Recuerdos de la Atlántida (1ª Parte)


Mis recuerdos atlantes comienzan conscientemente a partir de que un día al despertar llegara a mi mente esta frase:

“NU de MU…..PORT OFIR aún existe”.

Dicha frase iba acompañada de este símbolo que en ese momento he visto:

Un "Disco Solar"

Esa frase y el símbolo que la acompañaba eran una “clave”, una “llave” para abrir códigos antiguos que encerraban una historia tan lejana como real y despertar en mí, los recuerdos de un pasado maya-atlante.


A partir de entonces comencé a recordar y además a investigar, pues necesitaba pruebas para saber con certeza que aquello que yo recordaba y que además me transmitían, era verdad. Después de más de 25 años de investigación ahora puedo asegurar: que encontré “Port Ofir”, el “Puerto de las Serpientes”, que aún existe y que fue parte de Atlántida.

Dentro del legado maya en el sureste de México en Chiapas, se conserva una ciudad antigua que actualmente llaman Palenque, ciudad sagrada que conserva dentro de sus templos nuestra historia atlante y un conocimiento cósmico muy elevado referente a toda la humanidad, a la creación del hombre mismo y a su origen cósmico. Todo este conocimiento mantiene en pie esos templos a pesar del paso de miles de años y “espíritus maestros” de aquella época, seres cósmicos de elevación espiritual alta son guardianes permanentes de toda la Verdad que ahí se esconde.

El proceso de la investigación ha sido maravilloso y visitar ese lugar, también llamado Nakan “Tierra de la Serpiente”… inolvidable. Llegar ahí fue regresar en el tiempo, me sentí fuertemente unida a esos sagrados recintos y cada paso me hacía sentir que algo se revivía dentro de mí. Entonces comencé a recordar:

Hace alrededor de catorce mil años vivimos una época de esplendor, formábamos entonces una raza prodigiosa. Era Vegha la estrella polar del planeta y la conocíamos como “la Reina Blanca” “Zac Kuk”, en aquel tiempo la conformación de los continentes era por supuesto un tanto distinta a la actual. La educación en general formada en base a una “Ciencia Cósmica-Espiritual” nos enseñó a vivir una vida en equilibrio manejando lo físico y lo espiritual como partes complementarias inseparables una de la otra, llevándonos a vivir la vida común en perfecto equilibrio por el respeto a nuestro propio ser, a nuestros semejantes y a nuestro derredor; éramos conscientes del “In Lak Ech” que nos enseña que “yo soy tú y tú eres yo” y por ende lo que yo te haga me lo hago a mi mismo, ya seas ser humano, animal, planta o cualquier cosa de mi entorno.

Floreció en nuestras vidas el más elevado conocimiento y desarrollamos nuestras capacidades al máximo en todas las artes, fue por ello ésta una Época Dorada. Éramos una raza de grandes “artesanos”, de donde nos vino el adjetivo de “Toltekas” pero como formábamos parte directa de una raza “madre” origen de muchas otras, fuimos desde el principio nombrados como la raza “Maya”.

Los años pasaron y como en todo jardín hay plantas buenas pero también crece la cizaña, así hubo en nuestra gente seres con gran capacidad intelectual, con el mismo gran conocimiento pero con poca evolución espiritual; en ellos el ego creció al máximo y utilizaron todo su saber en contra de la vida misma por el ansia de poder. Ejercieron su gran influencia, su fuerza mental sobre los más débiles, levantándolos en contra de nuestra paz y estabilidad con engaños. Grupos de gente movida por estas fuerzas oscuras se revelaron contra nuestro gran rey, líder y maestro sabio, que había sido un verdadero padre para todos.

Ante esta situación amenazadora y después de evitar un enfrentamiento brutal y muchas muertes inocentes, éste amado rey tomó la difícil decisión de negociar la paz y la vida de su gente a cambio de su destierro voluntario. Una gran tristeza invadió su Ser, mas sin embargo en todo momento la más grande sabiduría acompañó sus actos pues Él era un iluminado, un iniciado en el más sagrado conocimiento de lo profundo de los templos, y así fue que su heroico renunciamiento a la corona consiguió la paz.

Nuestro “Rey Santo” “Kinich Ahau” se embarcó para ir hacia una montaña cercana sobre la cual había un templo guardado por los sacerdotes-guías que lo educaron desde su niñez, no había entonces mejor lugar al cual ir que le diera el consuelo y la paz necesarios. Desembarcó en la región llamada “Puerto de las serpientes” “Port Ofir” (de port=puerto ophis=serpiente) o “Tierra de las Serpientes” “Nakan”, y desde esa montaña continuó haciendo el bien y no cesaba en darnos su sabiduría, su amor y su luz en aquel lugar al cual desde entonces la gente dio por llamar “La Montaña de la Gloria” o “Cerro de la Gloria”, mismo que anteriormente solo era llamado “Cerro de los Pinares” por el tipo de vegetación que ahí abundaba; mas dentro de los templos los sacerdotes se referían a él como “Paraíso” “Pakal” pues era la tierra que daba cobijo al “Ave del Paraíso” título con el cual se hace referencia al Avatar, el Mesías en el lenguaje esotérico del templo (Josefa R. Luque Álvarez, Moisés el vidente de Sinaí).

Bien sabíamos los que tuvimos la fortuna de iniciarnos en los Misterios Sagrados del templo, que nuestro amado Rey era la encarnación de Itzamná, el espíritu de Hunab Ku nuestro Creador y Dios Único, por ello cuando a discreción se hablaba de él refiriéndonos a su jerarquía espiritual se le mencionaba tan solo como el “Ave del Paraíso”. Dejaba entonces de ser un simple rey para pasar a ser el Guía Espiritual más grande, el Maestro más sabio que haya puesto sus pies en nuestra tierra, en aquella Era Prehistórica.

Kukulkán Rey de Nakan portando el penacho de “Ave del Paraíso”, grabado en uno de los templos de Palenque (Port Ofir). 

Y así describiéndolo como el “Avatar” con el título de “Ave del Paraíso” quedó inmortalizado el Rey, grabado en el muro de uno de los templos luciendo un especial penacho diseñado de modo que era una réplica fiel de esta ave en la época del cortejo cuando el macho realizaba una danza, en la cual luce el plumaje en todo su esplendor. Por eso incluso su propio perfil lleva seguimiento a la forma de la cabeza del ave, deformado intencionalmente (solo en el grabado) por precisar que él era el “Ave del Paraíso”, es decir “Avatar”.

Ave de Paraíso real

En la actualidad, todo se ha olvidado a cerca de este nombre o título tan especial y ni aún a través de leyendas se le recuerda. Esto es comprensible, pues no era fácil que el título de “Ave del Paraíso” sobreviviera al paso de miles de años cuando ni siquiera en su momento lo conoció toda la gente, por formar parte esto del conocimiento que sólo unos cuantos privilegiados pudimos obtener dentro de los Templos, como parte de los “Sagrados Misterios”. La mayoría conoció al Rey solo como el noble dirigente que era, más nunca supieron que detrás de su atractiva personalidad física se escondía una jerarquía espiritual tan elevada.

Para mi sorpresa, mis recuerdos iban teniendo prueba y fundamento en los grabados que se encuentran aún en la ciudad arqueológica de Palenque. Obsérvese detalle a detalle del diseño del penacho en la anterior imagen, la forma y distribución del plumaje y compárese con la del ave real y no habrá duda de que su plumaje no es de Quetzal sino de Ave del Paraíso, la principal ave sagrada atlante y título sagrado y secreto del “Avatar”.

En la tumba de nuestro amado Kinich Hanab Pakal “el Ave del Paraíso” quedó grabado el símbolo que precisamente describe a “Nakan” en la Montaña Santa como la “ciudad Paraíso”; se le nombra “Pakal” y es por este glifo que los arqueólogos al encontrar al Rey en ese templo, le llamaron equivocadamente “Rey Pakal”; más nada indica que este símbolo hiciera referencia a su nombre, y tal es así que Alberto Ruz el arqueólogo “elegido” para reabrir tan magnífica tumba en 1952 (Templo de las Inscripciones, Palenque Chiapas, México) prefería referirse a él como “Uaxac Ahau” “8 Ahau” (símbolos grabados también en la Lápida) por que Ruz sabía que el glifo Pakal no hacía referencia al nombre del Rey.

Glifo “Pakal”, “Paraíso”.

“Pakal” es un calificativo maya que significa “jardín”, “huerta” o “heredad donde hay cosas plantadas”. Es el nombre de la “Tierra Prometida”, la “Tierra en Heredad Divina”, el “Jardín o Paraíso”, aquella hortaliza donde fueran plantadas por primera vez las semillas de maíz o chispas del Espíritu Divino para la creación del hombre; fue uno de tantos nombres que se le dio a esa tierra sagrada, pero a mi parecer el más hermoso y especial porque con él recordábamos que en esa tierra posó sus pies y derramó toda su Luz el Avatar y Rey de Nakan el Kinich Uaxac Ahau KuKulKan.

La palabra Paraíso está descrita en uno de sus significados, como “Cercado” o “Circular”, estos términos se identifican perfectamente con éste glifo maya que es un símbolo de diseño “circular” que muestra algo “cercado”: en su centro tiene el símbolo de la Deidad, el símbolo de Dios Único y en su derredor cuatro círculos que representan sus cuatro Fuerzas Creadoras, todo ello cercado por un grande y grueso aro que simboliza al Todo, al Universo. Simboliza el paraíso donde Dios creó todo lo existente. También vemos que el término “Palenque” hace referencia a un “terreno cercado y circular” igual que la palabra “Pakal” o “Paraíso”. Por lo tanto estos tres términos son en parte sinónimos:

PARAISO  -  PAKAL  -  PALENQUE

Pocos años más fueron los que vivió entre nosotros ese místico Ser, Luz y Guía de la humanidad de aquel tiempo ancestral, mismo tiempo en el que se mantuvo tambaleante nuestra paz, pues casi inmediato a su partida de este plano físico, entre la desolación y la orfandad caímos débiles ante tiempos de guerra y de grandes cambios geológicos. La rebelión que su luz y presencia en el mundo detenían, a su partida fue incontenible y aquella Época Dorada se convirtió en época de caos, de desequilibrio, desunión y guerras.

Los rebeldes movilizaron las más bajas ondas energéticas, distorsionaron la Verdad de aquel maravilloso conocimiento en pro de su vanidad y control de masas, causando en poco tiempo un gran desequilibrio el cual trajo como lógica consecuencia un efecto apocalíptico por una causa de oscuridad y daño grave para la vida. Las Fuerzas Elementales se movilizaron entonces por detener aquella onda primitiva que avanzaba pisando todo a su paso, caminando con los más bajos instintos, prepotencia, egoísmo y gran maldad. Las aguas, los vientos, el fuego y la tierra se conjugaron para contener y limpiar la inmundicia que se había esparcido, y en un proceso de limpieza progresivo gran parte de nuestra amada tierra se fue hundiendo.

Itzen Caan