Eres lo que comes. La letra pequeña en la alimentación


[...]prácticamente todos los productos que consumimos a diario llevan incorporado decenas de estos aditivos. Entonces, ¿qué cantidad de esas sustancias acumulamos en nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida?[...]
Los aditivos químicos son usados para para alargar la vida a los alimentos, también para darles un color más atractivo, incluso para potenciar su sabor, además de otras muchas funciones. Nadie discute que en el primer caso estos aditivos nos ayudan a mantener los alimentos en buen estado por más tiempo, pero lo que sí está en entredicho es que sean todos inocuo para nuestra salud. El problema es que la industria alimenticia hace un uso excesivo de ello. Desde este artículo aprovecho para hacer un llamamiento a todos los responsables políticos que, de una vez por todas, pongan más empeño en que esto se regule de forma en que nosotros, los consumidores, podamos elegir productos más sanos sin tener que ser licenciado en química o dejarnos la vista en leer las minúsculas etiquetas.

Los niños, el trabajo, la familia, la casa… en definitiva, las responsabilidades unida a la falta de tiempo nos lleva a solventar los problemas de nuestra vida diaria con demasiada precipitación. Cuando necesitamos reponer la despensa no cambia la cosa. Incluso yo diría que aún peor. El otro día observé atónito a una señora, que iba con sus dos críos revoloteando alrededor suya, verter los artículos en su carrito de compras como si estuviese echando pasto a los caballos; directamente los cogía del estante y los encestaba desde lejos. Esta dejadez puede resultar peligrosa. Y es que detenerse tan sólo cinco minutos leyendo las etiquetas nos puede suponer un salto cuantitativo y cualitativo en la calidad de nuestra vida, en el transcurso de ella y por supuesto, en su ocaso, es decir, en el momento en que nuestro cuerpo va a necesitar que las células estén en plena forma. Ni que decir tiene si dichos productos van también destinados a alimentar a nuestra familia.

Reconozco que puede llegar a ser tedioso, porque la verdad sea dicha es que no nos lo ponen nada fácil, pero, ¿alguna vez te has parado a leer la letra pequeña de las etiquetas? Pues existen cientos de aditivos (los denominados E, junto a un número de tres o cuatro cifras), la gran mayoría de ellos químicos. Es cierto que hay que reconocer que afortunadamente la cosa ha mejorado en los últimos años. Pues existen marcas concienciadas con este cambio, gracias precisamente a esos locos y locas que mirábamos las etiquetas y que demandábamos productos más saludables, sin tantos aditivos, sobre todo sin aquellos que se sospechasen perniciosos para la salud.

La industria alimentaria se defiende argumentando que sus aditivos pueden consumirse sin riesgo alguno para el consumidor, cuyo estudio, según ellos, demuestra que en pequeñas cantidades no suponen ningún peligro. Pero claro, eso puede ser cierto si consumimos esporádicamente un alimento que lo contenga. Sin embargo, sólo basta comprobar que prácticamente todos los productos que consumimos a diario llevan incorporado decenas de estos aditivos. Entonces, ¿qué cantidad de esas sustancias acumulamos en nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida? O, ¿qué reacciones a medio y corto plazo puede provocarnos en nuestra salud? No es posible averiguarlo. Por ahora todo depende de la elección que hagamos como consumidores.

Un pequeño ejemplo es el siguiente:

A continuación, os muestro un aditivo, sin entrar en mucho detalle, de los múltiples que existen. Se trata del E621, Glutamato Monosódico, cuyo componente es utilizado masivamente por la industria como potenciador de sabor. Se usa principalmente para que no dejes de comer, y se asocia con la comida rápida, productos cárnicos, alimentos precocinados y en diferentes alimentos altamente procesados: snacks, embutidos, pizzas, salsas, etc; o lo que es lo mismo, en muchos productos que echamos al carrito de la compra.

Otros nombres utilizados para este aditivo son: el Glutamato de Monosodio, Glutamato Sódico, GMS, MSG, Extracto de Levadura Autolizada y Proteína Hidrolizada, todos son lo mismo (E621).

Su nivel de toxicidad es ALTA. En dosis baja se muestra excitotóxico y neurotóxico, capaz de destruir las neuronas con gran rapidez. Un estudio ha descubierto que en niveles altos puede favorecer la aparición de pensamientos suicidas. También puede provocar reacciones alérgicas y ataques de asma.

Este es el ejemplo reducido de sólo un aditivo, existen cientos de ellos que habitualmente consumimos.

En internet hay infinidad de páginas que disponen de información completa de todos y cada uno de estos aditivos. En ellas nos indican para qué son empleados y cuál es su nivel de toxicidad, y también sus efectos secundarios.

En su favor hay que decir que no todos estos aditivos son perjudiciales para la salud, también los hay que son totalmente inofensivos. Para conocerlos mejor y evitar los más peligrosos, mi consejo es utilizar alguna aplicación móvil, que ya las hay, y muy buenas, para que nos ayude a hacer la compra. Basta con poner el número del aditivo y ella te dirá, si es el caso, su grado de toxicidad en un código de tres colores: para los aditivos inofensivos; para los que debemos tener precaución; y, para los peligrosos o muy peligrosos. Igualmente te ofrece información de su uso y de sus posibles efectos adversos.

Si ponemos atención, en unas semanas nos habremos familiarizados de tal manera con los diferentes números de aditivos que ya no nos hará falta dicha aplicación, o al menos ya no la usaremos con tanta frecuencia. De todas formas, si no eres de los que usan aplicaciones móviles o prefieres algo más tradicional puedes descargar el siguiente enlace e imprimirlo, cuyo documento contiene el 99% de aditivos químicos actualizados, elaborado por las mejores páginas al respecto, y cotejado por Preparémonos para el Cambio.
No se trata de ser alarmista, sin embargo, debemos disponer de la información necesaria para que nosotros como consumidores podamos optar por las opciones que más puedan satisfacer nuestra cesta de la compra. Ya sabes que la demanda hace el cambio.

Recuerda que invertir cinco minutos en leer las etiquetas puede ofrecernos años de calidad de vida.