En una oportunidad alrededor del año 2005, estaba en una meditación guiada en la asociación Argentum (nombro la asociación como para tener un punto de referencia. Si bien no comparto el 100% de sus enseñanzas, en varias oportunidades me fue de gran ayuda), la cual comenzó energizándonos, una vez en equilibrio salir del cuerpo, y después encontrarse con el guía de cada uno. Hasta el momento de salir del cuerpo, seguí las instrucciones de quién estaba guiando la meditación, pero después de eso no escuché más su voz.
Una vez que salí de mi cuerpo, sabía que lo que seguía era pedir un encuentro con mi guía. Al hacerlo, aparecí frente a una especie de templo con una puerta doble de madera de unos tres metros de altura. Una vez ahí, abro las puertas y veo que dentro del templo había una luz tenue, agradable, tranquilizante, y un ambiente de seguridad y bienvenida. El templo era largo, con dos filas de asientos de madera mirando hacia el lado opuesto a la puerta, separados en dos grupos, formando un pasillo cubierto por una alfombra roja hasta el centro del templo (desde la puerta hasta el centro del templo, la disposición de los bancos, era similar a la de una iglesia). En el centro del templo, al terminar las filas de bancos, había dos seres a los costados del pasillo, mirándose de frente. A medida que me acerco, los voy viendo más claramente y me empiezan a parecer familiares. Cuando estaba a unos metros de ellos, los reconocí a ambos como mis guías. A la izquierda estaba el mismo que me llevó al pozo (una experiencia comentada anteriormente), con una vestimenta similar a la de un Ninja, pero de color blanca y con la cara descubierta. El otro guía era más alto, rubio, con el pelo largo hasta los hombros y estaba vestido con una túnica blanca que le tapaba hasta los pies.
Cuando llego al final del pasillo, mis dos guías quedan enfrentados a ambos lados del pasillo, un paso delante de mí. Un momento después, aparece un ser frente a mí, el cual tenía una inconfundible vibración de maestro. Apareció desde donde no llegaba la luz del lugar. Todo eso parecía como una ceremonia donde el homenajeado era yo.
El maestro era un ser más alto que los dos guías, y llevaba una túnica blanca distinta al guía de la derecha, ya que esta irradiaba luz. Todo el ser parecía irradiar luz.
Cuando llegó frente a mí, se detuvo, extendió el brazo izquierdo y abrió la mano. Como flotando sobre su palma había una llama de color blanco. Un momento después, el maestro me dijo: “Dianel, te hago entrega de la llama blanca”; yo extendí la mano derecha esperando que la llama pase a mi mano, pero en lugar de eso, la llama me encendió completamente. En un instante quedé cubierto por la llama blanca, y sentí un fuego purificador en todo mi ser; alegría, protección y sabiduría proporcionadas por la llama. Ahora yo era un representante de la llama blanca, la cual había aceptado a utilizar responsablemente y cuando sea requerido.
Luego de agradecer, di media vuelta y me dirigí a la puerta del templo. Al salir volví a mi cuerpo, y ya sentía la llama blanca en mi cuerpo. A partir de ese momento, en lugar de yo tener y poder usar la llama blanca, mi energía era la llama blanca, la cual tenía que aprender a utilizar. Si bien podía hacer todo lo que venía haciendo con la energía, sentía que al usar la llama blanca, podía hacer las cosas más eficientemente, además de lo nuevo que podría hacer.
Lo primero que tuve que aprender fue a controlar la llama y serenarla, ya que al principio no era una llama uniforme, y parecía como las llamas de una fogata, furiosa, descontrolada, con muchas puntas. Me costó mucho llegar a que sea como una llama de una vela, serena, constante, pacífica.
Este fuego parece igual al que vemos acá físicamente, solo que es íntegramente blanco.
Al principio me parecía que siendo como una fogata serviría mejor como protección que teniendo la flama serena como la llama de una vela. Hasta que un día que me parecía no necesitar tanta protección, me decidí a calmarla. Estuve un rato largo hasta que quedó completamente serena, y fue ahí que comprendí la protección que era capaz de brindarme la llama. Al igual que al observar una vela, cuando la llama está serena, se puede ver un halo rodeando la llama desde donde se observe (lo que yo pensaba que era una ilusión óptica), al serenar mi llama blanca, se formó una esfera de luz de la misma energía alrededor de la llama, la cual brindaba una doble protección y también actuaba potenciando el mercaba. Una vez que tenía la confianza en la llama y la mantenía serena, empecé a respirar con la llama, alimentándola con la energía del ambiente que absorbía al respirar, como alimenta el oxígeno a la llama de una vela. Ahí fui por primera vez uno con la llama, yo era la llama.
A partir de ese momento empecé a usar la llama para todo, viendo que una vez controlada la llama, podía modificar la forma de la misma para un distinto uso.
Continuará...