Al-Hallaj o el Amor Crucificado, la Mas Alta Figura del Sufismo



Al-Hállaj fue el Cristo del Islam, el mártir de la fe. Decían de él que era un agitador religioso, un clarividente y el cardador de conciencias o misionero errante.

Representó la más alta figura del sufismo. Predicaba el místico advenimiento del reino de dios en los corazones.

Su nombre completo era: Abú Abdallah Al-hosayn ibn mansûr ibn mahamma, pero pasó a la posteridad con el sobre nombre de Al-Hállaj que significa "el cardador".

Estudió dieciocho años en la escuela sufi del maestro celebre: "Jonayp". Y a los treinta y ocho años se trasladó a la Meca.

Según su compañero Nahrajûrí, Al-Hállaj se entregó por aquella época a las más rigurosas prácticas ascéticas: "permaneció durante un año en el atrio interior de la mezquita, sin moverse de su lugar más que para la purificación ritual. Cada día le entregaban un cuenco de agua y una torta de pan, le daba cuatro mordiscos y bebía dos tragos de agua. Luego colocaba el resto de la torta sobre el cuenco para que se la llevaran a la mañana siguiente".

Posteriormente viajó durante cinco años predicando la unión con Dios por medio de la aniquilación del yo, y del arrepentimiento. Cada vez que hablaba en público escrutaba las conciencias de sus oyentes y descubría los más ocultos secretos de sus corazones y les hablaba al respecto, por eso le apodaron "el cardador de las almas".

Estudió las traducciones de los filósofos griegos, aprendió medicina, farmacia y alquimia. Se instruía para ayudar mejor a los demás.

A veces oraba de viva voz diciendo:

"!Oh tú, que me has embriagado con tu amor y me haces vagar por las explanadas próximas a ti ! Tú eres el solitario, en la soledad de la eternidad; Tú eres el único que te testimonias desde la Sede de la verdad: Tu testimonio es la justicia, sin que tú te justifiques; Tu alejamiento, es el vacío, sin que tú te separes; Tu presencia, es tu ciencia sin que te muevas; Tu ausencia, es el velo impuesto sin que te vayas. Nada está por encima de ti para sostenerte, y nada delante para limitarte, y nada detrás que te persiga, te lo suplico, por esa proximidad sagrada que tú haces descender sobre mí, y por los grados más altos todavía que te solicito...

Multiplica el número de mis enemigos en tus ciudades. Y de quienes exigen mi muerte entre tus fieles."

Su predicación era el reflejo de su vida interior, la comunicación de una parte de su experiencia íntima. Algunos extractos de sus discursos publicados, dicen así:


"¡Oh gente!. Ciertamente, si él creó a su criatura, lo hizo por pura bondad hacia ella. Y si unas veces resplandece brillante ante ella y otras se cubre para ella con un velo, lo hace siempre para hacerla progresar. Pues si no irradiara, todos negarían su existencia.

Y si no se velara, todos quedarían fascinados... por lo que a mí respecta, no hay ya velo entre él y yo, !ni si quiera un parpadeo!


¡Es tiempo de que encuentre el reposo, para que mi humanidad perezca en su divinidad, mientras mi cuerpo se consume en las llamas de su omnipotencia para que ya no quede ni rastro ni vestigio, ni rostro, ni descripción. ¡Oh gente!, cuando la verdad se apodera de un corazón, lo vacía de todo lo que no es ella misma. Cuando Dios se une a un hombre, mata en él todo cuanto no sea él. Cuando ama a uno de sus fieles, incita a los demás a que le odien, para que su servidor se le acerque más, para que le consienta.


"¡He abrazado, con todo mi ser, todo tu amor, oh santo! Te has manifestado tanto, que me parece que solo tú estas ya en mi, doy vueltas a mi corazón, entre todo lo que no eres tú, pero ya no veo sino desapego, de mí a ellos, y familiaridad, de mí a ti.

¡Ay!, heme aquí en la prisión de la vida, unido a todo el género humano..."

Las palabras y los milagros de Al-Hállaj iban de boca en boca, y la audacia de sus palabras asustaba a sus mejores amigos.

Hizo tres veces la peregrinación a la Meca.

En el último viaje, ya solo hablaba de la unión mística con su ser, de tal manera que no se sabía si quien hablaba era el creador o la criatura.


"¡Te he saludado ahí, en mi conciencia!


¡Mi lengua, en el éxtasis, ha dialogado contigo!


Nos hemos unido en cierto sentido, y en cierto sentido nos hemos separado, pues mientras tu majestad te ocultaba a las miradas de mis ojos, mi conciencia te ha percibido en el fondo de mi corazón."

La Pasión de Al-Hállaj

Se levantaron contra él los medios políticos, jurídicos y religiosos y tenía indignados a los místicos, en definitiva toda la comunidad musulmana había sido desafiada.

No eran tiempos de tolerancia, dos veces fue encarcelado, y la segunda vez no saldría ya de la cárcel hasta su muerte. Fue maltratado ante el populacho y encadenado de la nuca a los talones.

Ocho años pasó en la cárcel, la cual convirtió en un santuario, orando y ayunando constantemente. Fue condenado a muerte después de siete meses de juicio.

En una biografía escrita por su propio hijo, se dice que la víspera de la ejecución fue la más conmovedora desde la agonía del Cristo en el Huerto de los Olivos, Al-Hállaj hablaba en éxtasis diciendo:


"!Henos aquí para ser tus testigos! En tu gracia venimos a buscar refugio y en el esplendor de tu gloria, claridad; para que tú nos muestres lo que deseas, en tu esencia sublime y por tu decreto.

Tú eres dios en el cielo y en la tierra, !oh tú que constituiste los siglos y modelaste las formas!

Tú quisiste que aparecieran las realidades de mis ciencias y mis milagros, llevándome en mis ascensiones hasta los tronos de mis pro-eternidades, allí donde tú me hiciste pronunciar la palabra creadora.

¿Cómo es posible que ahora, me vea expuesto a la muerte, ejecutado, llevado al patíbulo, quemado, y mis cenizas sean en-tregadas a vientos y corrientes?

¡Ah! La menor parcela de mis cenizas, quemando así, por ti, promete al cuerpo glorioso de mis transfiguraciones, una rea-lidad más cierta que la de las mayores montañas."

Su hijo Hamd nos relata todo el proceso de la pasión y muerte de Al-Hállaj, en una síntesis de varios documentos redactados por testigos directos. Esta síntesis nos conduce a los límites de la crueldad humana y del dominio del espíritu sobre el cuerpo.

Dice su hijo: "Cuando llegó la mañana le hicieron salir de la cárcel; le vi danzando en pleno éxtasis de júbilo, danzando bajo sus cadenas y orando le llevaron a la plaza y le cortaron las manos y los pies tras haberle dado quinientos latigazos. Luego fue crucificado y le escuché, en el cadalso hablar con dios: "!Oh Dios mío, voy a entrar en la mansión de mis anhelos y contemplar allí tus maravillas!"

Pasaban las horas -sigue relatando su hijo- y la gente desfilaba ante la cruz y algunos le insultaban. Al crepúsculo, llegó la autorización del Califa para decapitarlo. Pero sus verdugos prefirieron aguardar a que terminara la noche.

Cuando llegó la mañana, le bajaron del cadalso y le echaron hacia delante para cortarle el cuello. Al Hállaj dijo en voz alta sus últimas palabras:


"Los que no creen en la hora postrera son arrastrados enseguida a ella; pero quienes creen, la aguardan con respetuoso te-mor, pues saben que es la verdad" (Cor. XI -11, 17)

Se le decapitó y su cabeza fue clavada en una lanza y expuesta durante dos días en el puente Tigris.

Luego fue recogida, junto a sus manos y pies y enterrada en una tumba que se levanta en la orilla del río y todavía hoy es lugar de peregrinación para todos los musulmanes, cuando sus cenizas (las del resto del cuerpo), fueron arrojadas al fuego, cuenta su hermana que Al-Hállaj se le apareció y le dijo:


"Cuando me han cortado las manos y los pies, mi corazón estaba lleno de amor; cuando me crucificaron, contemplaba a mi señor y no sé lo que me han hecho; cuando me han quemado, los ángeles han bajado del cielo para abrigarme con sus alas y me han llevado ante el trono y me han dicho: "llena tus ojos... ¡ya nunca más estaré oculto para ti!

A lo que Al-Hállaj contestó: "me hubiera gustado llegar más pronto a percibirte"

El Maestro Samael nos habla en su libro Sabiduría Gnóstica sobre la pasión de Al-Hállaj:

"El omnicósmico y santísimo Al-Hállaj nació en Irán en el año 857 y fue nieto de un devoto del Gran Maestro Zoroastro... el gran maestro Al-Hállaj era fuera de toda duda un tremendo revolucionario; los políticos lo acusaban de peligroso agitador...

El Gran Hierofante Sufi Al-Hállaj a base de cincel y de martillo transformó la piedra bruta dándole una forma cúbica perfecta.

El Gran Inmolado Al-Hállaj antes de morir ya había muerto absolutamente en sí mismo y dentro de sí mismo.

La resplandeciente alma de diamante del Imán Al-Hállaj caminando por el sendero celestial, se dirige hacia el absoluto.

El Gran Iniciado Sufi Al-Hállaj nació, murió y se sacrificó, totalmente por la humanidad convirtiéndose en el Cristo maho-metano".
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