Hasta ahora, los hijos-pensamientos no saben a ciencia cierta de dónde proviene el Principio Único ni quién lo creó. Para que Él exista, debió haber otro principio que creó al anterior. Infinito sin principio ni fin.
Mientras tanto, los hijos-pensamientos que se encontraban en la densidad tuvieron que comenzar todo como si fueran un Principio Único, y entendieron que, cada vez que algo se creaba o comenzaba, lo debían considerar como un Principio Único. Debían reunir mucha información; sentían que tenían mucho que aprender, y que ese aprendizaje sería eterno.
Los seres-pensamientos que se encontraban más cerca del creador comenzaron a realizar estudios profundos sobre ellos y el entorno creativo. En primer lugar, percibieron que sus cristales, a pesar de esa tremenda explosión y del alejamiento de su centro, conservaban la nitidez, el ritmo, la vibración, la forma y los colores intactos; mas, a pesar de ello, sintieron que ya no eran los mismos. Algo había cambiado: notaron en sí mismos una diferencia. Su realidad anterior era interna; siempre estuvieron dentro del centro y ahora se encontraban fuera, girando alrededor de él. Llegaron a la conclusión de que, así como el Principio Único había nacido, ellos también habían nacido a otra realidad de existencia más concreta, libre y palpable. Estaban fuera del centro, lo que les permitiría moverse por el espacio. De esa forma, sus conocimientos aumentarían y podrían adquirir más experiencias y vivencias para que su sabiduría no tuviese fin.
Estudiaron su entorno y descubrieron que todavía se encontraban existiendo en la luz, y al estar dentro de ella, ellos eran la luz. A través de ella, por primera vez pudieron mirarse tal cual eran, percibieron sus propios colores y sintieron el ritmo y la frecuencia de su vibración. Sus cristales refulgían a través de la luz, cambiando los tonos según sus deseos. Cuando esta luz atravesaba sus cristales, ella se expandía o se retraía; el ritmo se prolongaba o se acortaba; la vibración aumentaba o disminuía. Así, pues, con esta correlación energética, ellos crearon una comunicación, un lenguaje, y le dieron nombre: símbolo. A través de las experiencias y vivencias, estos símbolos se convirtieron en cristales-pensamientos de conocimiento y entendimiento.
De esta manera descubrieron que ellos eran creadores y emanadores de energía al igual que su centro pero, a diferencia del creador —que emanaba energía pura—, ellos emitían energía grabada. Entonces, llamaron al centro mente y se clasificaron como ideas-pensamientos.
Después de mucha investigación, estudio y recopilación del conocimiento y entendimiento de su realidad, llegaron a la conclusión de que querían conocer otras realidades. Para ello, necesitaban expandirse. Así pues, escogieron a un grupo entre ellos para realizar esa extraordinaria travesía. Emprenderían el viaje hacia rumbos desconocidos y se alejarían lo máximo posible de su centro, porque, al regresar, llegarían llenos de nuevos datos, experiencias y vivencias.
Llegado el momento, partieron. La expedición se fue alejando, conociendo lugares insospechados, pasando por mundos en los que sus hermanos —otros seres-pensamientos— se habían densificado. Estos se encontraban alejados de su centro, pero a pesar de ese alejamiento, se habían adaptado perfectamente al medio en que se encontraban. La alegría y el júbilo los embargaron: eran los primeros hermanos encontrados después de la explosión. Todos fueron muy bien recibidos y acogidos, y en esa convivencia aprendieron e intercambiaron mucho conocimiento.
Esos hermanos, esos seres-pensamientos, también existían en la luz, pero al encontrarse un poco alejados del centro, se habían desarrollado de un modo diferente, porque se habían adaptado a la realidad que les tocó vivir. Sus recuerdos conservaban aún la nitidez de su origen, mas como no continuaron alimentándose directamente del creador, tuvieron que retroalimentarse de sus experiencias y vivencias, formando así sus propios pensamientos. Al Principio Único lo recordaban como el creador amoroso y necesario, pero Él no se encontraba presente en sus vidas.
El pensamiento de estos seres se había nutrido de ellos mismos. Experiencia sobre experiencia, vivencia correlacionada con vivencia.
Al no poder alimentarse de su centro, se independizaron de él y se convirtieron en sus propios pensamientos. Recordemos que, cuando el creador los creó, infundió en sus cristales su propio ser. Eran hijos del Principio Único, por lo tanto cada uno de ellos era una mente, y la unión de millones de mentes diseminadas en el Universo sutil y denso formaron la mente universal.
Los hijos-pensamientos de la luz quisieron alejarse más, pero no pudieron: la lejanía de su centro les producía serios trastornos. Comenzaron a debilitarse; sus pensamientos no coordinaban, sus colores se opacaban, el ritmo disminuía. Asustados, tomaron el camino de regreso. Cuando llegaron y se nutrieron de su centro, se restablecieron totalmente. Supieron así que nunca podrían separarse de su creador, y que este significaba para ellos la vida. Cuando llegaron a su realidad de luz, comunicaron a los otros todas las experiencias y vivencias, aumentaron sus conocimientos y entendieron que ellos también eran la mente. A diferencia de los otros, ellos no se alimentaban de sus propios pensamientos: ellos eran ideas-pensamientos. Al estar cerca del creador y ser los encargados de la creación, eran creadores de ideas, y los demás, procreadores de pensamientos. Concluyeron que necesitaban de los pensamientos para crear más ideas, pues los pensamientos eran la materia prima para que la idea se realizara. Ese proceso lo llamaron retroalimentación y funcionaría así:
Los seres de luz crearían ideas, y los demás se alimentarían de ellas, las ejecutarían y plasmarían, convirtiéndolas en pensamientos que, a su vez, retroalimentarían a las ideas, y así infinitamente. Toda esa deducción era maravillosa, solo que ellos no contaron con que, cuando la idea fuese convertida en pensamiento y este estuviera diseminado en el todo, cada realidad la comprendería conforme el grado vibratorio en que se encontrara. Eso significaba que, si llegaba a los confines del universo denso, la idea no sería entendida, desarrollada ni remotamente plasmada, y eso sucedería porque la idea no podía ser igual para todos: las realidades eran muy diferentes. Efectivamente, las ideas no podían proyectarse uniformemente. Entonces, los seres de luz entendieron que las ideas nutrirían solo a las realidades más cercanas a ellos; esas ideas se convertirían en pensamientos, serían desarrolladas en ese vasto universo, y luego regresarían convertidas en hermosos pensamientos, llenos de experiencias y vivencias, para continuar el ciclo de creatividad.
Los seres-pensamientos que se encontraban más alejados y densos pensaron que, así como ellos se nutrían de ideas de los seres de luz, también ellos podrían alimentar a aquellos que se encontraban en las realidades más densas, transmitiéndoles lo aprendido. De esa forma, las ideas podrían llegar lo más lejos posible, y así también recuperarían a sus hermanos perdidos en el universo.
Así lo hicieron: las ideas eran creadas por los seres-ideas-pensamientos de la luz y descendían poco a poco. Primero eran captadas por los grados más cercanos, los cuales las trabajaban, las transformaban, y por último, las entendían. Cuando llegaban al entendimiento, las emanaban a los otros grados, para continuar alimentando a la mente universal. Cada realidad que había trabajado la idea la compartía con el grado posterior; de esa manera, la idea no se distorsionaba y se adaptaba gradualmente, según las necesidades de su realidad. Percibieron que, de esa forma, la idea se desarrollaría con perfección. Solo que, cuando llegaba a la realidad densificada y petrificada, esta ni la captaba ni la absorbía: las ideas para esas realidades eran totalmente inservibles. Fue así como comprendieron que el Universo se dividía en realidad superior y realidad inferior. Con ese conocimiento, el ser-pensamiento llegó a un entendimiento global de su realidad, sumado a los estudios profundos que realizaron. Así pudieron también ubicarse en la realidad de su existencia, y la vieron así:
El universo era circular. Lo dividieron en nueve dimensiones; cada una de ellas comprendía miles de millones de planos y grados. La diferencia entre ellas dependía del ritmo, color, forma, frecuencia, vibración, creatividad, etcétera. Sabían que en ese vasto universo se encontraban sus hermanos, diseminados en diferentes expresiones de existencia, como cristales-células, cristales-órganos, cristales-sistemas; unos adelantados en su conocimiento, otros muy atrasados, aquellos sutiles y otros burdos; todos hermanos.
A través de la emanación de ideas, la captación de ellas, su distribución, la conversión de ideas-pensamientos que alimentaban otros planos y graduaciones, el descenso y la subida de los pensamientos llenos de sabiduría, se puso en movimiento un mecanismo, una retroalimentación que jamás paró. La mente quería crecer a través de sus pensamientos. La sabiduría la nutrió, y ella se desarrolló como un bebé, que crece y da sus primeros pasos. Así, la mente desenvolvió sus propias características de carácter y personalidad.
Hoy en día, el todo, la realidad misma, está madura. Podemos decir que el conocimiento que contiene la mente universal está casi completo. Nada ha escapado, y para lograrlo necesitaron el orden. Sin este elemento, no lo hubieran conseguido. Mente y pensamiento, unidos a la energía, crearon a su hijo, llamado universo. Un hijo que ha respondido maravillosamente, un hijo que también ha crecido y se ha desarrollado tanto que hoy se puede considerar un hijo amoroso y responsable.
Sabemos, entonces, que todo se generó del Principio Único. ¿Cómo se generó? ¿Cómo creaba? ¿Qué son los elementos? Para entenderlo, tenemos que saber de qué estaba formado.
Dijimos anteriormente que su centro estaba lleno de miles de millones de cristales que se movían, chocaban entre sí y, cuando lo hacían, se producían descargas eléctricas, generando movimientos incontrolados y un calor muy intenso. Al principio, ese movimiento no era entendido. Los seres-ideas descubrieron que esos cristales, unidos a otros elementos, automáticamente se impulsaban, con lo cual surgían el movimiento, el ritmo, la vibración, la forma, el color, la frecuencia, etcétera. Entendieron que esas descargas eléctricas eran producidas por el núcleo de esos cristales, que emitía una frecuencia tan aguda y alta que se confundía con una descarga eléctrica. Esa frecuencia atraía los elementos, y esos, al unirse con otros, derivaban en movimientos. Ese núcleo fue llamado nimeo. Llegaron a la conclusión de que el movimiento no se creó: existió siempre en el nimeo.
Los seres-ideas descubrieron también que toda la creación era formada de nimeos, y que era así como la vida se generaba. El nimeo sería conocido en el universo entero como la partícula más pequeña. Comprendieron también que todo lo existente tenía ese principio.
Continuando con las investigaciones, comenzaron a estudiar al cristal. Estos eran leves, parecidos a una esponja, de un tejido entrelazado y muy fino que formaba figuras geométricas; podríamos compararlos con las esporas. Cuando el deseo de los seres-pensamientos surgía, esos cristales-esporas-nimeos absorbían otros elementos que acompañaban ese deseo. El núcleo —o sea, el nimeo— se encargaba de mezclarlos y, dependiendo de la fuerza o intención del deseo, producía la fuerza de la descarga y, con ello, el resultado final del pensamiento. El nimeo poseía en sí mismo otros elementos que el Principio Único le había legado, como la fusión, el sincronismo, la maleabilidad, el ajuste, la intercepción, la capacidad, el volumen, el peso, la compatibilidad, la duplicación, el nivel y otros más.
Los cristales forman al Principio Único. Él fue creado primero en estado gaseoso (cristales-esporas gaseosas-aire); luego fue transformado en líquido (cristales-esporas líquidas-agua), y por último en sólido (cristales-esporas sólidas-tierra). El creador pasó por un proceso de desarrollo, y los cristales también sufrieron transformaciones y evolución. Los cristales se expresaron según el deseo y la necesidad. Estos cristales se conocen comúnmente en el universo como energía. Son miles de millones de realidades, formas, colores, ritmos, signos y vibraciones. Son el principio del todo; de aquí partió todo lo demás.
A la vida, ustedes la llaman alma. Son los cristales, que dan vida y movimiento al universo. Si estos cristales unidos son sutiles, leves, de colores claros y brillantes, serán llamados espíritu o energía sutil; más si son densos, oscuros, opacos y sin luz, serán llamados materia o energía densa.
La realidad es un todo; la diferencia de calidad en los cristales y el resultado que el nimeo tiene en su deseo creador marcará la diferencia. De esta manera, la función de los cristales caracterizó a los elementos y los ordenó, clasificándolos según la intensidad. Esta fue dividida por los seres-pensamientos en dos fuerzas: masculina y femenina.
Cuando el Principio Único creaba, la emanación de sus creaciones tenía diferentes expresiones e intensidad. Una era fuerte, dinámica, de colores vivos, de tejido resistente, con ritmo, vibración e impulsos poderosos. Esta fuerza fue llamada fuerza masculina. La otra era de cristales pequeños, delicados, colores suaves, ritmo y vibración cadenciosa, y fue llamada fuerza femenina. Estas dos expresiones se complementaron, y cuando el deseo surgía, la creación se expresaba, determinando la creatividad.
A través de esta explicación comprendemos que el universo está formado de cristales que son llamados energía. Es esta energía la que da la vida, y una vez que tengamos la vida, seremos eternos. Las dos fuerzas: masculina y femenina, determinaron la creación. Todo fue creado por la intensidad del deseo.
Cuando se produjo la gran explosión, esas dos fuerzas se moldearon, y cuando los cristales de las dos expresiones comenzaron a fusionarse, procrearon infinidad de formas que contenían las características de ambas: creación sobre creación.
La energía generadora de ideas y pensamientos basaba sus creaciones en la fuerza del deseo, y esa fuerza tomaba una forma y característica, expresándose en algún momento en la creatividad, como formas armoniosas o distorsionadas.
El deseo compactaba la energía y creaba. Todo en el universo es creación de ideas y pensamientos. Todo lo que sus ojos ven es expresión de la creatividad. El creador no creó las formas: solo dio los elementos para que estas se crearan. Son los seres-ideas-pensamientos quienes plasmaron y ejecutaron todo lo existente, y lo lograron porque desarrollaron el deseo creador, que cada realidad y dimensión entendía o podía percibir. Los elementos que el creador proporcionó eran la materia prima legada a sus hijos, para que el pensamiento alcanzara la realización de la creatividad.
Los seres-ideas-pensamientos son los arquitectos del universo. Todo lo existente fue creado a imagen y semejanza de ellos mismos y de sus propios deseos. El universo es un espejo que devuelve la imagen de sus propios constructores.
Ley de la causa y efecto. El Universo es y será lo que ustedes quieran ver y ser.
Extraído del libro “EL SER UNO (I)”