Recuerdos de la Atlántida (4ª Parte)



“Tablero Oval” del Palacio en Palenque, donde se ve al Kinich Uaxac Ahau Kukulkan recibiendo la corona de manos de su madre.

El inolvidable y heroico sacrificio de nuestro amado Rey, de renunciar a la corona por evitar la guerra, aún se encuentra grabado en uno de los muros del llamado “Palacio” en la Montaña Santa.

Es precisamente el panel mismo en el que se le representó con todos los símbolos sagrados del Avatar… del Hanab Pakal “Ave de Paraíso”. En él se ve al Rey en edad madura (comparándolo con el panel de su entronización) entregando su cetro serpentino con su mano izquierda y en la derecha lleva parte de los adornos que portaba en su tocado cuando fue recién coronado, los cuales se ha quitado ya como símbolo de “renuncia” y por eso los lleva “detrás y hacia abajo”; en ellos se puede ver una flor la cual nos dice que “ha pasado bastante tiempo” desde la entronización del rey, pues en su coronación él llevaba esta misma flor en botón y se le ha grabado aquí ya muy abierta y cercana a marchitarse. Otra señal importante la da su postura, pues se ve al amado Kukulkán con una pierna algo doblada y el pie un tanto levantado indicando que “va a dar un paso”, “se va”. Todo el cuadro en su conjunto describe la misma triste escena cuando el Rey abandona su trono en su sacrificio voluntario entregando su cetro y su corona por conservar la paz, protegiendo así la vida de su amado pueblo.



En el panel de entronización se puede ver como marca general del tiempo, el trono doble de un felino sobre el cual se encuentra sentado el Rey, señalando la gloriosa “Era de Leo” la cual se encontraba próxima a finalizar. Este símbolo múltiple en su conjunto nos dice que a nuestro mundo bajó un Ser Divino o Sagrado, un Ser Solar poseedor de la Sabiduría y el poder de Dios; un Iluminado, un Mesías o “Avatar” que bajó o encarnó en este mundo en la época prehistórica llamada “Edad de Leo”, “La Edad del Tercer Sol”.

En Pakal “la ciudad Paraíso”, el Rey en su destierro continuó bajando al mundo un elevado conocimiento que enriqueció las mentes de todos los que cerca de él quisimos permanecer, además de otras gentes que de lejos venían exclusivamente a cultivar su ser en las “Ciencias Superiores”. Fue tal su dedicación a ello que llegó a crear formalmente lo que en este tiempo moderno llaman Universidad. Este Templo-escuela se alzaba en tres plataformas o niveles donde para cada nivel se impartía una ciencia distinta. En el nivel más bajo o planta baja comenzaban nuestros estudios, era el nivel básico en el que se nos hablaba de la historia de nuestro pueblo, una historia que se remontaba a miles de años atrás. Ahí supimos como fue que la grandeza de nuestra raza atlante se alzó sobre las bases de un conocimiento muy antiguo proveniente de “Kremuria” “Tierra Quemada”, “la Tierra Mu”, misma que en otro fin apocalíptico fue hundida por varios volcanes que en un crujir furioso reclamaban a la humanidad su bajeza y el daño tan grave que hacía al mundo.

Todo parece irse repitiendo, esperemos que en esta Era Adámica no nos toque terminar siendo limpiados y equilibrados del mismo modo en que cíclicamente se hizo con Mu y con Atlántida.

Mucha gente logró salvarse de aquella vorágine de fuego y navegando llegó hasta tierra atlante (entre otras), en donde sabios maestros-sacerdotes de aquella tierra primitiva madre, reiniciaron sus vidas con todo el conocimiento que trajeron consigo y que el Gran Rey de su Tierra Mu llamado “Nu Mu” o “Ra Mu” les enseñara. Recuerdo haber visto en el muro principal de la Cámara Oculta donde se impartían “los Sagrados Misterios” en Pakal, la imagen de este antiguo “Rey Nu Mu”, “Ave del Paraíso” de aquel tiempo aún más remoto, correspondiendo esto a la “segunda bajada del Gran Sol”, “La Edad del Segundo Sol” o “Segundo Mundo” como lo llaman los Hopi. Esta imagen se encontraba en una especie de tapiz colgado sobre el muro frontal de la cámara en la cual en derredor se levantaban doce columnas. El Rey aparecía en el tapiz como “Señor de los Campos” pastoreando un rebaño y llevando en sus brazos a un cordero.

Nuestro amado Rey Atlante Kukulkan es el mismo “Nu Mu” o “Ra Mu” Rey de la “Tierra de Mu”, llamada posteriormente Lemuria; era su segunda venida o encarnación, pues en la primera fue llamado “Juno” o “Huno”. De estas tres reencarnaciones o bajadas de este Gran Espiritu que animaba el cuerpo de nuestro Rey Atlante teníamos conocimiento y esto se grabó en tres templos en Port Ofir, cada uno dedicado a cada personalidad del mismo Ser, por recordarlo para futuras generaciones.

Estos templos aún existen y los arquéologos les han llamado Grupo de la Cruz en Pakal (Palenque), cada uno tiene grabado un panel sagrado y en ellos nos hablan de ‘tres dioses’ de la mitología maya a los que les conocen o clasificaron como: dios GI, GII y GIII, como la secuencia de diferentes vidas de un mismo Ser identificado con la personalidad del “dios del maíz”. Dichos dioses no son otra cosa que la mención a las tres encarnaciones del Avatar y Rey de Pakal, el Kinich Uaxac Ahau Kukulkan.

Sus glifos representativos son los siguientes en orden cronológico correcto:


Juno, Numú y Anfión, son los nombres que les dá la escritora Josefa Rosalía Luque Álvarez.

El glifo representativo del dios GII o “dios del maíz” está conformado por un ser que se encuentra en la misma postura en que lo está el Kinich Uaxac Ahau de Pakal en la lápida del Templo de las Inscripciones, recostado con la pierna derecha levantada, un tanto recogida igual que los brazos y mostrando la planta del pie. Por tener ambos seres la misma postura se identifican como uno solo: el dios del maíz, Hun Nal Yeh el creador de la vida en este mundo, el Avatar Ku Kul Kan Rey de Pakal:


Sí, esta es la grandeza de nuestro amado Rey Santo llamado con tantos nombres, con tantos adjetivos que llegó el momento en que se creyó que cada uno de sus calificativos, los cuales resaltaban cualidades diversas de su ser, eran nombres de ‘dioses diferentes’ lo que causó una gran laguna mental en el seguimiento de nuestra historia ancestral. Mas por increíble que parezca son el mismo ser pues “Creador” o “Tutor” solo uno hemos tenido, aunque Él trae consigo su séquito celestial que lo preside, Espíritus o Alianzas de alto nivel evolutivo.


Los que seguimos fielmente al Rey y que habitábamos aquel centro espiritual y de alto conocimiento llamado Port Ofir o Nakan, vestíamos igual con túnicas blancas, por lo que nos llamaban “los Profetas Blancos”, origen de la “Hermandad Blanca Atlante”.

Nativo de la Selva Lacandona en Palenque usando aún, por tradición ancestral la “túnica blanca”.

Mirando en retrospectiva, un cierto sabor de satisfacción llega a mi ser cuando veo en la permanencia de todo este conocimiento maya-atlante, vivo aún en Port Ofir (Palenque), el cumplimiento de una misión y promesa a nuestro amado Rey, de no dejar apagarse la luz que Él había encendido; de continuarla y extenderla hacia otros lugares, de no dejar que el tiempo y la inconciencia humana borraran toda la verdad, rastro y recuerdo de nuestro pasado glorioso y de sus venidas en cada cierre de ciclo para nuestra salvación.

Este esfuerzo no ha sido de un día, ni de un tiempo sino de muchas vidas y en cada una la lucha a sido fuerte por mantener encendida la luz de esa verdad que como hace miles de años, aún las fuerzas de la oscuridad siguen intentando apagar, haciendo todo lo posible por mantener a la humanidad sumida en la oscuridad de la ignorancia por que con eso obtienen su control y dominio.

Más la lucha nunca fue del todo individual, formamos “Alianzas Inquebrantables” que desde planos espirituales fueron selladas, y a través del tiempo y las vidas nos hemos apoyado formando una cadena tan fuerte que nada la ha podido romper. Encarnadas o desencarnadas, es decir, desde planos físicos o espirituales continuamos brindándonos la ayuda dándole seguimiento al plan sagrado trazado hace miles de años.

A nivel cósmico-espiritual y físico, ésta Alianza es llamada “Hermandad Blanca”, dentro de la cual los seres de mayor jerarquía (evolución espiritual) nos guían y vigilan cuidando nuestras vidas y el cumplimiento en ellas, de la misión con la cual cada quien llegamos a este mundo y que a su vez forma parte de la Gran Misión de toda la Hermandad encargada de cuidar la evolución de este planeta y de la humanidad del mismo. Somos parte de ese Gran Plan Cósmico-Espiritual, somos parte de la Hermandad Blanca.

¡Abre tu mente,
recuerda hermano,
recuerda!

Itzen Caan