Hacia una nueva humanidad


El ser humano se encuentra en un punto crucial de su desarrollo evolutivo, un momento histórico que va a marcar el inicio de una nueva humanidad. Pero para saber a dónde nos dirigimos como especie, primero es necesario analizar de dónde venimos y dónde nos encontramos.

Desde el “el origen de la vida en la Tierra” hasta nuestros días somos lo más extraordinario que ha sucedido en nuestro planeta. Es cierto que esta afirmación puede resultar aberrante viendo la destrucción que creamos, una destrucción que hace que parezca sorprendente que no nos hayamos extinguido. Algo que no va a suceder porque la extinción no forma parte del plan universal para el que fuimos creados.

Después de analizar el origen del ser humano en “la mano de Dios” podemos entender como formamos parte de ese plan universal. Un plan llevado a cabo por razas más evolucionadas que trabajan al servicio de Dios creando nuevas formas de vida a lo largo de todo el universo.
Es importante comprender que cuando mencionamos “al servicio de Dios” no nos estamos refiriendo a ninguna religión del planeta. Religiones que de una u otra manera han sido manipuladas por el hombre para su propio beneficio. Podemos referirnos a Dios como el origen de todo, como la fuerza positiva que nos rodea y nos une. Y cada uno de nosotros es libre de nombrar a ese “origen de todo” como considere oportuno.

También es importante comprender que entre nosotros y el origen de todo existen otros planos de existencia. Niveles de evolución que van desde el plano material hasta el plano espiritual. Y cuánto mayor es el nivel de consciencia de una raza, más nivel de espiritualidad se adquiere y más cerca del origen de todo se está.

Por eso hay razas que han evolucionado tanto sus niveles de consciencia que son capaces de trabajar “al servicio de Dios”. Razas que trabajan creando nuevas formas de vida. Formas de vida que empiezan nuevos procesos de evolución, tal y como hicieron con nosotros en la Tierra. Ellos son la “mano de Dios”, una capacidad que nosotros también tendremos cuando evolucionemos.

¿Dónde nos encontramos como especie?

Según la ciencia espiritual existen distintos niveles de evolución de vida o de vibración espiritual denominados dimensiones. La primera dimensión sería la más elemental, la que tiene una frecuencia vibracional más baja. Esta dimensión sería el primer paso de la materia, es decir, el momento en el que la energía se convierte en algo material.

La primera dimensión es la base sobre la que se construyen los elementos básicos de la vida, las estructuras vitales que permiten crear nuevas formas de vida más complejas. Esta dimensión estaría formada por el reino mineral, la frecuencia primera sobre la que vibran átomos y moléculas.


La segunda dimensión espiritual estaría formada por el reino animal y vegetal. Esta dimensión sería el siguiente paso en la evolución de los átomos y las moléculas, una evolución que da como resultado estructuras de vida más complejas como plantas o animales.

Formas de vida que todavía no han adquirido la consciencia de existir, del “yo soy”. Estructuras de vida de inteligencia básica o primaria pero con una frecuencia vibracional más alta que las formas de vida de la primera dimensión.


La tercera dimensión sería el resultado de la evolución de las estructuras de vida de la segunda dimensión, el momento en el que una forma de vida de inteligencia “primaria” se convierte en un ser de inteligencia racional. Aquí es donde nos encontramos nosotros, en una frecuencia vibracional de tercera dimensión.

En esta dimensión se adquiere la consciencia del “yo soy”, la consciencia de existir como especie. Ocurre una individualización del ser, se crea una personalidad propia, surge el ego. Se adquiere una percepción del mundo que nos rodea. 



Cuando el ser humano empezó a vibrar en la tercera dimensión de consciencia, la frecuencia vibracional estaba más cerca todavía de la segunda dimensión que de la cuarta. Si analizamos este hecho con números decimales, podríamos decir que empezamos vibrando en un 3,0. Nos encontrábamos por tanto vibrando más cerca del 2,9 de la segunda dimensión que del 4,0 de la cuarta dimensión. Estos decimales definen las subdimensiones.

A medida que hemos ido evolucionando espiritualmente como especie, la mayoría de la humanidad de la Tierra ha pasado de ese 3,0 inicial a valores más cercanos al 4.0, llegando incluso a una subdimensión de 3,9. Nos encontramos por tanto muy cerca del siguiente paso en nuestra evolución: la cuarta dimensión.

Sin embargo, no todos los seres humanos han conseguido evolucionar a niveles tan cercanos a la siguiente dimensión espiritual, incluso hay humanos que todavía vibran más cerca de la segunda dimensión. La humanidad se encuentra dividida entre seres que vibran en un 3,0 hasta seres que están a punto de llegar a la cuarta dimensión vibrando en un 3,9.

Vibrar más cerca de la segunda dimensión supone que el ego acaba de surgir, por lo que el egoísmo y la prioridad del individuo frente a lo colectivo es mucho más importante para la personalidad del ser. Por eso en los inicios de la humanidad había tanta crueldad, tanto egoísmo. Algo que también sucede ahora pero con menos intensidad porque estamos evolucionando. Hay más seres vibrando cerca del 4,0 que del 3,0.

Es importante entender que para que la vida se desarrolle y evolucione de dimensiones es necesaria una “ayuda”, un apoyo organizado por seres de dimensiones superiores que trabajan al servicio de este plan universal. Un pequeño empujón que respeta el libre albedrío.

Si ponemos de ejemplo nuestra hipótesis del origen de la vida en la Tierra y del origen del ser humano para tratar de entender esta ayuda divina que tiene como objetivo que evolucionen las distintas dimensiones, podríamos explicarlo de la siguiente manera:

Primero se habría sembrado la vida en la Tierra en la “panspermia dirigida” a nuestro planeta, tal y como vimos en “el origen de la vida en la Tierra”, favoreciendo la evolución de las primeras moléculas que comenzaron el desarrollo de la vida. Esto habría dado lugar a un mundo evolutivo de primera dimensión.

Después se habría colocado la Luna para favorecer el desarrollo mismo de la vida en la Tierra, tal y como analizamos en “el misterio oculto de la Luna”, favoreciendo la estabilización del eje de nuestro planeta y el equilibrio meteorológico. Este hecho habría favorecido que las moléculas evolucionaran hasta convertirse en plantas y animales, dando lugar a un mundo evolutivo de segunda dimensión.

Por último, tal y como vimos en “la mano de Dios”, se habría intervenido genéticamente a una especie de homínido, una subraza originada de la creación de la vida en la Tierra para ayudarla a pasar de inteligencia “primaria” a inteligencia “avanzada”, es decir, para ayudarla a pasar de segunda a tercera dimensión. Y aquí es donde nos encontramos ahora.

Hacia la cuarta dimensión

El momento en el que el ser humano evolucione a la cuarta dimensión espiritual será el momento en el que la luz se impondrá a la oscuridad. Y esto ocurrirá cuando la gran mayoría de los seres humanos de la Tierra se encuentren vibrando en una frecuencia muy cercana a ese 4,0 que marca el inicio de una nueva humanidad.

En ese momento ocurrirá un cambio de dimensiones, un cambio que se denomina “salto cuántico”. Este salto cuántico que nos conducirá a la cuarta dimensión espiritual provocará en el ser humano una intensa transformación en su sistema de creencias, una transformación que será la causa del desmoronamiento de las estructuras sociales, políticas y económicas que conocemos hoy en día.

En la cuarta dimensión el ego comienza a desaparecer y se empieza a dar más prioridad a lo colectivo que a lo individual. El ser humano ya se habría estudiado a sí mismo en la anterior dimensión, ya habría analizado el “yo soy”. También habría podido percibir y estudiar el mundo que le rodea. Todo ello provocará que el ser humano empiece a desarrollar una nueva consciencia universal.

En esta dimensión el ser humano comenzará a entender que todo el universo está armónicamente sincronizado, que lo que es arriba es abajo. Se emprenderá la capacidad de entender que no somos solo un cuerpo físico, que somos algo más que materia bruta. Esto creará una conexión de armonía absoluta con la naturaleza y con todos los seres vivos, una de las características básicas de esta cuarta dimensión.


Para que el ser humano de la Tierra evolucione a la siguiente dimensión de consciencia, también está siendo necesaria una ayuda. Una ayuda que, como hemos dicho, debe respetar el libre albedrío. Esto supone que los seres de dimensiones superiores no pueden intervenir de manera directa en nuestra evolución, lo tienen que hacer de manera indirecta.

Por eso esta ayuda no puede suponer que una civilización extraterrestre más evolucionada se presente ante la humanidad, porque el precedente que crearía esta acción condicionaría el libre albedrío. Solo descubriremos esto cuando estemos preparados, cuando evolucionemos en consciencia a la siguiente dimensión.

La ayuda “indirecta” que estamos recibiendo para que se produzca el salto cuántico a la cuarta dimensión se está produciendo en forma de encarnaciones. Almas más evolucionadas en consciencia están encarnando en la Tierra para ayudarnos a evolucionar espiritualmente. Encarnaciones que se llevan produciendo desde nuestra evolución a la tercera dimensión.

El periodo de tiempo más importante en el que se produjeron estas encarnaciones es el periodo conocido como “la Era Axial”. Así denominó el filósofo alemán Karl Jaspers a la línea temporal comprendida entre el año 800 a. C. y el 200 a. C., un periodo que definió como la línea divisoria más profunda de la historia de la humanidad.

En esta línea temporal surgió una misma corriente de pensamiento en tres lugares clave del planeta: China, India y Occidente. Según Jaspers, “lo humano como lo conocemos hoy surgió entonces.” En la Era Axial, el ser humano se empieza a estudiar a sí mismo, se empieza a analizar el “yo soy”.  Se empieza a debatir sobre filosofía y de este intercambio de ideas surgen las primeras corrientes filosóficas y religiosas.

Corrientes que han dado lugar a las grandes tradiciones mundiales que todavía hoy continúan nutriendo a la humanidad. En la Era Axial nació el taoísmo en China, el budismo y el hinduismo en la India, el monoteísmo en Israel y el racionalismo filosófico en la Grecia de Platón y Aristóteles. La Era Axial supuso un pequeño empujón que nos dieron para ayudar a la humanidad a evolucionar en consciencia.

Un empujón que tuvo tras la Era Axial su fuerza más importante en Jesús de Nazaret. Si durante toda la historia de la humanidad se han encarnado almas de dimensiones superiores para ayudarnos a evolucionar, lo de Jesús fue un paso más allá. Probablemente Jesús no fue solo un alma más evolucionada. Probablemente Jesús de Nazaret fue el mismísimo Hijo Creador convertido en hombre.

Jesús no solo predicó la paz en un mundo de crueldad absoluta en el que acabó crucificado. Jesús cambió la historia de la humanidad demostrando a los seres humanos que el amor es el único camino de nuestra evolución. Jesús sentó las bases del siguiente paso de la humanidad y además nos advirtió de que este cambio llegaría. 


Antes hemos dicho que “la extinción no forma parte del plan universal para el que fuimos creados”, pero quizá sería más correcto referirnos a “extinción total”. No han trabajado decenas de miles de años en la evolución de la raza humana de la Tierra para que acabe desapareciendo sin más.

Lo que sí podría suceder es una “extinción parcial”, una purga. Y esto es algo a lo que Jesús podría haber hecho referencia en muchas de sus palabras, como por ejemplo las mencionadas en el discurso del fin de los tiempos reflejadas en el evangelio según San Mateo de la Biblia:

“¿Veis todo esto? Yo os aseguro no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida. (…) Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. (…) Todo esto será el comienzo de los dolores del alumbramiento. (…) Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin. (…) Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta el presente ni volverá a haberla. (…) Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. (…) Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada”

¿Se estaba refiriendo Jesús al desmoronamiento de las estructuras sociales, políticas y económicas que conocemos hoy en día? ¿Nos estaba anunciando un periodo de oscuridad previo al cambio de generación que nos llevará a la siguiente dimensión de consciencia? ¿Nos advirtió Jesús de que ocurrirá una “extinción parcial” de la humanidad cuando esto ocurra?

Si analizamos estas cuestiones desde el punto de vista de la ciencia espiritual y consideramos que cuando se produzca el salto a la siguiente dimensión de consciencia solo evolucionarán los seres que estén vibrando muy cerca de ese 4,0 que marca el inicio de una nueva humanidad, ¿qué sucederá con los que no lo consigan? Quizá esta sea la “extinción parcial” a la que se refería Jesús: “Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada”.

Esto podría suponer que las almas que se queden en la tercera dimensión de consciencia no puedan encarnar en la Tierra, lo que a nivel físico podría suponer una “extinción parcial” de la humanidad, ya que las almas que evolucionen a la siguiente dimensión no serán tantas como el número de seres humanos que haya en ese momento poblando nuestro planeta. Y de ese periodo de oscuridad surgirá una nueva humanidad.

¿Qué dice la ciencia?

Existe una conexión entre las dimensiones espirituales y entre la ciencia actual que podría explicarlo todo. Una conexión que podemos entender relacionando tres conceptos: las ciencia espiritual, la evolución tecnológica basada en la escala de Kardashov, y las ciencias físicas y matemáticas.

La escala de Kardashov ya la analizamos en “el misterio oculto de la Luna”. Esta teoría mide el progreso de una civilización basándose en la cantidad de energía consumida. A partir de esta relación, Kardashov determinó que podrían existir 3 tipos de civilizaciones: de tipo 1, de tipo 2 y de tipo 3.

Una civilización de tipo 1 sería capaz de utilizar todas la energías naturales, renovables y limpias de su planeta. Esta capacidad haría posible controlar la energía de los terremotos y de los volcanes, modificar el clima, influir en la flora y fauna, y aprovechar la energía de la “antimateria”.

Según esta escala, la humanidad actual sería una civilización de tipo 0, es decir, no tenemos la capacidad de utilizar toda la energía natural de nuestro planeta. Karl Sagan, basándose en la escala de Kardashov, calculó que estábamos en una civilización de tipo 0,7.

Si una de las claves de la cuarta dimensión espiritual es empezar a desarrollar una nueva consciencia universal en la que se produce una conexión de armonía absoluta con la naturaleza y con todos los seres vivos, ¿no necesitaremos para ello utilizar todas las energías naturales, renovables y limpias de nuestro planeta?

La evolución espiritual podría ir directamente relacionada con la evolución tecnológica de nuestra civilización y evolucionar a la cuarta dimensión espiritual podría suponer también convertirnos en una civilización de tipo 1 según la escala de Kardashov. Además, Michio Kaku estimó que necesitaremos entre 100 y 200 años para llegar a ser una civilización de tipo 1, por lo que podríamos estar muy cerca de este cambio de era.

Después están las ciencias físicas y matemáticas. Para las leyes físicas, al igual que para las ciencias espirituales, vivimos en un mundo de tercera dimensión. Para la física, las dimensiones son las métricas espaciales que miden la realidad. Y lo que pueden medir en nuestra realidad terrestre actual son tres dimensiones: altura, anchura y profundidad.

Si evolucionar a la cuarta dimensión en consciencia supondrá para el ser humano desarrollar una nueva consciencia universal en la que empezaremos a entender que todo el universo está armónicamente sincronizado, que lo que es arriba es abajo, ¿podría suponer esto que nuestra realidad física evolucione también a una dimensión superior y pase a ser de cuatro dimensiones?

Quizá cuando tengamos la capacidad real de salir de nuestro planeta y movernos por el espacio exterior para explorar otros mundos, nuestra realidad física evolucione y pasemos a movernos por un mundo de cuatro dimensiones. Y esta evolución podría ir también relacionada con la evolución en consciencia a la cuarta dimensión espiritual.

Por eso es muy probable que el siguiente paso en nuestra evolución esté directamente relacionado con la conexión con otras civilizaciones del universo, con otros mundos más evolucionados que descubriremos por fin en la cuarta dimensión espiritual.

En el siguiente paso de nuestra evolución dejaremos de ser animales racionales y nos convertiremos en seres humanos espirituales. La cuestión es, ¿cuándo ocurrirá esto? ¿Cuándo sucederá el salto cuántico que nos conducirá hacia una nueva humanidad? Quizá la cuestión no sea preguntarse cuando ocurrirá este cambio de era. Quizá lo que habría que hacer es preparase para formar parte de esta evolución.
por F.J. Corrales de Movimiento Despierta