EL SECRETO DE TIAMAT: Capítulo 56 - Una visión fascinante



A bordo de la nave…

De repente, uno de los cuatro círculos —mencionados con anterioridad— que rodeaban el eje central de la nave más próximo a donde ellos se encontraban, cuyo espacio apenas cubría un metro de diámetro, se iluminó formando un cilindro vertical translucido que anexaba el suelo con el techo. Towach se situó justo en su interior y, como por arte de magia, desapareció instantáneamente.

—Ahora visitaremos el nivel superior —comunicó Izaicha—. Por favor, id pasando al teletransportador —dijo indicando la circunferencia iluminada.

Los cuatro se miraron con cierta zozobra. Nadie se atrevía a dar el primer paso: «¿y si con nosotros no funciona?» se preguntaban temerosos. El corazón se les aceleró. Caminar sobre un cristal instalado al borde de un enorme precipicio; tal era la sensación que les producía introducirse allí dentro.

—No temáis en absoluto —tranquilizó la Comandante después de leer sus mentes—. Es probable que sintáis un pequeño cosquilleo al entrar, pero nada más.

Una vez que al fin Eddie decidiera poner sus pies sobre aquella extraña base circular de luz, el resto de compañeros, no sin algo de temor, consintieron seguir sus pasos.

Efectivamente, tal y como había anunciado Izaicha, una leve vibración les recorrió el cuerpo desde las extremidades inferiores hasta la cabeza. Y en un instante, del que no es posible medir el tiempo, de forma inexplicable, como si de repente hubiesen visto desaparecer una imagen delante de sus ojos y aparecer otra distinta, se encontraban en la planta superior.

Cuatro individuos de idénticas características físicas que Izaicha y su compañero Towach, se encontraban sentados, estratégicamente dispuestos alrededor de la superficie circular de la nave. Miraban hacia el exterior y parecían llevar el control de la misma. Igualmente, todas las paredes incomprensiblemente se hicieron transparentes, como si de algún tipo de cristal se tratase. Los tripulantes se hallaban individualmente acomodados en una especie de pequeño habitáculo ovoidal, también creados a partir de una imagen holográfica. Sin aparentes controles de mando que pudieran hacer sospechar su manipulación, parecían desplazar sus dedos por el interior del ovoide.

Aquella tecnología estaba fuera de la comprensión mental de los expedicionarios. Ni tan siquiera vista en las mejores películas de ciencia ficción de la época o incluso en la imaginación de cualquier autor del mismo género.

La adaptación visual del primer contacto con los cuerpos originales de los comandantes de la nave, hizo que el impacto de ver otros seres idénticos no fuese tan grave. Sin duda, también pudieron distinguir dos parejas de sexo opuesto. Ya lograban apreciar los rasgos físicos que los diferenciaba: rudeza en el rostro con un cuerpo físico de escamas más grandes y verdosas para ellos, y rostro más afeminado con escamas más pequeñas y una tonalidad menor de color en los cuerpos de ellas, de estatura ligeramente algo más baja; no obstante, la envergadura era semejante a las de los humanos. Además de esto, había que añadir la variante de cierta protuberancia en la zona mamaria que desarrolló el sexo femenino a lo largo de su extensa evolución. Las glándulas mamarias, al igual que las humanas, se verían algo dilatadas cuando necesitaban alimentar a sus crías.

Por otra parte, sus minúsculos uniformes eran de similares características, pero, a diferencia de sus dos comandantes, en lugar de blancos, eran de una tonalidad rojiza oscura; los colores hacían distinguir el nivel jerárquico, que medían según el grado de conocimientos, experiencia y por supuesto evolución espiritual; esto último sólo los más sabios y experimentados de la raza podían evaluar en cada individuo. Sin embargo, no había discriminación alguna en cuanto a la formación de parejas de distintas jerarquías; la unión libre según los sentimientos de atracción de ambos era algo habitual.

Más tarde, pudieron saber que una de las razones por la que prácticamente no cubren su cuerpo con prendas como los seres humanos, es porque sienten escozor a su contacto. La piel, al ser de constitución escamosa, les incomoda tenerla cubierta. Tampoco lo necesitan, pues disponen de una mejor tolerancia a la temperatura. El roce continuo de cualquier vestidura les causa malestar y les hace daño, a tal punto de producirles erupciones, pudiendo dar lugar a infecciones más graves. Sólo las pequeñas prendas del uniforme, anteriormente descritas, constituidas de una especie de braga o slip, un cinturón y tirantes cruzados a modo de correaje, elaboradas de un material especial extremadamente poroso, les permite moverse con total normalidad y sin riesgo de cualquier molestia. Otra razón, y quizás no menos importante, es porque entre ellos no existen prejuicios, sentimientos de rubor, decoro o cualquier otro que dé lugar a una humillación moral por causa de alguna diferencia física. De la misma forma, la obscenidad es un hecho desconocido entre ellos. La simplicidad de su naturaleza los hace más puros en el sentido en que conviven armoniosamente sin ningún tipo de pensamiento frívolo.

Nosotros, como seres humanos, a diferencia de ellos, disponemos de un repertorio mucho más amplio de sentimientos, tanto negativos como positivos; nuestra polaridad se encuentra bastante más distanciada, y quizá por ello nos cueste mayor esfuerzo integrarlas. Llegados a este punto la cuestión sería: ¿es probable que uno de los propósitos finales de la creación del ser humano de la Tierra sea su propia y total experimentación de existencia, en toda la extensión de la palabra? Posiblemente no sea tan cruel disponer de todos estos sentimientos de los que disfrutamos, aunque para ello a veces suframos con sus resultados. ¿Acaso no es mejor disponer de todo un repertorio de instrumentos, en lugar de sólo unos cuantos? ¿No está en nosotros en saberlos utilizar correctamente y hacer crecer verdaderas obras de arte? Como seres de la creación, nos ofrecieron todas estas herramientas posibles y necesarias para que podamos emplearlas, incluso herirnos con ellas, de tal manera que logremos cultivarnos de todos los errores cometidos, y a partir de entonces y sólo entonces, esculpir nuestro propio futuro. Y todo ello sin la necesidad de intervención ajena. Lo más viejos dicen que el llanto de un niño es necesario cuando por tropezar se cae, y los padres son conscientes de que debe intentar levantarse por su cuenta. ¿Estarían actuando con sabiduría estos padres si, en lugar de ofrecerle la oportunidad a que se incorpore por su propio medio, sin mayor dilación lo recogen en sus brazos protegiéndolo en exceso?

Cuando hubo subido Izaicha, la última en utilizar aquel asombroso ascensor, les presentó a los cuatro tripulantes de la nave. Éstos, con un cordial movimiento de cabeza, saludaron a los invitados e inmediatamente continuaron con su tarea.

Izaicha dio la orden de partir.

—Ahora percibiréis un leve cosquilleo en la zona superior del estómago —explicó ella, llevándose la mano bajo sus desnudos senos.

La nave comenzó a coger altura de manera muy suave; mientras esto sucedía, los cuatro no daban crédito a lo que presenciaban del exterior. La superficie descendía muy lentamente, quizás para darles confianza en su inmediato vuelo. Los árboles ya se apreciaban minúsculos, y la vegetación era como un bello tapiz natural visto desde arriba. Sin ruidos ni vibraciones, parecían estar flotando dentro de una burbuja. Palpaban las paredes con cierta perplejidad, sin lograr entender cómo podían ver a través de ellas; simplemente se veía.

En pocos segundos, el cosquilleo fue pasando de mayor a menor grado, hasta que alcanzaron una altura en vertical lo suficientemente elevada como para empezar a disfrutar del espectáculo más asombroso y bello que jamás habían visto, ni siquiera en sus mejores sueños. La nave se detuvo cuando una luz intensa, pero al mismo tiempo suave, como la de un atardecer, comenzó a impactar sobre su transparente estructura. Situados de lado, volvieron sus rostros ya casi iluminados por aquella hermosa luz. Y de inmediato, los cuatro se precipitaron torpemente hacia la pared por donde podía contemplarse cómo una especie de gigantesca esmeralda emanaba bellísimos rayos de color verde-azulado, con tonos violáceos; se trataba de el Sol Central de Tiamat, que, a diferencia del sol externo, se podía observar sin ser deslumbrado.

Mientras se deleitaban del increíble espectáculo, la nave quedó suspendida durante unos minutos a más de trescientos metros de altitud. Una elevación nada caprichosa por la Comandante de la nave, ya que tenía como finalidad obtener una perspectiva más amplia de la circunferencia interna de la Tierra, aunque no en su totalidad puesto que apenas se encontraban en el final del embudo de la apertura polar sur.

Para describir tan sorprendente y extraordinario espacio natural, es necesario realizar un sencillo ejercicio de visualización: imaginémonos la geometría toroidal de una especie de gigantesca manzana completamente vaciada, desde la cual nos hallamos accediendo por uno de los dos embudos que van abriéndose paso hacia el interior hueco. Tal es el punto en el que se encuentran Eddie y sus compañeros, a bordo de una nave con tecnología inconcebible y casi mágica para ellos, gobernada por seis seres aún más extraños e inverosímiles.

Mientras la nave aún se encontraba detenida a una altura considerable del referido embudo, Izaicha, con su cuerpo escamoso y verde pálido, aunque físicamente atractivo por sus femeninas curvas, aprovechó ese espacio de tiempo para explicar algo más:

—Ahora es conveniente informaros que acabáis de acceder a una dimensión diferente a la vuestra en la superficie terrestre —dio unos pasos acercándose a ellos—. Sucedió justo cuando atravesabais la “Zona Oscura”. Nuestro mundo interno se encuentra en la quinta dimensión. Muchas de las cosas que podéis observar e incluso experimentar son posibles gracias a ello.

En ese instante, la mujer reptiliana hizo aparecer justo delante de ella suspendida en el aire la imagen holográfica en miniatura de Tiamat girando sobre su propio eje, exactamente igual que si se pudiese visualizar desde el espacio.

—Este es nuestro planeta —dijo orgullosa de donde vivía desde los comienzos de su existencia—. Vosotros vivís en el exterior —momento después, apareció de manera inexplicable la visualización perfecta del interior—. Y nosotros dentro, como ya sabéis.

Con un gesto de manos, amplió la imagen y continuó exponiendo:

—Justo en la “Zona Oscura”, el tejido espacio temporal cambia entre ambos mundos.

Peter, de forma divertida, no atinaba a ponerse las gafas para ver de cerca. Excitado observaba con gran entusiasmo. El temor inicial había desaparecido, y seguramente su pánico a los reptiles también. Una mujer fascinante y al mismo tiempo encantadora, aunque de aspecto verdoso, le hablaba de ciencia con total naturalidad, algo que le apasionaba desde pequeño y que acabó siendo lo que dio sentido a su vida adulta. Anteriormente había visto a Izaicha en un cuerpo humano, con encantos físicos realmente atractivos para cualquier hombre de la superficie. Por eso cuando ella hablaba, Peter intentaba cambiar su imagen mental recordándola con largos cabellos oscuros y tez suave en su amable y hermoso rostro digital.

Él continuaba atento mientras ella proseguía.

—Justo en este punto —señalaba con su alargado y huesudo dedo índice—, la curvatura del espacio-tiempo en la superficie del planeta se acelera. O si lo preferís de otro modo, nosotros aquí y ahora nos desplazamos en el tiempo mucho más despacio.

—Lo cual quiere decir —añadía Peter emocionado mientras se ajustaba las gafas— que en la superficie de la tierra ha pasado más tiempo del que nosotros hemos podido percibir aquí dentro.

—Aproximadamente una décima parte más de prisa —expresó Towach que se encontraba atento a las explicaciones de su pareja justo detrás—. Es decir, en veinticuatro horas nuestro tiempo se ralentiza cerca de dos horas y media con respecto al de la superficie.

Towach, al igual que Izaicha, tenía un cuerpo marcado por los músculos, aunque ciertamente no eran de ese tipo de musculación prominente, sino más bien de tipo atlético. Realmente, como raza, sus congéneres eran todos extremadamente parecidos físicamente, tan sólo se diferenciaban entre ellos con alguna particularidad en los rasgos faciales.

Una orden directa de Izaicha hizo que la nave se desplazase hacia el exterior del planeta, recorriendo con vuelo suave pero firme todo el itinerario que Eddie y sus compañeros lograron realizar a pie. Ya desde fuera, aparentemente distante de la apertura polar sur, y frente al sol externo que con su posición oblicua iluminaba la zona terrestre, pudieron apreciar la región completa de una Antártida blanca al igual que un campo de algodón. Y como el ombligo de una bella doncella acostada sobre su lecho, la oquedad yacía bajo sus pies dando lugar al oculto y misterioso mundo intraterreno de la Red de Agharta. A bordo de aquella nave, ellos tenían la insólita sensación de que era la Tierra la que se alejaba lentamente, transformándose en el tamaño de una preciosa canica azul. Mientras tanto, pálidos y temblorosos, aunque emocionados y fascinados al mismo tiempo, se adentraban en las oscuras y abismales profundidades del espacio infinito.




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© Jorge Ramos, 2019