Preparémonos Para Grandes Cambios


Sea que estemos frente a una guerra o sea un montaje para distraer a los pueblos y a los trabajadores, es urgente responder como humanidad y no como naciones o bloques de naciones.

Lo más terrible para un revolucionario es no sentir la revolución. Es no poder conectarse con los elementos más avanzados del pueblo. Ella (la revolución) está encima de nosotros, y nosotros no la vemos. Petrificados por el poder inmenso de las oligarquías financieras del mundo, no vemos su enorme debilidad. Obnubilados por nuestros esquemas, somos ciegos ante las fuertes señales que la vida nos envía.

Cuando todos estábamos respondiendo a los amagues y amenazas del decadente imperio estadounidense, cuando la mayoría de analistas juegan el “juego del imperio” (alianzas, sanciones, pequeñas y calculadas guerras de intervención, auto-amenazas y demás alardeos de fuerza “gringos” y “otanistas”), el pueblo árabe derrocó en menos de dos (2) meses a varios vetustos dictadores “nacionalistas”. Los hechos del año 2011 nos cogieron a todos “con los pantalones abajo”. Y el problema es que pareciera que todavía no nos los subimos ni menos que nos los queramos amarrar.

Después de lo de Túnez y Egipto apareció el fenómeno de Libia, que para unos es un alzamiento popular y para otros una intervención extranjera pero, para el pueblo libio son ambas cosas (teoría cuántica, onda, partícula, ambas cosas). A los pocos meses “saltó la liebre” en España, de allí dio un giro hacia la juventud chilena y colombiana, y se paseó por Wall Street y por casi todos los EE.UU. Pero lo que está sucediendo en Libia confirma que la revolución está en ascenso, que las mayorías de la humanidad anhelan un cambio, y que, lo que eran señales o anuncios pronto serán una realidad que hará temblar a los capitalistas de todos los países y de todos los continentes.

Lo que sucede en Libia es la comprobación de que “el pueblo es superior a sus dirigentes”. Allí, poco a poco, el pueblo insurrecto – y bien insurrecto contra Kadaffi – se está empezando a encontrar con el pueblo que resistía –y bien que resistía a la invasión extranjera–, para completar la tarea, que no es otra que apropiarse democrática y colectivamente de sus riquezas: con independencia, autonomía y tolerancia tribal y religiosa. Y lo van a lograr por encima de quienes miran atrás, unos con reverencia romántica y otros con vergüenza nacional. Allá no existen esos complejos, el pueblo está armado y… ¡No lo han podido desarmar! ¡Ni se va a dejar desarmar!

Lo que es una gran señal de este “salto cuántico” que está en pleno desarrollo es que los imperialistas y sus asesores lo saben. ¡Ellos si que lo saben! Y por ello arman todas las estratagemas posibles para evitar una revolución mundial. Les conviene –con urgencia– que se armen bloques contra “occidente”. Les sirve que se junten China, Rusia, Irán, etc. Les interesa que se identifiquen los gobiernos “autoritarios” y “anti-democráticos” como Corea, Cuba, Venezuela y demás. Y muchos caen en su trampa por que no confían en la capacidad de los pueblos. Sólo creen en la fuerza de los “Estados”. Son los Proudhon, Bakunin y Kautskys del siglo XXI.

La gran burguesía plutocrática financiera sabe que su sistema va a colapsar. Lo que les preocupa es que los trabajadores del mundo entero organicen un gran frente para derrocar su sistema político y económico. Quieren hacerles creer a sus pueblos, especialmente a los de los EE.UU., Europa, Japón, e incluso a las élites oligárquicas de los países emergentes (BRICS) que no es posible cambiar el modelo. Que la economía especulativa que gira alrededor de la química del petróleo es irremplazable, que la guerra es la única alternativa para defender sus privilegios.

Pero, cuando amplios sectores de la población más avanzada del mundo (que ya debería ser una “masa crítica” para cualquier revolucionario) están buscando fuentes de energía alternativa y cuando esas masas más avanzadas del mundo –que sólo en nuestro caso de América Latina representan el sentir de las mayorías de nuestros países–, nos están mandando mensajes de apretar el acelerador, de buscar el entendimiento con los pueblos y trabajadores árabes y europeos, entonces nuestros revolucionarios siguen mirándose el ombligo de la lucha “inter” e “intra-imperialista” (entre bloques imperiales) y no la enorme lucha de clases que ya tenemos encima y que requiere conducción revolucionaria de verdad, y no simples “lloriqueos nacionalistas” frente al imperio decadente.

Así que es urgente –urgentísimo– diseñar y divulgar en forma unificada un programa de “transición” (como lo llamó Trotsky) para éste período en donde los trabajadores no tenemos la suficiente fuerza para derrocar al capital, pero contamos con el momento oportuno para auto-salvarnos como humanidad. Un programa que unifique a las más amplias capas de la población que tiene que recoger asuntos tan urgentes como:
  • La transformación democrática de la ONU, el desmonte del Consejo de Seguridad y el establecimiento del voto pleno de cada uno de los países del mundo.
  • El desarme completo y absoluto de todas las potencias imperiales, única garantía de verdadera Paz.
  • El desmonte del sistema especulativo financiero y el inicio de una planificación basada en la economía de equivalencias.
  • El desmantelamiento del modelo económico basado en la química del petróleo.
  • La organización de un sistema para destruir las economías ilegales que hacen parte del modelo de acumulación criminal que sostiene al capitalismo actual (narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas y de activos, tráfico de insumos para la narco-economía, etc.).
Algunos dirán que estoy soñando; otros dirán que no tenemos la suficiente fuerza. De eso se trata. Si la idea está clara, ella misma se encargará de organizar la fuerza. La “masa crítica” ya existe en todas partes, sólo que nos falta unirnos y actuar en la misma dirección. ¡Vamos, topo, vamos, sigue cavando!

Fernando Dorado

Popayán, 6 de febrero de 2012

Cortesía del propio Fernando Dorado. ¡Gracias amigo!