobre la zona izquierda del pecho del joven científico y, de repente, empezó a sentir una extraña vibración en él. Haciendo de puente su brazo derecho, un flujo de partículas luminosas transitaba desde el corazón de Eddie hasta el suyo propio. Peter quedó asombrado mientras miraba como su propio corazón también comenzaba a iluminarse. Instante después, ya notaba cierta sensación de calor en la zona, por lo que comenzó a inquietarse. Eddie, tranquilizándolo con la mirada, continuó con la mano sobre su pecho, hasta que, los síntomas fueron desapareciendo por completo. Una vez totalmente relajado, igualmente, Peter comenzó a experimentar una agradable y única sensación.

Marvin no tardó en acercarse, directamente tomó la mano de Eddie y la puso sobre su pecho. Y de la misma forma, como si de una autopista en plena noche se tratase, iban transitando velozmente las brillantes partículas a su órgano vital. Ambos sonrieron de emoción.

Los cuatro gozaban de un estado de paz y armonía jamás antes experimentado por nadie sobre la superficie del planeta. Era la felicidad plena que todo ser humano había soñado alguna vez; sin miedos ni temores de ningún tipo; una especie de nirvana, de cielo en la Tierra, de gloria divina según algunas religiones.

De rodillas en el suelo y mediante una piña, el grupo se fundió en un gran abrazo que duró algunos minutos. Una fusión de energías que les hizo experimentar el más grande sentimiento de unidad y amor incondicional, algo tan poderoso emotivamente que las lágrimas cayeron de felicidad como ríos por sus mejillas.

El cansancio desapareció de golpe, al igual que cualquier carencia física; se encontraban en plenitud emocional. Después de todo, ¿qué más podían pedir? Sin embargo, pudiendo emprender la marcha sin ningún tipo de problemas, prefirieron tumbarse sobre la acorchada y ladeada superficie para, durante algunos minutos más, disfrutar de aquella mágica experiencia. «¿Quién sabe cuánto tiempo más va a durar esto?» pensaron. Sólo deseaban vivir aquel preciso instante.

Pero, de repente, a tan sólo unos metros de donde se encontraban, una enorme masa de luminosas partículas se agolpó justo frente a ellos iluminando aún más la zona.

—¡Lo habéis conseguido! —no era ninguna voz física, lo que oyeron era algo indescriptible en su interior, parecido a cuando conocieron a Izaicha.

Sobresaltados, incorporaron sus espaldas para quedar sentados contemplando aquella extraordinaria presencia luminiscente.

—No temáis —tranquilizó la aglomeración de partículas—. Sí, yo soy quien os habla. ¿Acaso os asustáis de una ardilla? ¿De un pájaro? ¿Os asustáis de un árbol? ¿Quizá de una hermosa flor?

Momento en que las partículas contrajeron enormemente su espacio entre ellas, reduciendo extremadamente su volumen y componiendo una sorprendente y luminiscente forma humana.

—¿Mejor ahora? —preguntó la nueva forma—. Los humanos de la superficie a menudo teméis a aquello que no es físicamente parecidos a vosotros. Es algo que debéis superar.

»Vosotros, sin embargo, demostrasteis cierta madurez a la hora de afrontar los distintos desafíos en lo que lleváis recorrido. Conseguir vencer el miedo que habita en vuestro interior no es nada fácil para el nivel evolutivo en el que os encontráis. También tenéis vuestra propia “Zona Oscura”; sin embargo, habéis podido superarla.

La figura luminiscente se expandió en un abrir y cerrar de ojos envolviendo todo el entorno. Ellos, asombrados, no sabían dónde fijar la mirada. Y con la misma velocidad volvió a adoptar una silueta humana.

—Soy Tiamat —expresó radiante— la Madre Tierra, Gea, Gaia, Pachamama o cuantos nombres deseéis ponerme.

Paralizados ante lo que en un principio creían una alucinación, no lograban salir del asombro. «¿El planeta nos está hablando?» se preguntaban.

—Grande o pequeño, bueno o malo, todo lo que habita en mí forma parte de mi cuerpo. Incluso lo que viene del exterior, que a veces me hace bien y otras veces no tanto —explicó la imagen relumbrante—. No es mi intención daros ningún discurso, mas necesito que comuniquéis mi mensaje a vuestros hermanos de la superficie. Deben saber que la tierra que pisan es un ser vivo con emociones, dolencias, alegrías y a veces hasta tristeza. No soy una simple roca flotando por el espacio, soy una entidad viva que tiene familiares al igual que lo tenéis vosotros. Estoy conectado a ellos, como las neuronas se encuentran conectadas en vuestro cerebro. Toda la galaxia está conectada formando otro gran ser, que a su vez está conectado con otros seres aún mayores, que igualmente forman otro gigantesco ser, y así sucesivamente hasta llegar a la Fuente. Como es abajo es arriba —dijo antes de deshacer su forma humana transformándose en una especie de torbellino que los rodeó para inmediatamente después volver a establecer su figura anterior.

»En vosotros existen seres que constituyen vuestro cuerpo, ellos mismos están formados por otros seres más pequeños que también, de manera inversa, se manifiestan alcanzando la Fuente mediante el movimiento infinito pero, al mismo tiempo, restaurador de un toroide. Como es arriba es abajo —repitió esta vez de manera inversa—. La naturaleza del universo está formada con el mismo principio: experimentar la Vida en multitud de formas diferentes, ya sean físicas o energéticas. Todos somos la misma cosa. Todos somos Uno. De modo que, cuiden del entorno que tan amorosamente os brindo. Transmitid este mensaje a vuestros iguales.

Los cuatro se miraban como los niños cuando son regañados por sus padres.

—Si habéis conseguido llegar hasta aquí —continuaba explicando mientras movía suavemente su brillante cuerpo—, es porque realmente estáis preparados para continuar vuestro camino. Solo los seres fuertes de espíritu y de corazón puro podrán estar a la altura de las circunstancias, así como de la nueva vibración que iré, con el paso del tiempo, instaurando en todo mi cuerpo. Para que nadie sufra será realizado de una forma muy gradual. Todos los seres de la superficie: personas, animales y plantas, podrán adaptarse sin dificultad. Vosotros ya estáis preparados, es por ello que podéis atravesar esta peculiar zona de mi cuerpo. De lo contrario, no sería posible. Nadie podría hacerlo ya que sucumbiría ante las altas frecuencias vibracionales y radiaciones que aquí existen. La interacción geomagnética y las propias fuerzas gravitacionales lo hacen posible.

»Las particularidades energéticas de esta zona de mi cuerpo hacen que podáis verme como luminosas motas de polvo —seguía exponiendo—. Sin embargo, aunque normalmente no consigáis verme, mi esencia se encuentra en todos los lugares, tanto en la superficie como en el interior del planeta, en sus océanos, en sus ríos, en las plantas o incluso en las piedras, en el aire que respiráis y también en sus atmósferas. Vosotros, los seres humanos, sin ser consciente de ello, estáis continuamente interactuando conmigo, con mi esencia, alma o conciencia, da igual la forma que lo llaméis. En todo momento podéis conectar conmigo, sólo debéis creer en ello y comenzaréis a percibir una suave vibración en vuestro interior.

Las lágrimas corrían por las mejillas de los cuatro aún con mayor vigor que la vez anterior. La felicidad que sentían jamás podrían describirla con palabras.

—Quiero que recordéis esto para que podáis transmitirlo a vuestros semejantes, sólo a aquellos que se encuentren preparados para recibir este conocimiento: el comportamiento, para bien o para mal, del ser humano de la superficie no afectará mi amor incondicional por él. Observad siempre con los ojos del corazón cualquier camino que decidáis tomar.

Aquellas fueron sus últimas “palabras”.

De inmediato, las partículas que formaron aquel figurado cuerpo humano, como si de un pequeño Big Bang se tratase, efectuaron una gran expansión repartiéndose súbitamente por toda la zona. Muchas de ellas entraron en sus cuerpos, dándoles una especie de frescura emocional y de oxigenación a todas sus células, pues a ellas también llegaron nuevas energías transformadoras.

Desde aquel momento, y aunque sus conciencias habían experimentado una gran evolución debido a todas las experiencias acumuladas en tan corto espacio de tiempo, Eddie y sus tres compañeros las potenciarían aún más gracias al conocimiento que el alma del planeta pudo ofrecerles.




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© Jorge Ramos, 2019