Cuando El Diseño Transgénico Roza Lo Inhumano

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Muy atrás quedaron aquellos años en los que se podía degustar un buen tomate con sal o devorar una dulce tajada de sandía, extraerles las pepitas y sembrarlas en nuestro trocito de huerto que teníamos en el pueblo o en la jardinera de casa. Ver pasar los días y comprobar que aquellas semillas germinaban para luego volver a disfrutar de sus frutos era una verdadera delicia. Sí, esos tiempos ya pasaron. Ya nada es lo mismo. Si siembras las semillas de las hortalizas que compras en los supermercados comprobarás desconcertado que aquellas no producen absolutamente nada, por muy cuidadas que las tengas; da igual el abono, la orientación del sol o en la temporada que las plante. Probablemente crezcan imponentes, frescas, verdes, preciosas, pero jamás te darán un fruto. No, y no es porque seas un negado o negada para las plantas, es por algo mucho más retorcido e inmoral. Se trata de algo sin ningún tipo de escrúpulos, de lo que el hombre es capaz de hacer, del funcionamiento de nuestro sistema capitalista que lucra a los dueños de las grandes corporaciones con el diseño transgénico de los alimentos.