El misterio oculto de la Luna


Los primeros científicos conocidos que dudaron de que la formación de la Luna fuera un capricho del cosmos fueron los científicos rusos Mijail Vasin y Alexander Sherbakov. Según su teoría, la Luna es un satélite artificial construido y colocado en la órbita de la Tierra por una civilización avanzada.

La Luna ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la vida en la Tierra y la función que desempeña en nuestro planeta no es fruto de un capricho de la naturaleza.

Existen varias teorías científicas acerca del origen de la Luna, pero la más aceptada por la ciencia es la teoría del gran impacto. Esta hipótesis sugiere que la Luna se formó tras una gran colisión entre la Tierra y un protoplaneta denominado “Tea”.

Esta teoría podría explicar la causalidad de la formación de la Luna, sin embargo, la hipótesis del gran impacto no puede explicar las increíbles “casualidades” generadas de la formación de nuestro satélite.

La Luna es 400 veces menor que el Sol. Además, la Luna está 400 veces más cerca de la Tierra que del Sol. Gracias a esta proporción, la Luna y el Sol se ven del mismo tamaño desde la Tierra, lo que provoca que cuando se eclipsan, se produzca un eclipse perfecto. La Luna se encuentra en la posición y distancia exactas para que se produzcan eclipses totales. El propio Isaac Asimov, reputado profesor de bioquímica de la Universidad de Boston, describió este fenómeno como “una de las más improbables coincidencias imaginables”.

El tamaño de la Luna es de una cuarta parte del diámetro de la Tierra. Este dato hace que la Luna sea el satélite más grande del sistema solar en proporción al tamaño de su planeta.

Otro dato curioso tiene que ver con la cara oculta de la Luna. La Luna tarda lo mismo en dar la vuelta sobre sí misma que en dar la vuelta a la Tierra. Este fenómeno hace que la Luna nos muestre solo una de sus caras.

Pero estas “casualidades” astronómicas derivadas de un hipotético gran impacto no son las únicas. Quizá resulta más sorprendente saber que la Luna influye en dos fenómenos clave para el desarrollo de la vida en la Tierra.

El primero tiene que ver con la inclinación del eje de nuestro planeta. La inclinación del eje es lo que permite que existan las estaciones. Para que esto ocurra, la fuerza gravitatoria de la Luna actúa como un estabilizador de la Tierra, permitiendo una oblicuidad en el movimiento de rotación, lo que facilita el equilibrio meteorológico. Sin la influencia de la Luna, el estabilizador global de nuestro eje variaría, lo que provocaría una alteración de la distribución de la luz solar y un desequilibrio meteorológico.

El segundo fenómeno clave tiene que ver con la influencia de la Luna en las mareas. La fuerza gravitatoria de la Luna provoca que suba y baje el nivel del mar. Este hecho ha facilitado que durante millones de años se arrastre material a los océanos. Material que contiene nutrientes y minerales, elementos clave para el origen y el desarrollo de la vida.

Pero la Luna no solo ejerce influencia sobre la Tierra, también influye en los seres humanos, en concreto en el ciclo biológico de la mujer. El ciclo lunar y el ciclo menstrual tienen la misma duración. La propia palabra menstruación viene de la palabra griega “mensis” (mes) y de la palabra latina “mene” (Luna), ¿otra increíble coincidencia?

Los primeros científicos conocidos que dudaron de que la formación de la Luna fuera un capricho del cosmos fueron los científicos rusos Mijail Vasin y Alexander Sherbakov. Según su teoría, la Luna es un satélite artificial construido y colocado en la órbita de la Tierra por una civilización avanzada.

Lo primero que habría que preguntarse de esta hipótesis sería por qué una civilización avanzada iba a construir semejante estructura. Una pregunta a la que quizá podamos responder basándonos en “El origen de la vida en la Tierra”. En la “panspermia dirigida” a nuestro planeta, los posibles sembradores de la vida en la Tierra habrían construido la Luna para facilitar el desarrollo mismo de la vida.

Lo segundo que habría que preguntarse sería cómo lo hicieron, una pregunta a la podemos responder basándonos en la “Escala de Kardashov”. Kardashov fue un astrofísico ruso que midió el progreso de una civilización basándose en la cantidad de energía consumida. En base a este consumo, describió tres tipos de civilizaciones que podrían existir: civilización de tipo 1, civilización de tipo 2 y civilización de tipo 3.

La civilización de tipo 1 sería capaz de utilizar toda la energía de su planeta. Esta capacidad haría posible modificar el clima, utilizar la energía de los terremotos y de los volcanes, influir en la flora y fauna del planeta, y aprovechar la energía de la “antimateria”. Además, la efectividad en la utilización de energías renovables y limpias sería un factor clave para el desarrollo energético.

Según esta escala, el ser humano sería una civilización de tipo 0, es decir, no tenemos la capacidad de utilizar toda la energía de nuestro planeta. El prestigioso científico Carl Sagan calculó nuestro tipo de civilización en un 0,7 basándose en la Escala de Kardashov. Michio Kaku, físico teórico estadounidense destacado en la teoría de campo de cuerdas, estimó que necesitaremos entre 100 y 200 años para ser una civilización de tipo 1.

La civilización de tipo 2 sería capaz de utilizar toda la energía de su estrella madre. Esta civilización habría sido capaz de colonizar los demás planetas de su sistema solar y tendría la capacidad de viajar a otros sistemas cercanos. Para utilizar la energía de su estrella, habría sido capaz de construir una esfera de Dyson, una mega estructura esférica que gira alrededor de una estrella para aprovechar al máximo su energía lumínica y térmica.

Una civilización de este tipo sería capaz de construir estructuras con la capacidad de influir en los demás planetas, es decir, una civilización de tipo 2 sería capaz de haber construido la Luna para influir en el desarrollo de la vida en la Tierra.

La civilización de tipo 3 o “civilización galáctica” sería capaz de utilizar toda la energía de su galaxia. Habrían conquistado otros sistemas solares y podrían controlar los agujeros de gusano, lo que les permitiría moverse libremente por el universo. Este tipo de civilización también habría sido capaz de construir una estructura como la Luna para facilitar el origen de la vida en la Tierra.

La llegada del hombre a la Luna

Se ha especulado mucho sobre si verdaderamente hemos llegado a la Luna o no. Según la teoría oficial, Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna por primera vez en 1969 en la misión Apollo 11. Desde esa misión, otras cinco misiones Apollo, de la 12 a la 17, llevaron a otras 10 personas a la Luna hasta 1972, todas estadounidenses. Según la principal teoría de la conspiración, el ser humano nunca llegó a la Luna y las imágenes que nos mostraron fueron hechas en un estudio de grabación. Pero, ¿y si ambas teorías son ciertas?

Lo único que sabemos con certeza es que llevamos 47 años sin volver a pisar la Luna. Quizá lo que habría que preguntarse no es si fuimos o no, quizá lo que habría que preguntarse es qué vieron en la Luna para preferir mostrarnos unas imágenes grabadas en un escenario en lugar de lo que realmente vieron, ¿tal vez las ruinas de una antigua civilización que reescribirían la historia de la humanidad?

Todas estas teorías nos llevan siempre a preguntarnos por el origen de todo. Preguntas que se tienen que responder siempre desde la consciencia de lo que somos. Si tenemos en cuenta que hay un plan universal para todo y que en el universo nada sucede por casualidad, ¿no es el origen de la Luna una de las claves de ese plan? ¿Acaso existiría la vida en la Tierra sin la Luna? ¿Por qué resulta tan utópico plantear que la Luna podría ser un satélite artificial?

por F.J. Corrales de Movimiento Despierta

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